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Viaje al corazón de la comunidad toba de Formosa que pelea por sus tierras

Son seis mil familias, viven en ranchos sin agua potable y están perdiendo su idioma. Como gran parte de los aborígenes argentinos, la tierra es el principal problema que enfrentan los tobas.

Vilma Navarrete vive con sus siete hijos en un modesto y pulcro chalecito amarillo con techo de chapa y contraventanas de madera, un modelo muy común en la zona. Unos metros más allá, sus padres ocupan un rancho hecho con troncos de palma. "Bien sazonados aguantan lluvias y vientos y duran más de diez años", explican, y cuentan que hace poco pudieron reemplazar las inestables hojas de palma del techo por chapas. Entre las dos viviendas se interpone una plantación de algodón que no les pertenece a los tobas de la Comunidad La Primavera.

Como gran parte de los aborígenes argentinos, la tierra es el principal problema que enfrentan los tobas en el noroeste formoseño, donde los mapas marcan el final de la Argentina. Por eso se habían instalado hace cuatro meses en la ruta, de donde el martes los desalojó la Policía, en una brutal represión que dejó dos muertos, un indígena y un agente. Se trata de una disputa de concepciones: de un lado, la tierra como negocio; del otro, como un espacio para la vida.

"Si se negocia una vida, se negocia todo", afirma de entrada Carlos, que ofrece unas sillas al resguardo de los rayos del sol, que se clavan como puñales en la piel blanca. No pierde su candidez a pesar de que en La Primavera se respira en todos lados el dolor por el asesinato de Roberto López (52).

Unas 6 mil familias viven desperdigadas en poco más de 5 mil hectáreas de la comunidad. La mayoría cultiva pequeñas parcelas propias o trabaja como peón en tareas rurales. Caminos sinuosos de tierra gris se adentran en esta zona de pastizales y palmas infinitas que de tanto en tanto (cada vez con más frecuencia, aseguran) se ven interrumpidas por las ordenadas plantaciones de soja o algodón.

Unos metros hacia el noroeste, cerca del cementerio donde descasan los restos de López, unas 60 personas participan de una asamblea. "Falta unidad en los pueblos; unidad que no quiere decir que se pierda la identidad, sino que todos tenemos el mismo reclamo: la tierra. Y 520 años después de que llegaran con la espada y la cruz seguimos igual", esgrime el representante del pueblo tonokoté de Santiago del Estero, una de las otras etnias que acercó su solidaridad. "En la escuela no te dicen de dónde venís, sino hacia dónde tenés que ir",

reflexiona luego el enviado de los pilagá, que llegó desde Las Lomitas, también en Formosa, donde en octubre de 1947 cientos de indígenas fueron masacrados por Gendarmería.

Dentro de La Primavera funciona la Escuela 308 "Patricias Argentinas", remodelada en 2006, donde los chicos también almuerzan. Los tobas se quejan de que sólo se enseña en castellano y piden una educación bilingüe para proteger su lengua.

"Yo voy a hablar en mi dialecto", aclara Orsino Díaz (64) antes de contar sus sensaciones de la violencia. "No necesitamos herramientas, no queremos plata, no pedimos casas. Buscamos libertad", dice, y pide que alguien traduzca. Un sombrero con la inscripción "Ronaldiño" en el frente mantiene oculto un profundo corte que le dejó la represión policial.

A su lado asiente Tito Bordón (67). "Si el gobierno tuviera corazón limpio habría venido a escuchar. Queremos recuperar nuestras tierras y nos responden con garrote y matanza. Nos atacaron como si fuéramos animales", enfatiza, al borde del llanto. "La biblia dice ‘no matarás’. Y yo estoy criado para no matar".

El otro gran problema que enfrenta la comunidad es la falta de agua potable. "Gracias a la última lluvia se llenaron todos los aljibes", se esperanza Dalmacio Navarrete (36), hermano de Vilma. El cuenta que siempre faltó agua en la comunidad, pero se muestra optimista porque ahora todos tienen luz y ellos, además, consiguieron una cocina, aunque les falta la garrafa. Ella recibe la Asignación Universal por Hijo multiplicada por siete.

Su padre tiene 73, está casi ciego por las cataratas y hace unos pocos años empezó a cobrar jubilación. Por una consulta médica estaban en Clorinda, 60 kilómetros al Este, cuando la Policía reprimió. La madre de Dalmacio, también jubilada, no tuvo suerte: había ido a buscar leña y estaba en la ruta cuando comenzó el enfrentamiento. Los moretones en su rostro dan testimonio de la golpiza. "Cayó una lágrima muy grande acá en la comunidad", dice Dalmacio.

Miguel Quisimaquay (57) también tiene heridas en la cabeza y aún renguea por un bastonazo. Pasó la noche en la comisaría donde, denuncia, no recibió asistencia médica y volvió a ser golpeado.

"Los policías me empujaron, me golpearon y me pusieron una pistola en la cabeza. Si me muero, ¿cómo va a vivir mi hija?", se pregunta Benjamina Pérez (39), un ama de casa con diez hijos. "Yo me instalé en el corte desde el primer día. Lo hago por mis hijos", jura Valentín Yalahle (55), padre de seis. "Doy gracias a Dios de que sigo vivo. He perdido sangre sobre el asfalto: significa que mi gobierno no me quiere".

El sol es una tirita roja en horizonte cuando Félix Díaz, el líder de la comunidad, se suma a la asamblea, que se realiza de espaldas a un campo de soja. Hombre de discurso combativo, reapareció luego de un par de días sin atender ninguno de sus celulares y de acumular causas judiciales en su contra por el corte de ruta. Su cuñado, Pablo Asijak (45), uno de los referentes de la comunidad, resume el reclamo: "Que haya calidad de vida en cada familia".

El desalojo

El martes 23 por la noche, la Policía de Formosa desalojó de manera violenta a los integrantes de la comunidad toba La Primavera, que mantenían cortada la ruta nacional 86 en reclamo de tierras.

Durante la represión murió el aborigen Roberto López y el policía Heber Falcón. También resultaron heridos otros dos aborígenes, uno de ellos de gravedad.

El jueves el gobierno provincial admitió no saber como solucionar el conflicto.

El viernes, el ministro de l Interior Florencio Randazzo descartó la intervención de la provincia de Formosa.

Ayer, los tobas comunicaron que continuarán con sus reclamos por tierras.