Vuelve la crispación
En una democracia sana, el que sea mejor dialogar que pelear o que a los gobernantes siempre les convenga escuchar diversas opiniones...
... son, o deberían ser, verdades de Perogrullo, pero, como entiende muy bien el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, se trata de principios que no comparten muchos kirchneristas, de ahí el discurso que pronunció al inaugurar el año judicial en que advirtió contra la tentación de "perseguir desde el Estado al que piensa distinto".
También señaló que "la crítica es parte de la libertad de expresión y no debe ser censurada", obviedad que, según parece, creyó necesario subrayar, aunque más tarde aseveró que aludía al accionar del régimen militar de hace tres décadas. Sea como fuere, la preocupación que siente Lorenzetti puede justificarse. Aunque hasta ahora nadie ha sido encarcelado por lo que en países totalitarios se consideran "crímenes de opinión", el gobierno kirchnerista nunca ha vacilado en aprovechar el poder económico que le brinda el manejo del Estado para premiar a sus simpatizantes y castigar a aquellos medios que no le gustan, negándose a otorgarles publicidad oficial por motivos netamente políticos, haciendo caso omiso de los fallos judiciales. Asimismo, es habitual que funcionarios del Poder Ejecutivo traten a quienes critican al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como golpistas decididos a destruirlo: según el vicepresidente Amado Boudou, los matutinos porteños "La Nación" y "Clarín" están en manos de "operadores políticos encubiertos" y es sólo por este motivo que insisten en informar al público acerca de la evolución del caso de la ex imprenta Ciccone en que se ha visto involucrado.
Últimamente, el clima político se ha hecho tan pesado como estuvo en el tramo inicial de la gestión de Cristina, cuando el gobierno se daba cuenta de que no le sería dado salir airoso del conflicto con el campo pero así y todo procuraba descalificar a los ruralistas, llamándolos "piqueteros de la abundancia", "oligarcas" y acusándolos de querer restaurar la dictadura militar con la ayuda de "generales mediáticos". Dadas las circunstancias, es poco realista achacar el cambio de clima al periodismo, ya que es perfectamente lógico que hayan incidido de manera muy negativa en el estado de ánimo tanto de la ciudadanía como de los funcionarios la reacción poco feliz del gobierno frente al accidente trágico de Once, la indignación que sienten los docentes a raíz de las palabras hirientes empleadas por la presidenta en el discurso de más de tres horas con el que dio comienzo a las sesiones ordinarias del Congreso y la hostilidad creciente de sectores sindicales hacia el gobierno, además, huelga decirlo, del deterioro alarmante de la situación económica. Aun cuando todos los medios de comunicación se hubieran limitado a aplaudir la gestión de Cristina, atribuyendo los contratiempos a fuerzas oscuras, se hubiera difundido la sensación de que el gobierno está cometiendo demasiados errores y que, a menos que logre recuperar la iniciativa muy pronto, los meses próximos serán difíciles para todos.
La falta de tolerancia y la propensión de los kirchneristas a creerse dueños absolutos de la verdad son peligrosas. Además de tener efectos nocivos sobre la cultura política nacional, perjudican al gobierno mismo que, al hacerse cada vez más cerrado, priva así a la presidenta Cristina de la ayuda que podrían brindarle asesores independientes más interesados en contribuir a la solución de problemas concretos, como los del transporte público, que en figurar como militantes oficialistas leales o en congraciarse con ella con la esperanza de conseguir así cargos gubernamentales ventajosos. Si bien a muchos políticos les gusta rodearse de obsecuentes, cuando es cuestión de gobernar su presencia es peor que inútil, ya que, lejos de animarse a correr el riesgo de enojar al jefe advirtiéndole que un curso de acción determinado podría tener consecuencias negativas, suelen preferir felicitarlo por haber acertado nuevamente para después intentar aprovechar el eventual fracaso imputándolo a sus rivales internos o las malas artes de la oposición, de tal modo contribuyendo a que los problemas sigan multiplicándose, tal y como ha sucedido a partir del triunfo de Cristina en las elecciones del año pasado.