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Unamos a nuestros "dos países"

*Por Eduardo Amadeo. El cambio para erradicar la pobreza es posible siempre que se cuente con liderazgo, herramientas y coraje para tomar decisiones. Es complejo, largo y difícil, pero no imposible.

En mi reciente libro, trato de demostrar las tres cosas que entiendo son insoslayables para combatir la pobreza:

a) Que la Argentina está formada por dos países distintos, separados por un muro infranqueable, por el cual de un lado están los "afortunados", quienes se hallan en el circuito formal de la economía, y del otro, los 10 millones de personas que son pobres y que no pueden evitar esa situación.

b) Que el elevado crecimiento de estos últimos años no alcanza para revertir esa situación.

c) Que para superar esta realidad es necesario un enorme y largo esfuerzo colectivo, que debe estar bajo la forma de un "contrato social".

La  sociedad al cual se le hace muy difícil cambiar esa situación, en gran parte por la deficiencia del sistema educativo (escuelas pobres para chicos pobres) y el trabajo informal ("en negro") que limita las posibilidades de crecimiento y aspiracionales. Así, la pobreza se hereda de generación en generación, sin posibilidades de movilidad social para la enorme mayoría.

Para los que no son pobres, ese drama es una realidad que no se desea mirar e, incluso, se justifica en la supuesta falta de voluntad que tendrían los sumergidos para mejorar su situación.

El Estado, por su parte, no sabe salir de esta situación. Durante estos años de crecimiento económico y excelentes precios externos de nuestros productos de exportación, seguimos con un nivel de pobreza altísimo para los estándares de nuestro país y para los de cualquier sociedad con principios éticos.

Una enorme degradación. El resultado de esta indiferencia, desidia e inoperancia es una enorme degradación en la seguridad, la convivencia y la calidad de la democracia.

Sin embargo, un país con los recursos económicos y humanos de la Argentina no puede condenarse a la inacción y al escándalo ético de la resignación frente a tanta pobreza. Sobre todo porque hay otros países que han podido salir. Los europeos, por caso, que después de la guerra implementaron los grandes acuerdos que durante 40 años sostuvieron el "Estado de bienestar" y lo hicieron usando a pleno las instituciones democráticas y el consenso del diálogo.

También Brasil pudo incorporar a 28 millones de personas en 15 años y Chile logró resultados proporcionalmente similares.

Tres factores. El cambio es posible siempre que se cuente con liderazgo, herramientas y coraje para tomar decisiones.

El liderazgo debe manifestar una definitiva opción preferencial por los pobres, que significa que en todas sus decisiones debe estar presente la preocupación por las consecuencias que la pobreza tiene para su permanencia. La degradación del transporte, el acceso inequitativo a la Justicia o a los servicios básicos como el gas natural o las cloacas, y obviamente el ocultamiento de la inflación, son ejemplos de cómo se ataca permanentemente al sector más débil de la sociedad.

Las herramientas son simples; no se trata de inventar grandes planes, sino de tomar un camino y tener convicción para mantenerlo.

Las herramientas básicas, pero imprescindibles, son una economía estable y en crecimiento sostenido, aunque no sea muy alto. pero sin crisis. Este parece un tema menor, pero es uno de los pilares de la pobreza. Los más pobres son siempre los últimos en recuperarse cuando hay una crisis económica.

También son útiles herramientas más amplias, como un programa sostenido de transferencias –la asignación universal por hijo (AUH)–, que dé un umbral mínimo de alimentación, estimule la escolarización y sobre todo ayude a que las mamás no deban salir a trabajar y puedan quedarse con sus hijos más pequeños.

Es necesaria una reforma educativa profunda, que no se limite únicamente a más recursos, sino que profundice dos aspectos clave para la equidad: calidad educativa y retención escolar.

También forman parte de las herramientas necesarias para reducir la pobreza el acceso a recursos financieros para la vivienda y el capital, para que crezcan pequeñas empresas que den trabajo decente.

A todo esto hay que agregarle un factor menos obvio, que es la energía social, las organizaciones comunitarias. El embarazo adolescente, las adicciones y la dramática dificultad de los jóvenes pobres para imaginar y construir un proyecto de vida son procesos que se revierten en períodos largos sólo en la medida en que a las condiciones económicas y sociales se les agregue el apoyo humano cotidiano.

Ahí es donde las organizaciones sociales tienen también un rol clave para acompañar a las personas más vulnerables: cuando hay que decidir si seguir en la escuela o embarazarse y tener el bebé, o no cejar en la posibilidad de conseguir un trabajo. Todos estos son momentos de la vida en los que el apoyo de las organizaciones sociales puede ser crucial. Es que cuando la más débil de las estructuras es la familia, mayores son la influencia y el rol de las organizaciones comunitarias.

Es complejo, largo y difícil, pero no imposible, en la medida en que estemos dispuestos a mirar hacia el "otro país", a comprometernos y a usar la energía social de la comunidad para unirlo definitivamente a "este país".