Universidad y prensa tienen roles similares
*Por Owen Fiss. La universidad es una institución autónoma dedicada al descubrimiento y la difusión del conocimiento. Desde un punto de vista histórico, las universidades no nacieron del impulso democrático y muchos de sus mayores logros no están relacionados con la profundización de la democracia.
No obstante, las universidades contemporáneas tienen potencial para mejorar y fortalecer la calidad del sistema democrático , y para que puedan logar su fin, requieren de una protección jurídica adecuada – la "libertad académica"–, que deriva de la garantía constitucional de la libertad de expresión.
La democracia es un sistema de autogobierno colectivo en el que el pueblo define su vida pública. Los líderes del gobierno son elegidos por los ciudadanos, con un mayor o menor grado de conocimiento sobre las cuestiones públicas. Ello implica que incluso un sistema en el que los ciudadanos tengan conocimientos escasos sobre las cuestiones acerca de las cuales deciden, si efectivamente deciden, será democrático. Pero un sistema de esta índole no será especialmente inspirador ni digno de nuestra admiración: todo sistema que se precie por su carácter democrático debe buscar universalizar el conocimiento.
La universidad puede jugar un rol fundamental en este proceso, por dos motivos. Primero, tanto las ciencias "duras" como las ciencias "blandas" que se investigan en la universidad pueden aportar conocimientos relevantes para la toma de decisiones públicas. Y segundo, la universidad forma ciudadanos críticos y pensantes, que aportan ideas a la deliberación pública que la democracia requiere.
La protección jurídica que requieren las universidades para poder cumplir su misión democrática es análoga a la que requiere la prensa, dado que sus roles son similares.
Mi sensación es que las universidades pueden jugar un rol incluso más fundamental que la prensa en dar cuenta de la libertad política de una sociedad: mientras que la prensa se enfoca en el día a día, la universidad busca establecer los cimientos intelectuales para entender esos eventos y formular una respuesta apropiada. Por lo tanto, una interpretación teleológica de la garantía constitucional de la libertad de expresión, como la que es aceptada actualmente, debería sin dudas incluir a la actividad de generar y diseminar conocimiento que tiene lugar en la universidad.
Esta protección constitucional, la "libertad académica", tiene dos facetas: una externa y una interna. La faceta externa es aquella que confiere autonomía a la universidad de la regulación gubernamental.
Por supuesto que el gobierno sí podrá regular cuestiones de salud o seguridad dentro de los edificios universitarios, pero no podrá inmiscuirse en asuntos como la definición del plan de estudios, el nombramiento de profesores y la admisión de estudiantes . En tanto, la faceta interna es aquella que confiere el derecho a los miembros de la comunidad académica a ser juzgados exclusivamente sobre la base de estándares profesionales, y no en base a afiliaciones políticas o predilecciones personales.
En suma, la protección y el fomento de la actividad universitaria son cruciales para lograr democracias más robustas. Una sociedad libre necesita universidades libres.