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Violencia en el fútbol

La violencia en el fútbol costó días pasados una nueva vida en la Capital Federal. Y esto mismo se repite -cada vez con mayor asiduidad- en el interior del país; como sucede en Mendoza, donde es cada vez más peligroso concurrir a un espectáculo deportivo.

El hecho más grave se produjo en la Capital Federal -con el saldo luctuoso de un muerto en circunstancias dudosas- lo que obligó a la suspensión de un partido de los considerados "peligrosos". En Mendoza, si bien aún no se han producido víctimas fatales, hay hechos que preocupan y que, de continuar, en cualquier momento podríamos llegar a lamentarnos.

La violencia no alcanza sólo a los espectáculos deportivos de fuerte convocatoria popular, sino que se está presentando en aquellos que congregan a  más de 300 o 400 personas, con el agravante de que en algunos casos, como sucedió en San Rafael, no son los espectadores los que  la generan sino que son los propios deportistas, en acciones revanchistas absolutamente injustificables.

Para algunos especialistas, la violencia en el fútbol no es más que un reflejo de lo que sucede en la sociedad. "Estamos viviendo en una comunidad cada vez más violenta, donde no hay respeto por los demás, donde no se toma conciencia de la gravedad de los daños que se pueden provocar y donde para muchos la vida no vale nada", afirman.

La posición es válida, pero no es menos cierto que, mientras se siga manteniendo el status quo en lo que a fútbol se refiere, tampoco habrá cambios en el planteo general de la sociedad. En ese marco de situación, la gente concurre cada vez menos a los espectáculos deportivos; quienes tienen su vivienda cerca de alguna cancha de fútbol deben quedarse encerrados para no resultar heridos en cualquier enfrentamiento y especialmente resguardar sus bienes para evitar pérdidas económicas.

Según las estadísticas, desde que se inició el fútbol profesional han sido 256 las personas que murieron en hechos relacionados con ese deporte. Hubo algunos imponderables, como lo sucedido en un clásico entre Boca y River, en 1968 con un saldo de 71 muertos como consecuencia del cierre de una de las puertas de salida, pero las investigaciones coinciden en señalar que fue en la década del 60 cuando se inició el mayor flagelo.
 
Fue cuando se institucionalizaron las barras bravas, con la connivencia entre dirigentes, fuerzas policiales y "simpatizantes", que descubrieron un negocio más que rentable. Son habituales, a partir de allí, las emboscadas a barras rivales, los enfrentamientos dentro de la misma tribuna por liderar el manejo de la reventa de entradas o de las playas de estacionamiento, frente a funcionarios y dirigentes políticos que no parecen dispuestos a modificar la situación.

La violencia en el fútbol no es un problema exclusivo de la Argentina. Tuvo una fuerte impronta en Europa, especialmente en Inglaterra, donde lo famosos hooligans ganaron un lamentable prestigio y se trasladaron a otros países, como Italia y, en menor medida, España.

Sin embargo, en esos países se adoptaron severas medidas, entre las que figuraban penas de prisión efectiva y la prohibición "de ingresar de por vida y a cualquier espectáculo deportivo" a quienes generaran disturbios en un partido de fútbol. Las leyes se efectivizaron y poco tiempo después los clubes procedieron a retirar los alambrados olímpicos, porque nadie tiene la osadía de ingresar al campo de juego. Mucho menos, por supuesto, iniciar disturbios en una cancha.

La Argentina y Mendoza necesitan de soluciones urgentes para evitar el flagelo de la violencia en el fútbol. De leyes, como en Europa, que corten de raíz el problema. No se puede aducir desconocimiento en el tema cuando son los propios políticos los que ocupan lugares expectantes en las comisiones directivas de algunos clubes, como sucede con el jefe de Gabinete del Gobierno nacional.

De continuar las cosas como están, de seguir con la connivencia entre barras bravas, dirigentes del fútbol y políticos, los hechos lamentables se seguirán produciendo y no resultaría extraño que en algún momento seamos los mendocinos los que debamos sufrir las consecuencias con algún muerto en una cancha de fútbol.