Massa, un grosso, pide un nuevo cepo
Carlos M. Reymundo Roberts trae una nueva columna de análisis sobre los temas de la semana y la actualidad.
Por Carlos M. Reymundo Roberts
Antes de sentarme a escribir esta columna tuve muchas dudas sobre cuál había sido el hecho más importante de la semana. ¿Los barriles de efedrina descubiertos en Ezeiza? ¿El fallo de la Corte que autorizó los aumentos de la luz? ¿Que De Vido vaya a juicio por la tragedia de Once? ¿La presentación del libro El grito de la Victoria, de la Xipolitakis?
Son noticias de gran relevancia, sin duda. Vamos a la primera. El hallazgo de los barriles provocó un choque entre la ministra Bullrich y Gómez Centurión, desplazado de la Aduana. Discutieron sobre quién avisó primero. Durante el kirchnerismo, Aníbal Fernández y José Granero, de la Sedronar, también se peleaban por la efedrina, pero para ver quién controlaba el negocio. La segunda noticia. Como el Gobierno ha demostrado que el tema de las tarifas le queda grande, está bueno que la Corte, re gauchita, le dé una mano. Hay mucha gente -acaso el propio Macri- que se va a sentir más cómoda con una política energética diseñada por los jueces y no por Aranguren. La tercera. El agravamiento de la situación judicial de De Vido viene a demostrar que, así como no hay mal que dure 100 años, tampoco hay poderoso que sea inmune a 100 casos de corrupción. O 140, o 750, vaya uno a saber: Julio se tentaba fácil. Siento lástima por el gran arquitecto: tantos años juntando guita para tener que dilapidar parte de su fortuna en el pago de abogados carísimos. Suerte que se atrincheró en el Congreso, protegido por los fueros. A De Vido lo necesitamos libre, asesorando a la Corte en temas energéticos. La cuarta. El lanzamiento del libro de Vicky es un revulsivo en un panorama editorial previsible y monocorde. Si queremos que nuestros chicos lean, ¿qué los va a atraer más, el Yo acuso, de Margarita Stolbizer, o sentencias viscerales de la Griega como "los corpiños me dan claustrofobia y las bombachas las uso de vez en cuando"? Quizás por frases de ese tenor, muchos se toman a la ligera esta incursión literaria de Vicky, una chica que después de su amorío con Ottavis ha quedado asociada a la lucha por la liberación de los pueblos oprimidos.
En esas cavilaciones estaba cuando otra novedad me hizo cambiar el foco. Sergio Massa propuso, mediante un proyecto de ley, cerrar por cuatro meses las importaciones de bienes de consumo. La iniciativa puede sonar extraña porque, según el economista Nicolás Dujovne, en ese rubro la Argentina es una de las cinco economías más cerradas del mundo. Comparte cartel con Omán, Kazakhstán, Azerbaiyán y Rusia. Massa, Massita, un grosso, no hizo este aporte ultra proteccionista en cualquier momento, sino mientras el CEO Macri pactaba en Pekín la llegada de oleadas de baratijas chinas. Con su avanzada populista, Sergio bajó tres pájaros: se diferenció del Gobierno, le recordó al PJ que sigue siendo peronista y brindó su tributo a una política central del modelo K. El cepo que impulsa tiene una vigencia de 120 días, prorrogables. ¿120 días? A Massita le encanta ponerles número a las cosas. Como que una cifra redonda, precisa, te tunea cualquier verdura: "Hay que mandar 5000 soldados a las fronteras", "prometo derrotar la inflación en 14 días", "a los corruptos habría que castigarlos con 120 años de prisión"... Además, los cepos son como los nuevos impuestos: siempre hay que decir que van a regir por un tiempito.
Puede que algunos no estén de acuerdo con ideas como ésta, pero tienen la virtud de estimular el debate. Por eso, se me ocurrió pedirles a líderes políticos, sindicales y empresarios del país (y dos del exterior) que me dieran sus opiniones. Recibí respuestas muy interesantes. Adrián Kaufmann (UIA): "Leímos con mucha atención el proyecto y coincidimos totalmente: hay que cerrar las importaciones por 120 años". Hugo Yasky (CTA): "Lo que deberíamos cerrar por cuatro meses es el gobierno". Lilita Carrió: "¿Un nuevo spot de campaña de Massa? Sorry, no lo vi". Lázaro Báez y Josecito López: "Más que cerrar las importaciones, nosotros abriríamos las cárceles". Máximo Kirchner: "No tengo idea, pregúntenle a Kicillof". Kicillof: "Sergio, querido, los K estamos contigo". Donald Trump: "La Argentina tiene una sola forma de frenar la invasión de productos chinos: construir una gran muralla". María Eugenia Vidal: "Este tema tenemos que abordarlo todos juntos. Juntos podemos, podemos". Boudou: "Cero importaciones. Cero. Cuando yo necesito algo de otro país, viajo". Scioli: "Mi propuesta en esta materia es muy clara: hay que actuar con mucha responsabilidad". Maduro: "Nosotros no resolvimos el problema con recetas del Fondo Monetario, sino con el modelo bolivariano: no compramos nada afuera porque no nos quedó un dólar".
La polémica está lanzada, y ya se ve que son mayoría los que prefieren un país cerradito, protegido. Una Argentina bien argentina. ¿Qué nos puede dar el mundo, eh? ¿Un iPhone, una camperita Uniqlo, un Black Label? Chucherías. Nada que no pueda reemplazarse por algo nuestro. El desafío es equilibrar la balanza comercial. Un país que exporta un papa, una reina y al mejor futbolista del mundo tiene que pensar en vender así, con valor agregado, y no en llenarnos de cosas hechas por otros.
El problema es Macri, al que por algo Maradona llamaba cartonero: quiere ir a Once a comprarle a Antonia, por dos mangos, una Barbie madein Taiwán.