Milani: la epopeya circular
El gran caminador que termina caminado.
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
"Le aplicaron su propia vacuna", confirma la Garganta. Al gran caminador lo "caminaron". Para entregarlo, envuelto, a las macetas con geranios del retiro. Como a cualquier competidor de los que supo entregar, en el camino del ascenso irresistible.
El destituido teniente general César del Corazón de Jesús Milani, titular del Estado Mayor General del Ejército, se despidió entre quiebres, reproches, y evaluaciones altamente auto-satisfactorias de su gestión. Pero sabe, según nuestras fuentes, que lo traicionaron. Lo embocaron.
Desde la política, por Carlos Zannini, El Cenador. Desde el ejército, por el general Carena, El Indemne, titular del Estado Mayor Conjunto. Al que subestimaba.
Junto a la señora Nilda Garré, La Princesa que Quería Vivir -ex Ministro de Defensa-, el subestimado Carena también colaboró para que Milani conquistara la confianza -siempre temporaria- del inflamado Zannini. Y sobre todo de La Doctora.
Vueltas de tuerca de la historia circular. Contiene a Zannini, el cordobés de la llanura. Y Milani, el cordobés de la montaña. Ambos de la misma edad. Caballos de Madera. Por maoísta discursivo, en 1974, Zannini fue apresado durante el gobierno que presidía el último Perón.
40 años después, Zannini emerge, en la práctica, como conductor vergonzante del Partido Justicialista Vegetal. Es la columna vertebral del Frente para la Victoria. Hoy El Cenador es el compañero de fórmula de Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol. Al que mandaba, según nuestras fuentes, a "caminar". Para hacerle "tratamientos intensivos de búsqueda informativa".
(Conviene tener en cuenta el extenso "blanquito" expresivo que reposa, suspendido y cargado de detalles, en el escritorio de determinado Juez Federal).
El cristinismo no banca sus instrucciones
Justamente a Milani lo rajan cuando estaba seguro de que, en caso de triunfar Scioli, iba a quedarse al mando del ejército. Por lo menos dos años.
Trasciende que Milani mantenía un trato más que amable con Scioli, con el aval inicial de Zannini y La Doctora. Pero el General era un adicto a la autonomía. Lo suficientemente rápido para cortarse solo. Y el cristinismo no banca sus propias instrucciones.
Y cuando El Cenador y La Doctora se resignaron a aceptarlo a Scioli como exclusivo candidato, liquidaron juntos, entre los dos, a Milani.
Las razones múltiples merodean entre el acertijo divulgador de los medios. Desfila el peso de las denuncias humanitarias. Las culpas relativas a la desaparición de un soldado en 1976. Cuando Milani tenía 22 años, como Zannini, que entonces estaba preso.
Pero durante la "dictadura" de pichones como el Cachorro Menéndez, Bussi o Camps, difícilmente un sub teniente de 22 podía decidir sobre la vida o la muerte de nadie. De ningún abnegado que pugnara, con cierta valentía, por la difusa Revolución social.
El drama consiste en que, por acusaciones similares, incluso menores, abundan los militares sexagenarios o septuagenarios que se agotan en la mazmorra de Marcos Paz. O en el lento calvario domiciliario, que colma de rencor divisorio a los familiares también condenados. Sin derecho cultural, siquiera, a quejarse.
Indagaciones inmobiliarias
Para inculparlo a Milani tal vez sean más consistentes, según nuestras fuentes, las razones del "enriquecimiento ilícito". Las que examina el Juez Federal Rafecas.
Moviliza aquí la adquisición de la residencia costosamente kitsch del barrio La Horqueta, en San Isidro. Por una indagación minuciosamente inmobiliaria inspirada en la venta, acaso simulada, del bulín mistongo del arrabal de Belgrano.
La fatalidad muestra al general de inteligencia, que se encontraba en la cúspide de su carrera (definido aquí como "el primer militar que en 30 años tiene cuotas de poder real"), acosado judicialmente por escrituras posiblemente dibujadas. Por las sospechas, en definitiva, sobre el manejo arbitrario de lo único que interesa de la "inteligencia" en el país declinante. Los fondos reservados. El verdadero origen de la procurada felicidad que se encadena.
