DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Y de pronto es la noche

* Por Por Sergio Serrichio. A cinco meses de las elecciones presidenciales, el vacío opositor dejó al gobierno solo con sus fantasmas, tanto en materia política como en las más pastosas cuestiones económicas.

La sola posibilidad de que Cristina Fernández no sea candidata en octubre aterra a las huestes kirchneristas. Sin ella, el proyecto de poder al que suelen atribuir cualidades transformadoras -políticas, económicas, hasta culturales- se disolvería en el aire.

Por eso, luego de que la presidenta rechazara tanto la "explotación" (de los trabajadores) como la "extorsión" (de los sindicatos), palabra inequívocamente dirigida al secretario de la CGT, Hugo Moyano, y confesara de que no se muere por seguir siendo presidenta, pues ya dio "todo lo que tenía", el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, salió a achicar el pánico K diciendo que la candidata es Cristina o Cristina.

Es extraño que un potencial candidato diga lo que dijo la presidenta. ¿Está agotada de verdad? ¿Podrá sobrellevar sin desfallecer la muerte de su compañero de la vida, padre de sus hijos, marido y socio político, a lo largo de todo un nuevo mandato?

La posibilidad de que se trate de un cálculo político, sin embargo, ganó peso con la confirmación, por parte de una Cámara Federal, del procesamiento judicial a tres hombres de Moyano implicados en la causa por medicamentos truchos, falsificación de troqueles y fraude con los fondos de la Administración de Programas Especiales (APE) de las obras sociales, una voluminosa caja que enjuga los costos de los tratamientos medicinales más sofisticados y caros y que, todo indica, también sirvió para enriquecer a los jerarcas sindicales y sus acólitos.

Todo con la firma de Moyano, cuya defensa pública fue hasta ahora compararse con el presidente de EEUU, Barack Obama, a quien -dijo, con aire serio- nadie le echa la culpa de que haya dólares falsos.

El constante desafío del jefe de la CGT a su poder, como si fuera un socio en igualdad de condiciones, debe haber hartado a la presidenta. Si Moyano es "piantavotos", como dijo el gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, ¿qué mejor que convertirlo en enemigo para la campaña electoral?

Puede servir para ganar votos de la esquiva clase media urbana que, en 2007, le dio la espalda (en aquella elección presidencial, Cristina perdió en las grandes ciudades, su triunfo se sostuvo en el conurbano bonaerense, el Norte y Sur del país y las pequeñas localidades del centro, que en 2008 se le pusieron en contra durante la rebelión fiscal del campo).

Dos 'coincidencias' abonan la tesis del cálculo político: la decisión de la Cámara se conoció el mismo día en que la Presidenta anunció cambios en el sistema de control de medicamentos, para evitar que los adulteren (además, insinuó la centralización del sistema de compras de las obras sociales sindicales) y se inició el juicio de 'Madonna' Quiroz, el chofer de Pablo (hijo mayor y heredero de Hugo Moyano en el gremio de los camioneros), por portar y disparar un arma en el traslado de los restos de Perón, a fines de 2006, acto en el que el gobierno del entonces presidente Kirchner confió la seguridad no a la Policía Federal sino a los sindicatos.

Aquella vez, la trifulca (que, según el bueno de Madonna, él aventó a tiros "para evitar una tragedia") fue entre los camioneros de Moyano y los trabajadores de la construcción, que lidera Gerardo Martínez, el hombre a quien Cristina querría encumbrar en una "nueva" CGT.

Del lado de los costos, claro, está la posible respuesta de Moyano que, con ayuda de los Kirchner, acumuló un poder inédito; controla el transporte de cargas (camiones, peajes, logística, verificación de contenedores, participación en la principal línea ferroviaria de cargas del país), puede provocar nudos y desabastecimiento y es el único capaz de disputar al gobierno y su entramado de organizaciones sociales, el "control de la calle".

Pero las artes con las que la Presidenta puede "ganar" en el cálculo político no le sirven en la economía. Un conflicto de esta envergadura es, de por sí, un factor de complicación en ese frente. Ahí están, de entrada, la terca inflación, la brecha entre el dólar oficial y el "paralelo" (reflejo de la renacida fuga de capitales y síntoma de crecientes expectativas de devaluación) y el renovado conflicto comercial con Brasil, el socio "estratégico" de la Argentina.

A fines de enero pasado nos preguntamos aquí ("Comercio Exterior, 'arrugue de barrera' con Brasil") si el gobierno mantendría al socio del Mercosur al margen de sus medidas para frenar las importaciones, cuyo vigor hacía peligrar el superávit comercial, uno de los supuestos pilares del "modelo". Días después, la entonces flamante presidenta brasileña, Dilma Rousseff, visitó Buenos Aires e intercambió gentilezas con Cristina.

En febrero, sin embargo, a través del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, el gobierno endureció el freno a las importaciones, y esta vez incluyó a Brasil. La paciencia de Rousseff duró tres meses y muestra una diferencia fundamental con Lula da Silva.

La respuesta fue dura: al frenar en frontera el ingreso a Brasil de autos y autopartes argentinos con la excusa de las 'Licencias No Automáticas' (el mismo truco que Moreno aplica a 577 productos brasileños), obliga al gobierno de Cristina a buscar una rápida solución si quiere evitar parates y suspensiones en las automotrices, motores de la "recuperación" industrial. Si no, ¿dónde ponemos los autos? preguntan en las terminales, que viven de las ventas a Brasil.

Además, los problemas en Europa (expectativa de default griego, con reverberaciones en Portugal e Irlanda, para comenzar) debilitaron al euro, fortalecieron el dólar y llevaron a una caída cercana al diez por ciento de las materias primas, incluida la soja, principal abastecedor de divisas del "modelo" productivo.

Mientras, la creación de empleos sigue estancada (desde 2008, precisa el economista Jorge Vasconcelos, en Brasil el empleo privado aumentó 8,4 por ciento, pero en la Argentina lo hizo apenas 1 por ciento).

Como en el título de la principal obra del poeta italiano Salvatore Quasimodo (Ed é súbito sera), de pronto se hizo la noche. En verdad, no es tan grave pero sí es hora de que el gobierno alumbre con sus propias luces. La oposición, por lo visto, no las tiene.