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Yacyretá: la corrupción que perdura

La jefa del Estado reinauguró la represa, sin voluntad de investigar el escándalo que ha significado su construcción

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner acaba de reinaugurar la central hidroeléctrica binacional de Yacyretá. En su desmesurado afán por inaugurar absolutamente todo, varias veces si fuera posible, como si gobernar consistiera apenas en protagonizar una larga campaña electoral, ella misma había estado ya en ese lugar, cortando cintas pomposamente hacia fines de 2007. La obra, recordemos, se comenzó a construir en 1983, hace más de 27 años, y fue oficialmente inaugurada en 1998.

Como cabía esperar, la primera mandataria nada dijo acerca del costo de la represa, a la que Carlos Menem calificara en su momento de "monumento a la corrupción". No se sabe a ciencia cierta y parece que nunca se sabrá. Ningún gobierno, sin embargo, hizo la investigación sobre el tema que correspondía haber hecho, de la mano de Paraguay. Todos miraron culposamente para otro lado y hasta cuando un proceso arbitral en marcha podía comenzar a arrimarse peligrosamente, fue interrumpido mediante un amañado y repentino recurso judicial.

Todo parece turbio y opaco en torno de las constantes insinuaciones de corrupción referidas a Yacyretá y, aún así, se lo usa como instrumento apto para provocar aplausos y servir de oportuno telón de fondo a las ambiciones políticas personales. Por eso, el costo real de la obra es un misterio insondable. Se conjetura que estaría en el orden de los 14.000 millones de dólares, los que podrían aún incrementarse en unos 1500 millones más si se pierde el juicio con el consorcio constructor.

on todo, la cuestión de la corrupción, pese a su gigantesca dimensión, no parece preocupar a muchos políticos, que prefieren ignorarlo. La mayoría del Congreso, por ejemplo, no ha considerado necesaria una comisión binacional investigadora. Y la Presidenta simplemente tocó el tema al pasar, al expresar que "además de la corrupción, (Yacyretá) fue el símbolo del fracaso y la frustración". Sin dudas es así, pero la lucha contra la corrupción debería ser mucho más que una mención en un discurso presidencial. Es mucho más que un número o que un ejercicio de memoria. Es un delito grave que debe ser investigado, aunque a algunos no les parezca que esto debe ser así y sólo se les ocurra mencionarla, como si fuera un tema menor.