Yo me creo lo que digo (aunque no sea cierto)
Una de las peores acciones de los funcionarios del poder político, precisamente, es creer que lo que dicen tiene alguna relación con lo que realmente hacen o pasa.
Cuando el Presidente cree que las ayudas del Estado llegan a todos los argentinos: ¿está convencido de que es así o le dicen que es así y él se lo cree? En ambos casos es grave. El gobierno dice que pagaron la mitad de los salarios de 2.500.000 personas. Es una ayuda importante. Pero en realidad cubre apenas al 12% de la población económicamente de la Argentina (20 millones de personas). ¿Y el resto? El gobierno dirá que para el resto está el IFE (ingreso familiar de emergencia) que lo cobraron 9 millones de personas extendido casi en dos meses. Lo que en realidad significa un bono de 5000 pesos mensuales.
No es mucho pero es algo. Hasta allí la cobertura llega a unas más de 11.500.000 personas. Poco más de la mitad de la población económicamente activa. ¿El resto? Del resto algunos sabemos que algunos reciben salarios regularmente porque muchas actividades no han mermado con la pandemia. Pero quedan afuera millones de personas que no están en ninguna nómina. Cuentapropistas, comerciantes, dueños de pymes, peluqueros, profesionales, etc. Son millones a los que la ayuda estatal no les llega y ni siquiera los roza. Cuando dicen que la mano del Estado los cubre a todos: ¿sabrán éstas cuentas?
¿Y los 5.000 pesos para el personal de salud?
Con gran despliegue se anunció que todos los trabajadores que están en la primera línea de batalla contra la pandemia se los iba a asistir con un bono extra de 5.000 pesos. Bien merecida esa retribución extra. Acto de justicia sin duda pero del dicho a la acción se entra nuevamente en la lógica perversa de creerse lo que dicen. Todavía nadie cobró esos 5.000 pesos. Ni los que trabajan para el Estado ni los privados.
Tres mil pesos para los que atienden comedores y merenderos
Miles de voluntarios cocinan, atienden, sirven, limpian y se desloman en comedores y merenderos de todo el país. Con justicia, el gobierno decidió darles un bono de 3000 pesos. No es mucho pero vale como símbolo aunque sea. Resultado: todavía nadie lo cobró.
La delincuencia salió de la cuarentena
La seguridad siempre es una promesa incumplida. Pero siempre está en el discurso del poder. Berni definió una realidad de un enclave del Conurbano de la provincia de Buenos Aires: “Esto anoche era Sinaloa”. Sinaloa era anoche, el mes pasado y hace años. Esto no lo ha podido cambiar nadie. Pese a los discursos y las promesas. Nadie quiere hacer historia con este tema y quizá tampoco pueda. Berni tiene siempre la misma cantidad insuficientes de policías y aunque hoy los mande a Villa Madero mañana los va a necesitar en el Camino Negro o en Morón.
Las políticas públicas contra la inseguridad requieren algo más que palabras. Hace falta generar trabajo, empleo, movilidad social ascendente y también cárceles y tecnología para combatir el crimen. De todo esto casi no hay nada en las últimas décadas.
Bancos y pandemia
Palabra oficial. Créditos a baja tasa para asistir a pymes y usuarios de tarjetas de crédito. Desde el Presidente para abajo todos están convencidos que esta voluntad oficial se está cumpliendo con un mecanismo aceitado y que el beneficio llega a sus destinatarios. Realidad: es casi imposible acceder a esos créditos. Hace pocos días, Julio Bárbaro me relató su fracasada odisea para lograr un préstamo para ir a compra de un tractor. Monto de ninguna manera inaccesible para una cuenta impecable y calificada como la que presentaba Bárbaro. Ningún banco le dio el préstamo. Tenía avales y garantías que excedían ampliamente el monto de dinero solicitado. Pero hasta ahora ningún banco aceptó darle la plata. Pero no solo es el problema de Julio Bárbaro. Miles de empresas pidieron apoyo crediticio y los bancos no aflojan. El discurso oficial habla de asistencia a las empresas pero los bancos siguen mirando para otro lado.
Ejemplos sobran. Palabras también. El problema sigue siendo que los funcionarios creen que lo que dicen y prometen es verdad. Y nuevamente la pregunta: ¿creen que lo que dicen y prometen se cumple? ¿Están convencidos que eso se hace como dicen o en el fondo no les importa que la palabra y los hechos estén cada vez más lejos?
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