Lázaro Báez como Yabrán: el que se acuesta con niños amanece mojado
Los paleontólogos son científicos que estudian todo el universo de los dinosaurios. Llegaron a demostrar que una bestia que pesaba 30 toneladas tenía un cerebro de menos de 100 gramos. El riesgo de tener colaboradores que parecen dinosaurios.
Por Jorge D. Boimvaser
@boimvaser
A mediados de los 90, Federal Express -líder mundial del correo privado-, advirtió que el futuro de la correspondencia iba por vía electrónica y comenzó una reconversión de toda su logística a nivel mundial. Se venía una era de avances tecnológicos inaudita en la historia de las comunicaciones, y quien no se preparara para enfrentar los nuevos cambios, quedaba en el camino.
Alfredo Yabrán era en la Argentina uno de sus alfiles, aunque actuaba con autonomía para que la empresa de USA no ostentara el rango de firma monopólica. Cuando Federal Express pretendió hacer modificaciones estructurales, Yabrán se negaba a ellos. Fue un emprendedor (no hay que desconocerle ese mérito) pero careció de la visión de futuro respecto a la era tecnológica que se venía. No conocemos en detalle cómo fue su negociación privada con los líderes de la "Federal", recién ahora aparecen algunas voces que se animan a contar aquella experiencia traumática del "cartero".
Para hacerse fuerte en el mercado del correo privado, Yabrán utilizaba un grupo de ex represores (entre ellos, el tío de Victoria Donda) que se encargaban de amedrentar empresas rivales. Pesados en serio.
Para su seguridad personal y de la familia, Yabrán contaba con un mediocre sub oficial retirado del Ejército, llamado Gregorio Ríos. Cobraba 13 mil dólares/pesos mensuales, en la época que un café con leche completo salía apenas un peso. Era un sueldo de fortuna para un hombre con estructura de dinosaurio y cerebro... también de dinosaurio.
¿Viajamos al presente un ratito? Alberto Rodríguez Saá comentaba en TV hace poco que asfaltar un kilómetro de autopista en San Luis le costaba al Estado puntano 10 mil dólares, mientras que el mismo tramo y con idénticos materiales le costaba a Santa Cruz 25 mil dólares. Un sobreprecio obsceno que pagan los contribuyentes. Lázaro Báez jamás se dio por aludido, siendo el benefactor de esas obras públicas faraónicas.
Nunca respondió, ni dio conferencias (parecía decir con su silencio lo que decía Yabrán... "sacarme una foto o hacerme hablar en público es como pegarme un tiro en la cabeza"), solo se dedicó a comprar campos, hoteles y otras ostentaciones que no explicaba con el origen de qué fondos.
Pero todo parecía estar controlado, hasta cuando surgió el mito urbano que había erigido el mausoleo donde están los restos de Néstor Kirchner para utilizarlo como caja fuerte de los millones que le quedaban gracias a esas contrataciones fabulosas. Absurdo, pero ni así se le movía el pelo.
Hubo diferencias con Cristina Fernández, no todos los íntimos de Néstor también lo eran de su mujer. Pasa en cualquier vínculo, las parejas no siempre comparten las mismas amistades ni afectos.
Pero Lázaro Báez tuvo el mismo reflejo del Yabrán de los 90, utilizó un dinosaurio (enorme manejo de dinero, con cerebro pequeño pequeño) para manejar las finanzas "no declaradas", una especie de Gregorio Ríos que se llama Leonardo Fariña.
Otra vueltita por el pasado. Yabrán nunca dio la orden de asesinar a José Luis Cabezas, sólo le advirtió aquel enero trágico en Pinamar a Gregorrio Ríos que evitara ser fotografiado en esa playa donde jugaba de local.
Pero un cerebro pequeño pequeño no sabe razonar ni interpretar las ordenes, y Gregorio Ríos (es largo de contarlo aquí) elucubró con una banda de policías criminales y un grupo de marginales viciosos (borrachos y drogones), de Los Hornos, la muerte brutal del reportero gráfico de Editorial Perfil.
Yabrán no tenía estrategia de prensa y sus hombres de confianza estaban metidos a full en el conflicto con Federal Express. Su gente amiga en el poder vio que atarse al futuro del cartero era acompañarlo a caerse en el abismo. No sólo eran amigos menemistas, su plana gerencial eran profesionales del radicalismo, a quien había apoyado del 83 al 89. Pero el crimen de José Luis Cabezas era el límite hasta donde se lo podía acompañar, fuese o no responsable de su muerte.
El dueño de OCA quedó solo, nadie le atendía el teléfono porque el cerebro ignorante y criminal de Gregorio Ríos había arruinado la carrera empresaria de un hombre surgido de la nada. Yabrán fue muy hábil para los negocios e hizo crecer sus empresas aún cuando obrara con malas artes.
Con millones a paladas, pero sin vínculos en el poder, su fin se aproximaba a pasos agigantados.
El Gregorio Ríos de Lázaro Báez se llama Leonardo Fariña. No es homicida, queda claro, pero su incontinencia verbal y su irrefrenable deseo de mediatez puso a Lázaro Báez al borde del abismo del que no se retorna.
La Presidente Cristina Fernández y demás miembros de su mesa chica están más que furiosos con esta parodia que arma Leo Fariña y su gente cada vez que abre la boca.
No hubo conferencia de prensa de Báez sino lectura de un comunicado y el desliz de un término inapropiado para cuando se trata de aclarar lo inaclarable. La palabra "forro" no es para uso en casos extremos. Denota impotencia, desesperación.
El fin del imperio Yabrán tuvo nombre y apellido, Gregorio Ríos. El ocaso de Lázaro Báez por ahora se llama Leonardo Fariña.
Como esos dinosaurios que pesaban cincuenta mil kilos y poseían un cerebro de 80 gramos (lo estudiaron los paleontólogos, no es invento nuestro), hay hombres fuertes en lo suyo que caen por rodearse de personajes con cerebros tan pequeños como los de aquellas bestias.
Y ya lo dice el refrán: "El que se acuesta con niños, amanece mojado".