Verticalismo, pero no silencio y obsecuencia
*Por Julio Bárbaro. El Gobierno es un digno vencedor en nombre del peronismo, partido al que muchos pertenecemos sin sentirnos hoy representados.
La relación del Gobierno con nuestro fundador es tan compleja como la de los peronistas con este gobierno.
Resulta llamativo que si Perón fundó una fuerza política cuya vigencia deleita a los seguidores tanto como lastima a sus adversarios, los que reciben los votos en su nombre no se sientan tributarios de sus propuestas.
No soy un ortodoxo de mi fe cristiana; mucho menos podría serlo de una pretendida propuesta política, pero así como me alegra la renovación generacional, me aburren los aportes retrógrados de algunos izquierdistas trasnochados.
El movimiento fue una reivindicación del tronco nacional junto con el surgimiento del protagonismo popular; tuvo influencias de anarquistas, socialistas y conservadores, y enfrentó siempre a los enamorados de cualquiera de los dos imperialismos de ayer.
Como toda estructura personalista, el verticalismo implicaba obediencia a la conducción, pero jamás se pareció al silencio ni a la obsecuencia. Fuimos siempre un espacio donde cada uno entendía a su manera la realidad.
Había izquierdas, centros y derechas. De puro amplios a veces resultábamos incomprensibles. Pero jamás caímos en el absurdo defecto de la izquierda que es la muerte del espíritu crítico. Me duele la Cuba de Castro, pero no justifico ninguna dictadura por más socialista que pretenda ser.
Mientras el reparto de espacios de poder ha multiplicado las lealtades, la triste consecuencia es que ha acallado las críticas. Nos mantuvimos en el tiempo por ser capaces de incorporar en cada etapa los conflictos con sus ideas y sus expresiones. Nos relacionamos con Perón a partir de entenderlo a nuestro antojo: cada uno reivindicaba sus orígenes e intentaba imponer sus ideas.
El peronismo fue un fenómeno más cultural que político, integrador de los sectores marginados. El Perón del retorno intenta la unidad nacional, para nuestra historia la voluntad debiera ser ésa, de nada sirve asumir resentimientos de grupos intelectuales que no tienen expresión ni vigencia en la sociedad.
Hay mucha responsabilidad en la oposición: cayeron en la denuncia y la agresión hasta que debieron asumir que ese camino era rechazado por los votantes. El peronismo para el Gobierno es un instrumento, y para sus militantes, sólo una escuela de poder. Se sostiene exitoso en manos de una jefatura tan absoluta que cuesta imaginar un futuro sin ella. Y el personalismo desarrolla y convoca a la obsecuencia.Una de las más crueles maneras de seleccionar lo peor.
La Presidenta tiene la voluntad y el poder, ya sin ella vendrán los tiempos donde el Gobierno y la oposición sin supuestos liderazgos exagerados deberán convertirse en fuerzas racionales. Ese será el tiempo de la verdadera democracia, donde los partidos y las instituciones sean más importantes que los hombres que circunstancialmente las ocupan.
La Presidenta a logrado un claro triunfo, quizás sea él ultimo de una conducción personalista. No sé si expreso una realidad o tan solo una esperanza.
*El autor es dirigente peronista y fue diputado y secretario de Cultura