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Caza de brujas en el Instituto Patria, las arduas condiciones de Roberto Lavagna y la epopeya del déficit cero

Macri se verá con Bolsonaro y Piñera. Intríngulis en el PJ Alternativo.

Oferta volátil para una demanda que ya decidió


La volatilidad de la oferta electoral sigue sin responder a la firmeza de la demanda del público. Esta punta del mercado político es estable y señala las mismas necesidades de siempre, y parece responder en 2019 con las mismas preferencias de 2015, cuando la diferencia entre Cambiemos y el peronismo no llegó a los 3 puntos, en un balotaje. Esa volatilidad es consecuencia de dos factores: 1) La tumultuosa gestión del Gobierno, que se ató al mástil del FMI como Ulises cuando navegaba con los suyos por las islas de Sicilia, para resistir a los cantos de sirena. Cree que logrará el amor del pueblo si persiste en la epopeya del déficit cero. Tiene lógica, porque te calificarán por el resultado de ese empeño. Pero tiene más de enigma: ¿llegará el premio a tiempo para salvar al Gobierno en las urnas? Como en la Odisea, Ulises se hizo atar al mástil de la nave, sin taparse los oídos como sus marineros, para protegerse del canto fatal de las sirenas. Para algo era el conductor.

2) La formidable crisis de los partidos, que deja todo en manos de los caciques. Cambiemos resiste a esa volatilidad con el armado que le da tener el Gobierno. Esto le permitió lanzar a su candidato, Macri, en diciembre pasado y lo tiene haciendo ejercicios precompetitivos en la cancha, desde la aprobación del presupuesto 2019. Esa ley es un acuerdo político con los gobernadores, con beneficios mutuos para la oposición y también para la Nación. Con ese relato acordado, Macri pasó el verano y cerró procesos como el de Neuquén, en donde jugó a la ficha ganadora y degradó la leyenda de que el cristinismo era imparable en el emirato de Vaca Muerta. 1 a 0.

Tambalean los peronistas con más poder


El peronismo no sale del desmadejamiento de no tener un líder, tampoco un programa, y con el despliegue territorial herido por lo menos en seis de los siete distritos más grandes en cantidad de votos. Celebra todos los días la malandanza económica del Gobierno, pero tiene que explicar la crisis de sus principales figuras. Cristina, la-que-mide-más, entró en emergencia personal de manera sorpresiva y viajó a Cuba a atender una crisis familiar que conmueve a todos. Su salida desnudó la precariedad de ese armado.

En el Instituto Patria hay una caza de brujas para saber quién armó el video que se transmitió con música, imágenes y letra de la expresidenta en la cual explica su situación. La pieza proselitista comienza con la frase "Estás escuchando esto porque...", algo que muestra que esas palabras no tenían destino de video, y que alguien hizo la mezcla. El video sirvió para que se desencadenase la trama de la caída de su candidatura. A su real jefe de campaña Alberto Fernández, se conoce ahora, en algún momento le pudo preguntar: "¿Y vos qué vas a hacer si yo no voy?"

Esas palabras, dichas en la intimidad, alcanzan ahora sentido, mucho más que las interpretaciones de los entornistas. La misma fragilidad manifiestan otros dos peronistas, entre los de mayor peso, y que esta semana van a actuar para la foto más importante de la oposición: Juan Schiaretti y Roberto Lavagna. El cordobés es seguramente el hombre con más poder político dentro del peronismo . Gobierna la segunda provincia más grande, y nadie le hace sombra para que repita mandato. Le dijo a Miguel Pichetto la semana anterior que no tiene salud para ser candidato presidencial. Pero ya antes se había bajado de una presidencial, y no estaba tan enfermo.

Lavagna es seguramente el más prestigioso en la galería de los peronistas y se presta, ya sin reticencias, a actuar todos los modos de un candidato presidencial. Este jueves habla en un almuerzo de la Fundación Mediterránea y después se entrevista con Schiaretti. Si no los rodeara tanto melindre de campaña, sería la foto de una fuerte fórmula del peronismo. Pero Lavagna también interpone condiciones de arduo cumplimiento: que le armen la candidatura, que haya unidad de sectores del peronismo y de otros partidos - socialistas, margaritos, ricardistas -, y que haya una PASO con una fórmula de consenso, pero en la cual esté, naturalmente él.

