Caso Sheila: cómo están los tíos imputados y en qué situación está la causa
La nena de 10 años fue asesinada en octubre en San Miguel. Por el crimen hay dos detenidos: sus tíos.
Extraído del portal Big Bang News
Eran las cinco de la tarde del jueves 18 de octubre. Los ojos del país estaban puestos en lo que ocurría dentro del predio Tupasy, un asentamiento ilegal ubicado en San Miguel. La atención de todos los medios se centraba en el noroeste del conurbano. Sheila Ayala, una nena de 10 años que vivía con su padre en el terreno, había desaparecido hacía cuatro días. La guerra intrafamiliar tiñó la búsqueda, que se transmitía en vivo y en directo por todos los canales. Los familiares paternos, en especial una tía embarazada, apuntaban contra la madre de la nena. Se habló de una suerte de venganza narco, se reveló el conflicto legal por la tenencia de Sheila y sus hermanitos. Incluso se sumaron denuncias vecinales sobre riñas de menores por plata dentro del predio. Nadie imaginaba que lo peor ya había pasado: estaba muerta y su cuerpo escondido a pocos metros de las cámaras.
Mientras se ordenaban decenas de rastrillajes en simultáneo y se sumaban cada vez más efectivos a la búsqueda, algo comenzaba a oler mal en la medianera que separaba al predio -hoy desalojado- de la empresa de transporte Panizza. La Policía había rastrillado el lugar dos días atrás, pero no habían visto nada irregular. Los vecinos, movilizados desde el domingo de la desaparición, seguían llegando a la puerta del terreno usurpado. El fiscal de la causa, Gustavo Carracedo, temía una pueblada.
El olor se hacía cada vez más notorio y obligó a los efectivos a acercarse de nuevo a la medianera. Al llegar, se encontraron con un colchón corroído que cubría una bolsa de nylon negra. La abrieron con un cuchillo y vieron lo peor: el cuerpo semidesnudo de Sheila. Estaba golpeado y la sábana con la que la asfixiaron todavía se encontraba atada al cuello. Del otro lado del muro, todavía ajenos al morboso hallazgo, los vecinos seguían reclamando por la aparición de Sheila y los investigadores entraron en pánico. ¿Cómo podrían explicar que el cadáver de la nena nunca había abandonado el predio? ¿Estaba el homicida adentro? ¿Cómo pudo descartar el cuerpo sin que nadie lo note?
La noticia de la aparición sin vida de Sheila desató la furia de los vecinos, pero aceleró de modo vertiginoso la causa. El fiscal estaba convencido de que el o los asesinos eran vecinos del lugar. En efecto, ya había investigado los irregulares movimientos de los tíos paternos de la nena, quienes vivían a pocos metros del lugar en el que se encontró el cuerpo. La detención llegó una hora después. La tía embarazada de Sheila, Leonela Ayala, y su marido, Fabián Ezequiel González Rojas, salían esposados del lugar. Siguen siendo los únicos imputados por el homicidio.
Leonela estaba de ocho meses al momento de su detención. Pasó la noche en una comisaría de San Miguel y, cuando se preparaba para declarar ante el fiscal en la Alcaidía de Malvinas Argentinas, comenzó con contracciones. Menos de 24 horas después de haber quedado presa, dio a luz por parto normal a su cuarto hijo en la Maternidad Eva Perón de Malvinas Argentinas. Le puso Efraín y pudo estar con él sólo tres días. El bebé quedó a cargo de la Coordinación de Primera Infancia, Niñez y Familia, mientras que Leonela fue trasladada a la Alcaidía Departamental III de La Plata.
Durante los 31 días que estuvo detenida no recibió la visita de ningún familiar o amigo. Tampoco vio a sus cuatro hijos, todos ellos ahora a cargo de la Coordinación de Niñez del municipio de San Miguel. Aunque todavía sigue imputada bajo la carátula de "homicidio agravado por alevosía", el domingo 18 de noviembre se venció el plazo máximo de detención y el fiscal no renovó el pedido de prisión preventiva. Distinta fue la situación de su marido, quien permanece detenido, según indica el sitio Big Bang News.
Desde que recuperó su libertad, Leonela no pudo volver a ver a sus hijos. "Al más chiquito ni siquiera le pude dar un beso", se lamenta. Luego de su libertad condicional, sus abogados siguen dos frentes judiciales: la investigación por el homicidio de Sheila y la causa para poder recuperar la tenencia de sus cuatro hijos, todos menores de edad. "Todavía no los pudo ver. Los chicos están en un proceso de readaptación, estamos peleando la tenencia", aseguró a BigBang Hugo Icazati, abogado de Leonela.
