Una valiosa iniciativa para embellecer los frentes de nuestra Ciudad
La decisión de numerosos vecinos de ofrecer los frentes de sus casas para que alumnos o artistas graduados de Bellas Artes pinten murales en ellos constituye no sólo un paso más a favor del embellecimiento de la Ciudad sino que, al mismo tiempo, significa un paso positivo en la lucha que debe darse para evitar la profusión de pintadas y leyendas que agreden a las paredes de La Plata.
Pero también ese concierto de voluntades -el de los propietarios de viviendas y el de los muralistas urbanos, que sólo reclaman, desde el punto de vista económico que aquellos se hagan cargo del costo de los materiales- podría interpretarse como un rumbo que le marcan a las autoridades, generalmente desinteresadas en todo aquello que concierne a la estética urbana.
Subsiste en muchos sectores de nuestro país, sin duda, un concepto equivocado acerca de los valores estéticos en la vía pública. En cambio, las principales ciudades del mundo le asignan a este tema una importancia preponderante, pues a partir de políticas muy precisas y bajo la supervisión de artistas y especialistas han logrado tal calidad de exposición urbana que terminan atrayendo a numerosos turistas.
Ahora, en Sudamérica pueden mencionarse, entre otros, los ejemplos de la ciudad colombiana de Cartagena, la de San Juan de Puerto Rico y, en nuestro país, de Rosario, en donde el esmero por inculcar principios de estética pública ha logrado una creciente receptividad en los habitantes y la renovada admiración de los turistas que las visitan.
En cuanto a las leyendas que embadurnan los frentes privados y los edificios y públicos, lo cierto es que con la excusa facilista de no coartar la libre expresión se ha venido permitiendo una sucesión de agresiones injustas y de perjuicios económicos que deben afrontar los frentistas y los contribuyentes.
Es así que nuestra ciudad asiste indefensa a una puja competitiva en materia de pintadas, en la que no sólo han quedado involucrados en esa suerte de competencia frentes particulares y sedes ministeriales, sino también escuelas y hospitales que muestran los testimonios de tanto afán propagandístico.
Cabría recordar que ello ocurre a pesar de que rigen en la materia ordenanzas que determinan cuáles son las superficies que pueden ocuparse, pero resulta evidente que nadie respeta tales condiciones y emprende, aerosol en mano, contra cualquier pared sin que nadie intervenga para evitarlo. El caso del muro perimetral al Liceo Víctor Mercante no puede resultar más elocuente: restaurado con mucho esfuerzo y recuperado en su diseño original, en muy breve tiempo apareció cubierto de leyendas y grafitis.
Hace poco se elogió en esta columna la decisión de alumnos de Bellas Artes de realizar un mural con imágenes representativas de Ringuelet en la esquina de 7 y 509, en una práctica acordada entre esa unidad académica y la delegación municipal. No corresponde sino alentar, ahora, esta nueva iniciativa cuya finalidad, como se ha dicho, procura enaltecer los valores estéticos de una ciudad que hoy los necesita.