Las condiciones de Lavagna desarman a los peronistas alternativos

El oficialismo prospera gracias a esos juegos de póker que revelan pesimismo: Cristina consiente que sus entornistas pongan en duda su voluntad de ser candidata, Schiaretti se refugia en los claustros cordobeses y Lavagna le pide al peronismo una elasticidad que le cuesta sangre. Esto puesto en la misma pantalla expresa desconfianza en el futuro. También desalienta voluntades. Sergio Massa fue quien lo trajo a Lavagna de vuelta al escenario en 2012, después de la aventura presidencial de 2007.

Hoy, pese a que es un hábil caminador de cornisas, no puede adivinar qué hay detrás de la sonrisa de Lavagna, de cuya boca no sale la confirmación de una candidatura. Un campeón Lavagna, porque enloquecerlo a Massa es toda una proeza. A Urtubey ese ánimo de Lavagna también le desarma el juego. Juntó la elección en Salta con la presidencial imaginando que será candidato a presidente en unas PASO del peronismo. La unificación de fecha es funcional a su intención de asegurarle la gobernación a un sucesor negociado, a quien le aportaría sus propios votos como candidato presidencial. Para él una fórmula acordada con Lavagna lo saca del juego.

Este difícil esmeril sobre los proyectos ajenos, obliga a la Mesa de los Cuatro (Schiaretti, Massa, Urtubey, Pichetto) a mostrarse de nuevo juntos como los dueños del sabot. Schiaretti le dirá a Lavagna que habrá PASO, para darle una oportunidad todos, y que sólo volverán a hablar si éste se compromete en serio con el sello Alternativa Peronista. La respuesta que dé Roberto a esa consigna definirá el destino de todos. Puede ser la noticia de la semana para el peronismo y adelantar la reunión de los Cuatro. Un detalle: en los focus groups del comando de campaña del massismo, lo que el público más recuerda de ese sello es la foto de los Cuatro en las oficinas de Guillermo Seita, que es el gerente del encuentro del jueves en Córdoba. Esos sondeos marcan la conducta de los personajes. El próximo sábado, por ejemplo, Massa estará en Río Gallegos para un acto de penetrante aroma clerical, como la asunción del nuevo obispo de esa diócesis. Se trata de Jorge García Cuerva, que hizo tareas en la villa La Cava de San Isidro y en la pastoral penitenciaria. Es un sacerdote ligado al grupo de San Isidro - del emérito Jorge Casaretto- a quien el papa Bergoglio envió a Lomas de Zamora (donde fue obispo auxiliar) y ahora a Río Gallegos.

Massa es amigo del nuevo obispo, y el viaje le permitirá una foto pía pero también estar cerca de Alicia Kirchner, que asistirá a la ceremonia.

El comando supremo de Cambiemos le usa la casa a Macri


En el oficialismo ya funciona un comando político de campaña que sesiona por encima de la mesa de Cambiemos y por debajo de los túneles que comunican a las tribus que conviven bajo el paraguas del Partido del Balotaje. Ese comando sesiona en Olivos en oficinas del área presidencial, pero sin la presencia de Macri. Lo integran Marcos Peña, Elisa Carrió, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Mario Quintana y Maxi Ferraro, presidente de la Coalición. No hay allí, por ahora, ningún representante de la Unión Cívica Radical, aunque Carrió lleva la representación personal de Gerardo Morales, hoy el radical más cercano a Macri.

El jujeño es de la raza de los radicales creativos, y es hoy objeto de estudio por el peronismo en su rol de inventor de "la gran Morales". En 2015 fue candidato a gobernador de Jujuy colgado de las fórmulas de Macri y de Massa. Los intendentes del peronismo de Buenos Aires estudian un formato parecido: elegir un candidato único a gobernador, que vaya después colgado de varios postulantes a la presidencia por el PJ. Ese rol en la mesa de las decisiones hace que Carrió se mueva con cuidado con los radicales. Por ejemplo, no ha dicho nada sobre la candidatura de Lousteau a senador en la banca que ocupa hoy Federico Pinedo, hombre clave del oficialismo. Para quienes ven doble o se informan con la guardia equivocada de Olivos, ese comando estuvo reunido en la residencia presidencial el viernes 7 de marzo, sin la presencia del Presidente. Al día siguiente Carrió fue a Los Abrojos, en donde parlamentó con Macri sobre la superación del entuerto entre Mario Negri y Ramón Mestre en Córdoba.

