Volver a empezar
*Por Miguel Ángel Rouco. El conflicto comercial entre la Argentina y el Brasil no responde a ninguna causa genuina del comercio internacional. Tampoco a problemas entre empresarios de ambos países por el comercio bilateral, tanto que no existe un diferendo entre las terminales automotrices.
Menos aun responde a diferenciales de precios o a cuestiones de escalas de producción que, de ser así, serían planteadas por los empresarios.
En los números ambos países presentan algunas diferencias y algunas similitudes. Por tamaño, y a simple vista, la economía del Brasil, con un PBI de 2 billones de dólares, es más grande que la Argentina, con 450.000 millones de dólares.
Sin embargo, si se mide el PBI per cápita –una medida más ajustada para referenciar la riqueza de una sociedad–, ambos países presentan un valor similar: aproximadamente 11.000 dólares por habitante.
Si se toma en cuenta la deuda pública, Brasil registra unos 640.000 millones de dólares, unos 3.200 dólares per cápita, mientras que la Argentina tiene una deuda de unos 200.000 millones de dólares, unos 5.000 dólares por habitante.
Si se tienen como referencia las exportaciones, Brasil llega a ventas por 170.000 millones de dólares contra unos 70.000 millones de dólares de la Argentina. Con estos números, y siguiendo la tesis del Palacio de Hacienda, la deuda del Brasil alcanza al 32% del PBI mientras que la Argentina registra una relación del 44%.
Pero esta relación resulta abstracta porque el PBI no expresa la capacidad de pago de un país sino la producción. Si se sigue la liturgia oficial, debiéramos vender casi la mitad de la producción para pagar la deuda.
En todo caso, la capacidad de repago de la deuda pública se mide más aproximadamente por la relación exportaciones/deuda. En el caso del Brasil, las ventas externas superan el 26% del total del pasivo, mientras que en el caso de la Argentina llega al 35%.
Puede apreciarse entonces que ambos países tienen indicadores mejores que los del vecino y que en nada influyen en el comercio bilateral.
¿Por qué se produce el cortocircuito? El Mercosur reedita viejos problemas y todos ellos tienen un común denominador: el fracaso de sus políticas macroeconómicas.
Tanto en el Brasil como en la Argentina la aplicación de medidas paraarancelarias como las licencias no automáticas responden a las rigideces y fallas de sus políticas macroeconómicas que salen a la luz cuando los precios de las materias primas comienzan a reubicarse en valores más bajos.
En Brasil se registra un incremento del déficit fiscal acompañado por una suba de la inflación y un considerable retraso del tipo de cambio con tasas de interés marcadamente positivas que permite financiar la llegada masiva de capitales.
En la Argentina hay déficit fiscal, alta inflación, tasas de interés negativas y un marcado atraso del tipo de cambio con la presión fiscal más alta de la historia. En ambos casos el denominador común es un exceso del gasto público financiado por la inflación y un retraso cambiario que es el detonante de la aplicación de las licencias no automáticas.
La expansión del gasto para generar demanda sólo produce una ilusión óptica y lleva a caminos sin retornos, con efectos nocivos para el conjunto de la sociedad.
El dispendio de fondos en Brasil y la Argentina llevaron a este escenario y la elección para Dilma Rousseff y para Cristina Fernández de Kirchner no deja alternativas: o bien más devaluación o tipo de cambio o bien más protección. Dicho en términos más simples, la explosión del gasto público se comió el margen producido por la devaluación y dejó un tipo de cambio por debajo del equilibrio.
Si el gasto se hubiera controlado con el ingreso de capitales, se hubiera podido financiar una baja de impuestos, en especial las cargas laborales para mejorar la competitividad de las exportaciones. Sin embargo, una vez más los políticos sudamericanos eligieron financiar la fiesta...
La definición más clara partió desde la UIA: "Hay tensiones de crecimiento y distribución en la economía, estamos en el punto de partida habiendo licuado los salarios", dijo el presidente de la entidad, José Ignacio de Mendiguren, para luego agregar que "el tipo de cambio es una de las herramientas de la política económica pero no es la única" y dijo que "tocarlo sin resolver los otros problemas de falta de competitividad es un espejismo que lo único que logra es una ventaja temporaria que luego los precios licuan". En este punto, el tipo de cambio se convierte en un techo que baja impulsado por el ingreso de capitales que financia el gasto y la inflación es un costo que sube a la par de la expansión del déficit fiscal, sin importar cuando para. En el medio, las ilusiones, proyectos y sueños de la sociedad.