Violencia escolar por default de autoridad adulta
Por Gustavo Iaies* No puedo soportar la imagen de mí misma retando a Julia, me viene a la cabeza lo que sentía cuando mi mamá se enojaba y me gritaba", me contaba hace unos días Laura, después de un encuentro con padres en una escuela.
Laura no puede dejar de sentirse "la hija sancionada", para ser la "mamá clara y contenedora" . No quiere ser como su mamá, se pelea con ese modelo, y en tanto no logra construir el propio, no logra ser la madre que "quiere ser", es la "que puede". Y hasta que "salde esa cuenta", la deja a Julia con una mamá dudosa, insegura, que no termina de ser una referencia clara para poder crecer.
Somos una sociedad de "Lauras", adultos que no terminamos de ser los docentes, padres, directivos, autoridades que "queremos ser", somos los que "podemos" en el medio de una pelea con nuestros fantasmas.
¿Cuánta "renuncia" exige la condición de madre? ¿Debe un padre presentar su nueva pareja a sus hijos esperando que "la aprueben"? ¿Es bueno que un docente sea "amigo en Facebook" de sus alumnos? Todas preguntas "nuevas" que nos obligan a encontrar nuevas respuestas y nos generan gran incertidumbre.
No podemos, como otras generaciones, imitar a nuestros padres, docentes, jefes. Necesitamos construir nuevos modelos que tengan sentido con las ideas de familia, escuela, sociedad, en las que creemos. Y tenemos que construir esos nuevos modelos, mientras ejercemos como padres, docentes, autoridades, líderes.
Y es difícil "ser", mientras definimos qué "queremos ser". En esta búsqueda, los adultos dejamos de ser una autoridad clara en las escuelas, y ese lugar empiezan a ocuparlo los chicos más violentos . Cuando no logramos fijar pautas claras, los "invitamos" a negociarlas "todas", a invertir una enorme energía, que podrían usar para producir, innovar y crear, en correr los límites "un poco más allá", en cuestionar nuestro derecho a pautarlos.
La violencia en las escuelas y en las familias está muy vinculada al default de la autoridad y las normas comunes aceptadas . Sin reglas ni autoridades claras, la vida cotidiana es una pelea salvaje de cada uno por sus derechos, deseos, ideas, intereses. Y eso deteriora nuestra calidad de vida y nuestra calidad educativa.
Necesitamos recuperar algunos acuerdos sobre la autoridad, la norma, las formas de "vivir juntos".
Si no, no podremos ser libres. "Somos esclavos de las leyes para poder ser libres", decía Marco Tulio Cicerón.
Los chicos necesitan certidumbres.
Necesitamos definir los maestros, los padres, las autoridades, que "queremos ser", al menos de un modo provisorio. Más allá de que cada tanto las revisemos. De ese modo, tener acuerdos previsibles, maestros con padres, padres con madres, entre otros. Cada uno debe definir "quién quiere ser y quién debe ser" para construir un modo común de convivencia.
Cuando "seamos los que decidimos ser", los chicos tendrán referencias respecto de lo que "está bien o mal", "lo que se puede", "lo que pueden esperar de nosotros".
Se habrá reconstruido "la alianza de los adultos" . Y entonces podrán ordenarse, innovar, crear y producir en lugar de dedicarse a "pelearse" con nosotros y entre ellos. Así, reduciremos la violencia y disfrutaremos más de estar juntos.