Valentía

Nadie puede negar que los del Fondo Monetario son valientes: ni les tembló el pulso para liquidar a su anterior presidente por un quítame allá esas pajas ni ceden a las presiones mezquinas para que cambien de consejos. ¡Qué fácil sería, qué demagógico, recomendarles a los países en problemas que gasten más, que cuiden a sus pobres, que les brinden apoyo psicológico y existencial a los indignados! Todo el mundo adoraría al FMI en ese caso, pero sería adorar a un becerro de oro. Los técnicos de este excelente instituto mundial son rigurosos; les ponen el pecho a las balas y seguirán exigiendo recortes diga lo que diga la gente. Es un sofisma argumentar que estos remedios nunca funcionaron. La próxima vez funcionarán. La fe puede mover montañas.

En Europa, habrá que reforzar un poco las fuerzas policiales. Ya tuvieron que intervenir en Italia: mientras el premier Berlusconi daba un discurso brillante al Parlamento, empleados públicos demasiado concentrados en sus pequeños problemas le armaban lío afuera. En Grecia habrá que afilar los bastones, recargar las pistolas de gases lacrimógenos y tener listas las mangueras: aprobarán un ajuste de 120.000 millones de dólares, que se concretará, en parte, gracias al despido de 150.000 personas, la suspensión de bonus y aguinaldos y la extensión de la jornada laboral sin aumento de sueldo. Otro éxito del Fondo Monetario.

Lamentablemente, no todos aprecian estos actos de intrepidez y valentía. Las Naciones Unidas, que supieron ser serias y respetables en su momento, han salido a decir que las medidas de austeridad valientemente defendidas por el FMI "hacen incierta la recuperación" de los que están en crisis. Es el mundo al revés. ¿Dónde está el bando de los buenos? ¿Cuál es la dirección correcta? Adelante, siempre adelante: lo único que importa es el coraje.