Mientras ella lucha por recuperar a sus hijos, su marido sigue detenido en la celda número 4 en el Pabellón 7 del penal de San Martín. "No se volvieron a ver, ni se hablaron por teléfono. Él no conoce al bebé", advierten desde su entorno. En efecto, el matrimonio se disolvió al ritmo de las apresuradas decisiones judiciales que tuvieron que tomar: no sólo tienen distintos abogados, sino que además la estrategia de Leonela apunta contra él.
En la ampliación de su declaración indagatoria, la tía de Sheila acusó a su pareja de haberla golpeado, lo situó en todo momento en la escena del crimen, deslizó que habría intentado abusar de sus propias hijas y lo acusó de no haberle permitido moverse con tranquilidad por el departamento durante los cuatro días que duró la búsqueda. El dato no es menor si se tiene en cuenta que, para el fiscal, el cuerpo estuvo siempre ahí adentro y resultaba casi imposible que Leonela no lo haya visto. ¿La sospecha de mínima? Encubrimiento.
"Todavía lo sigo queriendo", reconoce en su intimidad la imputada, aunque consciente de su estrategia de defensa siempre aclara: "Si hizo esto, que lo pague". Sin intenciones de visitar a su marido, Leonela focaliza sus energías en reconstruir el vínculo con sus hijos. Ya no tiene miedo, ni custodia policial; aunque no volvió a tener contacto con su familia. "Las amenazas no siguieron, por lo que está más tranquila", asegura su abogado.
La causa se frenó con la feria judicial. Quedó pendiente la resolución con respecto a la apelación de la prisión preventiva que realizaron los abogados de González Rojas. En su declaración, el tío reconoció haber estado en su casa en la hora en la que se presume que Sheila fue asesinada, pero negó ser el autor material del homicidio.
Además, advirtió que su mujer no se encontraba en el departamento durante la franja horaria en la que, según la investigación, la nena fue asesinada. Es decir: la "corrió" de la escena del crimen. "Me senté afuera de mi casa a tomar tereré. De ahí arriba la vi a mi sobrina que estaba jugando con la hija de mi primo. Después se me terminó el jugo, entré y cuando salí de nuevo ya no estaban las nenas jugando", aseguró el imputado, quien vivía a pocos metros de la casa del padre de la nena; el último lugar en el que fue vista.
Luego, según su versión de los hechos, se quedó en el barrio hasta cerca de las seis de la tarde, hora en la que regresó su mujer. ¿Su hipótesis? Que el asesinato de la nena fue un "ajuste de cuentas", aunque se negó a dar nombres. Además, sostuvo que las heridas en sus brazos -compatibles, según entiende el fiscal, con un intento de defensa por parte de Sheila- se las hizo "con la puerta del baño de la casa de su suegro". En efecto, la familia se quedó a dormir el miércoles 17 -un día antes de que aparezca el cuerpo de la nena- en la casa del padre de Leonela. Al notar las marcas, según la declaración, su mujer lo interpeló y le preguntó si había estado con otra. Sin embargo, la otra imputada no sólo negó haberle hecho una "escena de celos", sino que además negó haber notado las heridas. "No se las vi. Ese día no tuvimos ninguna discusión. Él cocinó, mi hermana lavó los platos, después se bañó y se fue a dormir".
Quien sigue de cerca el avance del expediente es Yanina Pereyra, mamá de Sheila. "Entendemos que puede haber un riesgo de fuga y queremos evitarlo", sostiene Marín Francolino Anchorena, uno de sus abogados. En diciembre se reforzaron sus pedidos para que la tía vuelva a tener prisión preventiva.
En efecto, la querella insiste en la fragilidad de las pruebas que alejan a Leonela de la escena del crimen durante la franja horaria en la que fue asesinada su sobrina. Uno de ellos, tal vez el más cuestionado, fue el registro de la tarjeta Sube que certifica que con la misma se realizaron aquel domingo cuatro viajes: uno a las 11.25 y otro a las doce. Después, regresó tomándose otros dos a las 17.15 y 18.
Aunque la tarjeta está a su nombre, "cualquiera puede haberla usado. No indica que haya sido ella"; advierte Francolino. Sin embargo, hay un testimonio de una vecina del barrio Trujui que refuerza la coartada de Leonela. "La vi esa mañana tomarse el colectivo con sus chicos", aseguró la mujer en su declaración. ¿Hacia dónde se dirigía la imputada? Según su testimonio, fue a pasar el día a la casa de su hermano Martín, ubicada en Santa Brígida, luego de la fuerte discusión que mantuvo la noche anterior al crimen con su marido.
"No sólo se tiene que investigar en dónde estaba al momento del crimen, sino todo lo que realizó después. Si se demuestra que colaboró para ocultar o descartar el cuerpo estamos hablando de un delito también, más allá del vínculo que mantenía con el otro imputado", insisten desde la defensa de la mamá de Sheila.