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¿Y si nos metemos todos?

*Por Luis Riva Fundador de Con vocación por San Isidro. Al estilo del mayo francés en que los jóvenes proclamaron la consigna tan audaz como ingenua prohibido prohibir, los argentinos manifestaron su repudio a la dirigencia política en la crisis del 2001, con un estruendoso ruido de cacerolas al ritmo del que se vayan todos.

A diez años del repudio popular a un sistema político que transformó la genuina representación del pueblo en una democracia clepto-burocrática, el cierre de listas para las elecciones del 2011 parece mostrar la inutilidad de ese grito de protesta.

Por momentos algunos creyeron que la fallida democracia representativa solo podía ser reemplazada eficazmente con una democracia participativa directa, que se viviera entre piquetes, cacerolazos, manifestaciones y escraches. Forma de participación que se difundió al punto de lograr también el hartazgo de las personas que percibieron que los resultados de los reclamos tenían que ver más con la capacidad de molestar, que con la razonabilidad de las demandas. Y además que la vía directa de participación de unos pocos, lograba vulnerar los básicos derechos de muchos.

El rabino Sergio Bergman lo ha dicho con claridad en el prólogo al libro, que escribimos con Martín Lutufyan, No te Metás: Que se vayan todos no funcionó. ¡Se quedaron casi todos, y algunos quieren hacerlo para siempre Que nos metamos todos puede funcionar y eso solo depende de nosotros. Yo me pregunto: ¿Por qué no intentamos ese camino que puede ser el punto de quiebre entre tolerar una política de espaldas a la gente y pretender que la solución está en la protesta desordenada que defiende algunos intereses y perjudica muchos otros? ¿Cuáles son los motivos que en Argentina desalientan la auténtica participación ciudadana y política?

En No te metás sostenemos que hay al menos tres factores determinantes que resumen infinidades de motivos por los cuales a las personas no le atrae la política como cuestión de su accionar individual. El primero lo analizamos en la tesis del desencanto, fundada en el escepticismo militante que ejercemos ante la posibilidad de cambio, de hacer las cosas mejor. Luego del nunca interrumpido ciclo de encuentros y desencuentros, de avances y retrocesos, de esperanzas intensas y decepciones profundas, los argentinos creemos que nada puede cambiar. El desencanto es parte de nuestra cultura, nuestra queja lastimera es parte de nuestro día a día y el no te metás se transforma en filosofía de vida, siendo incapaces de ilusionarnos con un futuro mejor y posible.

En segundo lugar la tesis de la insignificancia. Aún cuando hay quienes tienen voluntad de transformación de la sociedad y entienden la importancia de dedicarle tiempo a la cuestión pública, encuentran barreras para adentrase en la actividad política donde encuentran partidos convertidos en aparatos electorales y vacíos de auténtica participación que repelen y neutralizan a quienes se les aproximan. Quienes están entusiasmados en hacer aportes genuinos por el bien común encuentran la vía de participación en organizaciones de la sociedad civil, muchas de ellas de extraordinaria capacidad y calidad, pero que se concentran en un universo reducido por cuanto la única forma de solución integral es el diseño y la implementación de políticas públicas. Las acciones solidarias son fundamentales para quienes las reciben, pero no alcanzan a cambiar la realidad.

Pero aún es el tercer factor de expulsión de la participación política que resumimos en la tesis de la corruptibilidad que sostiene que hay muchos hombres y mujeres honrados que desearían comprometerse con lo público pero no lo hacen por lo deshonrada que está la actividad política partidaria y por la hegemonía de la clepto-burocracia que muchas veces ha convencido al ciudadano común que el roban pero hacen es un justificativo razonable y una forma imprescindible de gestión pública que ahuyenta a quién no está dispuesto a involucrase en ello..

En No te metás se sugieren múltiples caminos para vencer estas barreras de no participación que permitan superar la inactividad política. El construir desde abajo hacia arriba, la formación de círculos de confianza, la subsidiariedad, el trabajo en red, la participación en la política municipal, son respuestas concretas y tangibles que permiten tener una visión esperanzadora para superar una realidad que parece frustrante e inmutable.