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Vientos de cambio

* Por Luis Vanella. Córdoba está en una encrucijada: se reinventa a sí misma, sincerándose y reconstruyendo su interioridad, su esencia y lo que a partir de ella se genera; o bien echa definitivamente todo a perder.

Están soplando vientos de cambio en el mundo y también en nuestra tierra. Depende de nosotros que esos vientos se transformen en una oportunidad para administrar mejor la cosa pública, para que modifiquemos esquemas nocivos, que llevan al fracaso. Este comportamiento no sólo tiene que ver con la dirigencia política, empresarial, sindical; tiene que ver también con cada uno de nosotros.

Nuestro sistema de poder está basado en la concepción, difusión, sostenimiento y consolidación de lo falso. Ése es el origen de nuestros dramas como personas y como comunidad. Entiendo por falso no lo que se opone a la verdad sino lo que más se le parece.

El método de la mentira. El sistema de poder basado en la confusión estructural que genera el método de la mentira envilece nuestras vidas. Así, todo pierde su verdadero significado y triunfa la dictadura del relativismo.

Hace 77 años, Enrique Santos Discépolo nos decía con profunda sabiduría, a través de su obra Cambalache: "Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor... ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador. Todo es igual, nada es mejor. Lo mismo un burro que un gran profesor. No hay aplazados ni escalafón, los inmorales nos han igualado. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón".

En este sistema, vivimos a nuestras anchas, salvo cuando percibimos todo el dolor del impacto producido con la realidad. En ese choque inexorable, porque es imposible vivir en la fantasía de la mentira, dejamos de ser los más pícaros y pasamos a ser los más desdichados. Ahí, en ese instante de dolor infinito, maldecimos a quienes nos gobiernan, a los criminales, a los degenerados. Todos culpables de nuestros males.

Pero ésa no es toda la verdad, no es una lectura completa, porque no emitimos un juicio sobre nuestra responsabilidad en todo esto y no trabajamos para descubrir el vínculo que existe entre la dictadura del relativismo, el cambalache y nuestro comportamiento.

Los seres humanos hemos sido creados para ser felices, para ser libres, reconociendo lo justo y lo bello.

Los conflictos que se suceden en el norte de África, las profundas crisis institucionales de algunos países centrales y periféricos, las convulsiones que se viven en escala planetaria están dando vida a un nuevo orden mundial. Dependerá de nosotros aprovechar los espacios que se generan durante los procesos de reacomodamiento. Después de navegar sin rumbo, Córdoba parece haber llegado a una encrucijada: reinventarse a sí misma, sincerándose y reconstruyendo su interioridad, su esencia y lo que a partir de ella se genera; o bien echarlo definitivamente todo a perder.

Tenemos todo para lograrlo. Depende de la decisión de ponerse de pie, de amar la realidad, la propia vida, para identificar los comunes denominadores, superando las barreras que ficticiamente nos dividen, para organizar la diversidad y liberar las fuerzas de un pueblo que desde hace demasiados años está sumido en la postergación.

Podemos hacerlo porque aún conservamos la certeza de la esperanza; porque los más ancianos han visto una realidad mejor; porque los más jóvenes la quieren ver y porque los que están en condiciones de dirigir, sienten esa energía interior –madura y pujante– llamada a hacer, a intentar.

Tenemos una cita con nuestra responsabilidad, para abandonar el camino de lo falso, de la mentira, del resentimiento, de la deshumanización.