En la cita del viernes se atornilló la posición pro Negri del Gobierno, y se diseñó el mapa de asistencia de Mario y de Carrió a actos de campaña en el interior. La jefa de la Coalición recibió a Larreta, Quintana y Fabián Rodríguez Simón el jueves en su casa de Capilla del Señor, y les advirtió que hasta después de Semana Santa ella no estará disponible para salir al interior. Carrió suele respetar la liturgia de la Cuaresma y atiende a los rituales desde el Miércoles de Ceniza hasta el domingo de Resurrección. En el armado de la campaña, sus socios de Cambiemos, que tienen una piedad parda que no se remedia con tres padrenuestros, le aceptan esas condiciones, que Carrió impone con la firmeza con la que Juanjo Aranguren trabajaba la línea de los tarifazos. Te gusta, o te vas. Me quedo, dicen los visitantes al santuario de Capilla.

Parecía imposible: Bolsonaro y Piñera lo corren a Macri por derecha


Los aficionados a sacar conclusiones sobre la conducta ajena basadas en la contigüidad tendrán pasto gratis esta semana. Mauricio Macri estará con Jair Bolsonaro y Sebastián Piñera dos veces en 48 horas. Al Presidente hay que mantenerlo lejos de las roscas, pero no lo cuidan tanto del rosqueo global.

Los opositores quieren mostrarlo a Bolsonaro como un mentor de la política oficial de seguridad, cuando Patricia Bullrich ha dicho que las posiciones sobre mano dura las adoptó su cartera mucho antes, algo que comparte con caciques de la oposición como Sergio Massa, que desde 2013 hace músculo pidiendo gatillo fácil. Le rindió en votos en 2013, pero no le bastó para seguir en carrera.

Esa identificación la quiere hacer rendir el Gobierno en la campaña, para saciar las demandas de mayor seguridad, y de paso arrinconar a la oposición - como lo hace con iniciativas como la extinción de dominio- en el patio de quienes defienden a los malos. Bolsonaro y Piñera vienen a Buenos Aires a la cumbre Sur-Sur de la ONU.

El chileno aprovechará para lanzar junto a Macri y los colegas de Uruguay y Paraguay el proyecto de una Copa del mundo en el año 2030 repartida entre los cuatro países. Pero el viernes reaparecerán los tres en Chile, adonde Piñera ha convocado a un almuerzo para mostrar las ventajas de su proyecto de reemplazar la Unasur con otro sello, Prosur. Unasur fue un invento del tercerismo regional que se le debe al caletre de Lula y Eduardo Duhalde.

Era la OEA sin estados Unidos y Canadá. No queda nada, porque aquellas utopías se embarraron y el péndulo se fue para el otro lado. Le queda una cueva de contratados por Ernesto Samper (ya renunciado como secretario) para un proyecto que nadie conoce; un edificio en Ecuador, que el gobierno de Lenin Moreno reclamó le devuelvan para poner una universidad y el monumento a Néstor que vaya a saber quién se lo quedará.

Para decirlo rápido, Piñera quería otra construcción regional de países de centroderecha, para darle un destino global a su administración, muy teñida de la insularidad de Chile. También para sacarse los celos del protagonismo del Grupo de Lima, ganado en la crisis de Venezuela. En el almuerzo del viernes en Santiago, adonde van otros presidentes, como el colombiano Duque, tratará de convencerlos de que se arme un nuevo grupo, con sello y banda. Bolsonaro dirá que no - no quiere recorrer los pasos de Lula ni en esto-. Macri irá junto a Fulvio Pompeo a decir que está de acuerdo en armar un grupo de Whatsapp que sirva como mecanismo de consulta entre presidentes ante casos de crisis.

Pero que no quiere que se arme otro circo que cueste plata,como ocurre en el moriente Unasur. La señal del ánimo de Macri la da el hecho de que Jorge Faurie no viajará y se hará representar en una cena previa del jueves, por el subsecretario de Asuntos de América, Leonardo Sahores.

El canciller se queda en Buenos Aires para presidir la asamblea Sur-Sur, que da más rédito. Un desaire chiquito a Piñera, que es amigo, pero hasta ahí.