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Violencia urbana: crímenes y locura en pleno Buenos Aires

Historias repetidas. Fueron 72 horas de muertes vinculadas con la ira, la desesperación y el delito cotidiano.

Historias repetidas. Historias de violencia urbana. Fueron 72 horas de crímenes vinculados con la ira, la locura, o el delito cotidiano. 

La saga empezó el lunes a la noche, en Directorio y Quirno, Flores, cuando un hombre se proponía cortar la calle en demanda de luz. Ese vecino de apellido Duarte, se topó con un policía de apellido Lencina, y todo terminó mal. 

Al parecer, molesto porque Duarte se le puso por delante y le pateó el auto, Lencina no tuvo mejor idea que sacar su arma, para luego disparar. El policía del Cuerpo de Tránsito disparó, y su tiro, mató. El cabo policial intentó todo tipo de justificación. Primero dijo que Duarte lo había querido asaltar, después habló de las patadas que sufrió su auto. Luego habló de un disparo accidental. Tarde para lágrimas. Mató y eso no tiene justificativo. El policía terninó preso, Duarte en el cementerio. 

Un día después, en Moliere y Camarones, Villa Luro, un vecino salió a la calle, en short y ojotas, con un arma a la cintura. Algunos vecinos dijeron que el hombre se había armado, cansado de los robos. Lo concreto es que tres policías de civil llegaron al lugar. De acuerdo con la versión policial, lo quisieron identificar, a lo que el hombre, Walter Fioco, respondió con un tiro. Los policías le contestaron con la misma moneda, y lo mataron. Otra muerte absurda. 

Pero la cosa no terminó ahí. En Gualeguaychú, un joven de 20 años fue denunciado por hacer disturbios y exhibir un arma en la calle. La policía llegó para detenerlo. El joven hizo disparos, y terminó muerto por disparos policiales. Otra muerte absurda más.

En Lanús, Ana Valeria Castro fue asesinada al quedar atrapada en un tiroteo entre su esposo y ladrones que pretendían robarle la camioneta. Las peritos intentan establecer un final más dramático aún: ese final podría ser que la bala que mató a Ana Valeria sea de las disparadas por su esposo. Los ladrones, bien gracias, prófugos.