En cambio poco y nada importa, para esta evaluación, el caramelo de madera del ascenso del coronel Granitto. Una estampilla de coronel mayor, para constar en actas, tan inútil como la ciudadanía honorable de cualquier municipalidad. Fue el premio consuelo por haberle negado a Granitto el ascenso. Mantiene el mismo sabor dulzón del azúcar impalpable que emana del caramelo de madera que saborea Oscar Parrilli, El Incomparable Godfrey. El caramelo de postulante al Parlasur. Mientras tanto, a su alrededor, al pobre Godfrey se le defecan de risa.
Autonomía del soldado sentimental
Correspondería indagar, según nuestras fuentes, en otras razones superiores. Como por ejemplo haberse reunido, en el departamento de la calle Libertad del consuegro, y con la mediación de cierto gravitante consultor, con alguna alta autoridad del enemigo Grupo Clarín.
Inspiradas, las dos partes, Milani y Clarín, por la inagotable pasión del trueque. Protección periodística contra información sensible.
Infortunadamente el idilio, según nuestras fuentes, no avanzó. Pero pudo ser suficiente para que lo crucificaran al César Corazón de Jesús. El militar implacable que se muestra, en la caída, como un soldado sentimental. La epopeya del general Milani remite a la literatura circular.
Cae como consecuencia de la autonomía que supo construir. Un atributo que es inaceptable en el cristinismo, ligeramente imperdonable. La autonomía fue la muestra gratis del poder que iba, en definitiva, a condenarlo.
El Ganjes del Cels
En adelante, a Agustín Rossi, no hay que llamarlo más El Soldadito de Milani. Asume su verdadero rol como Ministro de Defensa. Al desembarazarse de la figura fuerte que ni se le reportaba. Por los próximos cinco meses, Rossi deja de ser el complemento ornamental, a partir de la asunción, como Jefe del Estado Mayor del Ejército, del infante general Ricardo Cundom, Cambá. Un profesional, ideal para la transición. Le presenta sólo soluciones y ningún problema.
Pero Rossi tendrá más cerca la auditoría permanente de Garré, que abandona la embajada ante la inutilidad de la OEA, para asumir una cercana diputación aún menos trascendente.
Fue Garré quien, como titular de la Defensa, promovió al entonces coronel Milani. Cuando logró tres ascensos al hilo. Pasaron, para ser explícitos, como por un tubo.
Primero de coronel a general. Después a General de Brigada y de División. Un lapso enternecedor de Valium 40. De suave tranquilidad para el Centro de Estudios Legales y Sociales, el CELS. Es el Ganges Purificador, que dormía la siesta sospechosa del colaboracionismo. Y eso que al "Ganges del Cels" jamás se le escapaba ningún dato que pudiera interrumpir la carrera del penúltimo teniente coronel, leve sargento o triste gendarme.
Pero llamativamente con Milani el Cels se dedicó al reposo. Y lo purificó al Corazón de Jesús en tres oportunidades. Hasta que aparecieron los olvidados papelitos con la denuncia de La Rioja.
Entonces el Cels, como Kicillof con YPF, modificó su postura. Total nadie rinde cuentas y la coherencia es una romántica utopía.
El último muñeco. Stiusso
Después de enviar a regar las macetas con geranios a una serie de generales (Montero, Prieto Alemandi, "Tanguito" Bruera), Milani se cargó el último muñeco. Jaime Stiusso, El Ingeniero.
Para colmo -y para espanto de Parrilli- El Ingeniero amaga con volver, en diciembre. Después del 10. Deja Porto Fino, Los Ángeles.
Asegurar que Milani, El Seductor de Sexagenarias, o su creador, Fernando Pocino, El Búfalo, hoy lo extrañan a Stiusso, es, aparte de una transgresión del lenguaje, una manera de deslizarse por la historia contrafáctica.
Pero la "comunidad de inteligencia", el mundillo tenebroso del espionaje, registraba, con la presencia inmanente de Stiusso, un cierto orden. Distaba de ser el caos que es hoy. Donde, desde cualquier arma, se largan a jugar al fragmentario espionaje interno. Hasta competir con las agencias paralelas. Con los innumerables cuentapropistas que chupan teléfonos y correos.
Como los que se las ingeniaron para caminar, según nuestras fuentes, al gran caminador. Tema, claro, de otra entrega.Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com