Vértigo y locura en el "Planeta Concheto"
Asaltan jubilados con saña desmedida, desvalijan en los country dondeviven, consumen drogas tan peligrosas y mortales peores que el "paco" y se desviven por experimentar riesgos al borde de la muerte. ¿Querés presenciar un espectáculo alucinante? Entrá y leé.
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Avenida Costanera, a la salida del Aeroparque Metropolitano, domingo siete y media de la mañana. En la vereda de enfrente, al pié del río, los pescadores y su rutina tranquila y silenciosa. Pero en el medio, la avenida que separa ambas veredas presenta un espectáculo casi aterrador.
Sólo tenés que ponerte a resguardo –por si algún bólido que viene a velocidad descomunal pierde el control-, y observar lo que ocurre. No se te ocurra mirar fijamente a los conductores cuando los detiene el semáforo, ni hacerles un gesto acerca de su imprudencia. Los tipos llevan impresos en cada gesto el deseo de violencia y agresión, y esperan un mínimo motivo para sacar a la intemperie su instinto asesino. Y si nadie les dá motivo, tratan de provocarlo.
Un laburante con el mameluco de algún sector del aeropuerto llega al trabajo con bolso en mano. Acaba de bajar del colectivo y cruza con el semáforo a su favor. Lo que en cualquier lugar es una escena rutinaria, al pié de la avenida Costanera se torna un espectáculo que ni el Dante hubiera imaginado para "La Divina Comedia".
Lo insultan mal, el "negro de m..." sale de muchos buscando la reacción y la paliza subsiguiente. Muestran hierros, palos y hasta los ya tristemente célebres bates de beisbol.
A esa hora están regresando de "raves" y otras fiestas electrónicas. Llevan horas empastillados (drogas de diseño, metanfetaminas y otros derivados de remedios veterinarios), un alto nivel de alcohol en sangre y quieren más vértigo al borde de la muerte. Los tragos vienen sobre el final para no rebajar las sensaciones de esas drogas duras. Durante la fiesta agua mineral para combatir la deshidratación, cuando está finalizando alcohol al por mayor.
No son jovencitos que le sacaron el auto a papá. Tienen un promedio de edad por encima de los 25/30 años, manejan autos de alta gama y se insultan entre ellos, no sabés si en broma porque se conocen o en serio para buscarse roña.
¿Un síntoma de que están fuera de sí? Un mini Cooper en el que viajan cuatro personas y no precisamente escuálidos frenando sobre la marcha es una invitación a la tragedia. Otros vehículos más espaciosos transportan hasta 8 personas, y no es un minibús precisamente.
No es tanto que respeten la luz roja cuando se detienen, aprovechan la instancia para insultar a todos los que están en la vereda esperando bondis o simplemente caminando. También hay algunos gritos a los pescadores, pero ya saben que esos tipos tranquis no responden provocaciones y ellos lo que buscan es guerra.
Las mujeres entran en el mismo salvajismo que los hombres. Están con el celu en mano dispuestas a filmar lo que pinte de violencia, cuanto más sangre mejor.
Autos costosos y tuneados a full, hacen rugir los motores en la espera de los semáforos. Los conductores y acompañantes tienen la hiperkinesia de quien no puede controlar sus movimientos. Desprecian la cocaína diciendo que es como el Nestúm, inofensiva y para chicos. La marihuana es para "cabecitas", dicen con esa gala de racismo que les gusta exponer. Ellos quieren "éxtasis", "hielo" y cualquier producto de laboratorio clandestino.
La Costanera a la mañana del domingo parece una galería de autos lujosos y conductores rabiosos.
Su hoja de ruta pasa de los fiestas de zona norte (muchas de ellas reuniones cerradas sin acceso a no invitados) y sigue en Puerto Madero, donde empiezan a bajar a un estado más normal. La policía generalmente no interviene, los deja transitar aunque estén dados vuelta. Presume que esos conductores suicidas tienen familiares con vínculos fuertes con el poder, y si un agente se les atreve puede llevar la peor parte. Hay casos de haber sido agredidos y después son los propios uniformados quienes tienen que dar cuenta de sus actos.
El mambo de cabecera de esta tribu de nenes bien es tenerle desprecio a todos, hasta a sus propias vidas.
La banda de los conchetos que se desbarató hace meses eso sólo un botón de muestra. La joven universitaria llevaba una doble vida, su madre –escribana, de muy buen pasar económico-, hablaba con su yerno quien le explicaba telefónicamente que salía a rapiñar a las viviendas de ancianos para darle "un buen pasar a la nena".
Su crueldad con las víctimas era directamente inhumana. Quedó registrado en las escuchas policiales tanto los "consejos" de la escribana pidiéndole prudencia porque son una "familia bien" y no se puede manchar su buen nombre y honor... hasta la forma en que el pibe actuaba cuando entraba en acción. Primero conseguir las pastillas y después cuando asaltaba estaba fuera de sí castigando con crueldad a los abuelos.
La universitaria detenida fue transportada en un móvil carcelaria hasta el juzgado que tiene su causa, y la chica ríe frente a las cámaras como si estuviera protagonizando un reality.
No estaba en la banda porque precisara darle de comer a su familia, sino por diversión y sadismo. Perdió la libertad y es como que no le importa estar presa, su comportamiento frente a la TV lo registró con absoluta claridad.
La vida dentro de los country y barrios cerrados comenzó a hacerse algo intolerante cuando se reúnen y hacen rancho dentro de uno de ellos. Muchos de los robos no vienen de afuera sino de ahí dentro.
Este fenómeno del "Planeta Concheto" está en aumento no sólo en Buenos Aires, sino en otras partes pudientes de la Argentina.
Y es cierto el temor de la policía por detenerlos cuando derrapan mal, drogados y a velocidades criminales. Son hijos de padres influyentes y contratan abogados que conocen bien el libreto de terminar acusando a los policías por abuso de autoridad, malos tratos, apremios ilegales y cualquier bardo que se te ocurra. Seguimos a la buena que Dios se apiade de nosotros.