Una universidad para el futuro
*Por Alieto Aldo Guadagni. El siglo XIX fue el siglo de la escuela primaria; el pasado, el de la escuela secundaria, y éste será el siglo de la universidad. En la nueva sociedad del conocimiento prosperarán aquellas naciones que sean capaces de asegurar un alto nivel de calificación a sus recursos humanos; el capital humano de una nación es hoy más importante que la existencia de recursos naturales agotables.
En los países que lideran el progreso económico, más del 40% de los jóvenes tienen títulos universitarios. En América latina se destaca Cuba, con 21%; Brasil, con 19, y Chile, con 15. En nuestro país, apenas el 14% de los jóvenes concluye el ciclo universitario. Son notorias las diferencias con nuestros vecinos; el último año de la escuela secundaria en Brasil y en Chile es distinto al nuestro.
La preocupación de los adolescentes chilenos y brasileños es enfrentar una valla que debe ser superada para ingresar a la universidad y tener acceso en el futuro a un título superior que les permita incorporarse capacitados al escenario laboral en este difícil mundo globalizado. Por el contrario, nuestros adolescentes están liberados de tamaño esfuerzo y muchos de ellos pueden concentrar su tiempo en otras actividades más gratificantes, como el viaje de egresados, sin olvidar la activa vida nocturna.
En diciembre pasado, 3,3 millones de jóvenes brasileños tuvieron que rendir el Exame Nacional do Ensino Medio (ENEM). Esta prueba se tomó en 1600 ciudades durante dos días (mañana y tarde, durante cinco horas diarias); los estudiantes fueron examinados en Lenguaje, Matemática, Ciencias y Ciencias Sociales. Aprobar el ENEM es un requisito para poder ingresar al ciclo universitario público o privado, pero además es un indicador de la situación educativa de cada una de las miles de escuelas secundarias (públicas y privadas), porque sus resultados, agrupados por cada escuela, son de libre acceso por Internet.
Algo similar ocurrió en diciembre en Chile. Alrededor de 300.000 adolescentes rindieron un examen en 556 localidades de todo el país. Fueron también dos días de pruebas escritas de Lengua, Matemática, Historia, Ciencias Sociales y Ciencias. Este examen, conocido como Prueba de Selección Universitaria, sirve además para otorgar becas a los estudiantes de pocos recursos que hayan obtenido buenas calificaciones. Los resultados por escuelas también son publicados, para conocimiento de toda la sociedad, especialmente de los padres, que así son informados sobre los resultados de la enseñanza en la escuela de su elección.
Todo esto no es novedad, ya que hace tiempo que estos exámenes existen en los países donde la educación es una preocupación de las autoridades y de la sociedad (mencionemos el Abitur, en Alemania, y el Baccalauréat, en Francia). La Argentina, por el contrario, ha escogido otro camino sin ningún examen de graduación secundaria como requisito para ingresar a la universidad. Al mismo tiempo, somos una curiosidad mundial, ya que el artículo 97 de la ley de educación prohíbe difundir los resultados de las evaluaciones de calidad por escuela que realiza el propio Estado.
Esto viola el derecho a la información que tiene cada ciudadano en un régimen republicano. Mientras nuestros adolescentes están liberados de este esfuerzo que se exige en Brasil y en Chile (y en todos los países con alta calidad educativa), al mismo tiempo nadie está preocupado por que se conozca y reflexione sobre el nivel de la enseñanza de cada colegio.
Uno podría pensar que esto sirve para tener más graduados universitarios, pero lamentablemente no es así; nuestros vecinos que tienen requisitos más estrictos para ingresar a la universidad pública o privada gradúan muchos más profesionales que nosotros. La explicación es que Brasil y Chile gradúan más del 60% de los ingresantes a primer año de la universidad, mientras que nuestras universidades públicas gradúan apenas el 23% (algunas, como Salta y Jujuy, gradúan menos del 7). Brasil gradúa anualmente 800.000 universitarios; nosotros, 98.000, y Chile, 60.000; esto significa que, en proporción al tamaño de la población, Brasil gradúa 75% más de universitarios y Chile nos supera en un 50%. En Brasil y en Chile hay vocación de futuro y preocupación por ayudar a los adolescentes a tener un futuro mejor, con trabajo digno y con inclusión social potenciada por mejores escuelas.
Las evaluaciones internacionales de calidad educativa ponen ahora (cosa que no ocurría antes) no sólo a Cuba, Brasil y Chile, sino también a Uruguay, México y Colombia -para no hablar de los europeos o los asiáticos- por encima de la Argentina. En Cuba, los exámenes generales de ingreso a la universidad se toman en el mes de mayo, y según informa el diario oficial Juventud Rebelde, este año el cupo de ingreso a la universidad está fijado en 46.341 plazas; y se determinó que por cada vacante en Ciencias Sociales corresponden seis vacantes en las carreras científicas y tecnológicas. "Si un joven quiere cursar una u otra carrera -anunció el Ministerio de Educación Superior de Cuba- se considera el promedio de los exámenes y también cuentan sus resultados en el bachillerato para ordenarlos mediante un escalafón."
Alguien podría argumentar que los cubanos son "elitistas", mientras que nosotros decidimos sacrificar calidad para ganar en inclusión social al facilitar un mayor acceso a los niveles superiores educativos. En el caso de la universidad, la fórmula que suele presentarse como eficaz para lograr este meritorio objetivo de la igualdad de oportunidades es la ausencia de las limitaciones de exámenes generales al finalizar el secundario. Pero nuestra receta no sirve, simplemente porque la mayoría de los pobres no concluye el ciclo secundario.
La igualdad de oportunidades no se logra suprimiendo exigencias, sino promoviendo la calidad y la inclusión. Nunca tendremos más y mejores graduados universitarios si no fortalecemos el nivel primario y secundario. Es necesario implantar un examen general al finalizar el secundario como requisito para ingresar al nivel universitario público o privado, con difusión de los resultados de este examen agrupados por escuela.
Habrá que ser prudentes con la implementación gradual de este examen como requisito para ingresar a la universidad, ya que la realidad nos indica que son muchas las escuelas secundarias donde estudian jóvenes pobres que evidencian, lamentablemente, un bajo nivel en cuanto a los rendimientos escolares. Sin embargo, la sola presencia de una prueba será un estímulo para elevar el esfuerzo y la dedicación de los alumnos secundarios que aspiran a ingresar a la universidad.
La experiencia exitosa de Cuba, Chile y Brasil debería ser tenida en cuenta ahora que se discute en el Congreso una nueva ley de educación superior. La universidad no debe discriminar según el nivel socioeconómico de los alumnos, pero el ingreso debe comprometer el esfuerzo de los aspirantes. Este es el sendero para tener más y mejores graduados universitarios en un mundo globalizado cada vez más exigente.