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¿Y el voto electrónico o la boleta única?

Es evidente: como ocurre desde hace décadas, no hay vocación política para acelerar la reforma de nuestros mecanismos electorales, introduciendo el voto electrónico o la boleta única. Hay nuevos impulsos y actualizadas excusas que orillan la hipocresía, para no concretar la reforma con miras a las urnas del 23 de octubre.

Los fenómenos de arrastre electoral -tanto los que sumaron como los que restaron el domingo en las primarias- y los antecedentes en Santa Fe y Córdoba, han revitalizado el debate por la necesidad de replantear los mecanismos de elección en Mendoza, pretensión que se anuncia desde hace décadas y que siempre ha enfrentado excusas para evitar su implementación.

En la Legislatura se advierte entusiasmo de la oposición por imitar los mecanismos utilizados en Salta, Santa Fe o Córdoba –voto electrónico o boleta única- como forma de contrarrestar el empuje nacional de la fórmula presidencial del kirchnerismo sobre las candidaturas provinciales y municipales.

En cambio, en el oficialismo provincial y municipal, la reforma provoca indiferencia y oposición terminante, "porque no dan los tiempos", "porque se desvirtúa el papel del partido político" u otras excusas para eludir la transferencia del poder de decisión del dedo de las partidocracias al de los vecinos.

La misma razón es aún esgrimida por la dirigencia política local para no adherir a la Ley nacional que dispuso primarias abiertas, simultáneas y obligatorias en todos los partidos políticos y que fue descaradamente ignorada por los partidos locales (aunque, de hecho el domingo pasado, las urnas no definieron internas sino convalidación de lo que ya habían digitado las dirigencias en acuerdos íntimos).

El senador demócrata Carlos Aguinaga presentó un proyecto de ley para implementar la boleta única en Mendoza en la contienda electoral de octubre: tras la traba impuesta por el oficialismo para ser tratado en el recinto, el proyecto fue a parar a comisión, donde se estima que dormirá otro sueño eterno como los intentos anteriores. Tal cual era previsible contó con la adhesión de todos los bloques opositores y la negativa a ser tratado inmediatamente sobre tablas por parte del justicialismo en el poder.

La resistencia de la aristocracia partidaria es comprensible: con la entrometida pantalla el dedo de los dirigentes del partido o del intendente eterno -y la lista sábana, su consecuencia- es remplazado por miles de dedos o por la birome del vecino que elige y arma la lista de su predilección, marcando su preferencia con un simple tilde o cruz en la boleta única o con sólo presionar levemente con la yema del dedo la foto del candidato que le gusta en el caso del voto electrónico.

Los primeros intentos de reforma a la mecánica electoral y a la de representación se oyeron en Mendoza en los 80, empujados los partidos por los propios electores. Hubo numerosos proyectos y otras tantas excusas para postergar el debate y la decisión. Igual que hoy, cuando el PJ, el Ejecutivo provincial y los de los municipios beneficiados por el arrastre presidencial -efecto contundentemente evidenciado el domingo-  no están para nada interesados en modificar la actual ley, amparados en el destino electoral de la fórmula nacional: Fernández de Kirchner-Boudou.
 
Es que la boleta única abre una instancia local y de selección preferencial en cada uno de los rubros de las elecciones de octubre, con efectos similares a los que generarían las elecciones adelantadas, circunstancia que claramente elude el oficialismo mendocino y los clanes municipales de reelecciones continuas y sucesiones familiares.

Si ya no hay vocación de acelerar la reforma para el 23 de octubre, al menos debería la ciudadanía presionar para que sea debatida y sancionada antes del fin de las sesiones ordinarias, de manera que rijan efectivamente en la próxima cita electoral, las legislativas de 2013.