Vagones
Sapag no será obstáculo para la gestión del nuevo intendente, pero tampoco un filántropo con un competidor. No por nada lo primero que hizo Quiroga fue felicitar a la presidenta por su abrumadora victoria electoral.
Quiroga arrancará su tercera gestión al frente del principal municipio de la provincia con una oposición licuada. La fuerte derrota del MPN vino a confirmar que por ahora, y acaso por mucho tiempo, la gente prefiere ver al partido provincial lejos de la ciudad. Y las fuerzas de la llamada coalición municipal, divididas y enfrentadas hasta el límite de lo patético, se van dejando tras de sí un fuerte cerrojo a cualquier propuesta frentista que aspire a presentarse de ahora en más.
Es cierto que Sapag no será un obstáculo para la gestión del nuevo intendente –el gobernador es un hombre que prefiere no pelearse con nadie; deja vivir– y que el gobierno nacional, al que Quiroga ha denostado a su antojo cuando lo creyó desahuciado, está demasiado lejos (en todos los sentidos) como para ocuparse de poner palos en la rueda a un lejano, relativamente pequeño, municipio de la Patagonia.
Pero también es cierto que Pechi, sea porque piensa proyectarse nuevamente a la gobernación o porque no quiere arruinar su reputación, es demasiado consciente de que su punto fuerte debe ser la gestión y de que para concretarla necesita recursos con los que la municipalidad actualmente no cuenta. Primero, porque lo que queda del presupuesto para obra pública, una vez descontados la consistente masa salarial y los servicios, es insuficiente. Y segundo, porque puede que Sapag no vaya a ser un verdugo pero desde ya tampoco será un filántropo con el principal competidor político de su partido.
No por nada Quiroga, quien es sobradamente astuto y pragmático y entre sus íntimos se precia de haberse "recibido de malabarista" cuando le tocó lidiar con Sobisch, lo primero que hizo el día de su triunfo fue felicitar a "la señora presidenta" por su abrumadora victoria electoral.
En realidad esta vez –como todas las que la precedieron– Pechi llegó al gobierno merced a una serie de acuerdos (antes los hizo con el Frepaso, el PJ, el felipismo) que una vez en el gobierno rápidamente dejó de lado o, en el mejor de los casos, subordinó a su proyecto de poder personal.
En esta oportunidad, lo que el diputado nacional tenía a mano eran, en general, sectores de centroderecha sobrevivientes de la diáspora radical que ahora lucen muy contentos con el triunfo pero cuyo pragmatismo puede verse puesto a prueba si el intendente electo, como es posible imaginar, concreta una nueva maroma política para colocarse del lado que calienta el sol, que ahora es la centroizquierda.
Al momento de analizar las posibilidades que tiene Quiroga de recomponer relaciones con el gobierno nacional, un dirigente del MPN con aspiraciones para el 2015 reflexionó que éstas son directamente proporcionales a su capacidad para "meter una pata en la Casa Rosada".
Y es verdad que en el entorno presidencial hay gente que guarda algunas facturas impagas de Quiroga –como la de Cobos y la 125, para recordar la mayor–, pero también es evidente –como agregó el agudo observador– que "en el tren del kirchnerismo hay vagones de todos los colores y no tiene por qué no haber uno que se llame Quiroga".
Por lo pronto, el jefe comunal electo está muy contento con la decisión del Tribunal Superior de Justicia, que ratificó la adjudicación del transporte público de pasajeros a Indalo. A pesar de los dardos que arrojó durante la campaña contra Farizano por este tema, Pechi sabe muy bien que si la Justicia hubiera fallado en contra este asunto crucial para los vecinos se hubiera convertido rápidamente en su primer gran dolor de cabeza.
Quitando este tema en el que el TSJ trajo alivio, la mentada comisión de transición entre los dos gobiernos que comenzó a funcionar esta semana está destinada a no producir mayores sobresaltos.
Es que más allá de la pirotecnia y las chicanas sobre el estado de las cuentas municipales, tan habituales en la política argentina, Quiroga tiene claro que su ex secretario de Hacienda ha sido tan prolijo con los números como lo fue durante su gobierno.
Mientras la comisión se encarga del cotillón, el intendente electo trabaja en su futuro equipo de colaboradores. Ya armó la primera línea de secretarios y ahora evalúa el esquema de las subsecretarías.
Quiroga se ha preocupado de aclarar que el equipo no será tan reducido como en sus primeros dos gobiernos ni tan voluminoso como el actual. Lo que no ha precisado es qué va a hacer con las áreas sociales, que durante el gobierno de Farizano, y a pesar de las falencias en otros campos, permitieron ampliar los mecanismos de inclusión en esta ciudad tan compleja y desigual.
Es dable imaginar que Quiroga, que se precia de ser refractario a todo discurso progresista, tienda a bajar el perfil de áreas como Cultura o Derechos Humanos o pasar a segundo plano temas como los de los loteos sociales y los barrios periféricos, que mantuvieron una alta performance en la actual gestión.
Un funcionario municipal de alto nivel de la actual gestión reflexionaba sobre el hecho dejando sentado que el nuevo intendente "se puede equivocar si no tiene en cuenta que en estos años la ciudad ha cambiado con la mayor participación de la gente de los barrios y el (antes) lejano oeste".
Otro aspecto sobre el que Pechi debería reflexionar para evitarse problemas es la relación con el gremio: no se trata de hacer concesiones para vivir tranquilo, pero tampoco de tensar las relaciones como si el enfrentamiento en sí mismo fuera un logro político.
En general, Quiroga tiene muy buenas condiciones para iniciar la tercera gestión que le han autorizado los vecinos. Pero sería bueno que, en lugar de volver como quien viene a poner orden, reflexionara sobre todo lo que en su oportunidad no hizo o hizo mal. Después de todo, entre otras cosas le toca suceder al gobierno que él dejó.