Una tragedia argentina: por qué vivimos en crisis recurrentes desde hace mucho más de medio siglo
Por Claudio Loser. Más allá de la buena o mala gestión económica de los gobiernos en el día a día, el problema fundamental es que Argentina debe su riqueza a una economía altamente productiva
Un gran problema de comunicación entre los técnicos macroeconómicos y la persona “de a pie” en la Argentina. Es como explicar nuestras frecuentes crisis económicas de una manera entendible y convincente- dos objetivos difíciles de por sí.
Más allá de la buena o mala gestión económica de los gobiernos en el día a día, el problema fundamental es que Argentina debe su riqueza a una economía altamente productiva, pero que no queremos reconocer como fuente de ese bienestar; el sector exportador. De esa manera la Argentina, hoy país de tamaño intermedio con un ingreso per-cápita razonable pero no alto, depende como todos los países de estas características de los desarrollos económicos internacionales en el mundo. Así, la economía argentina tiene un shock positivo de cuando los precios de nuestras exportaciones suben, y shocks negativos cuando los precios bajan respecto de los precios de nuestras importaciones. Técnicamente eso se llama movimiento en los términos de intercambio, que favorecen cuando suben y juegan en contra cuando bajan. El vínculo con el mundo, contrariamente a los mitos desarrollados a través de nuestra historia, es positivo y trae prosperidad, pero debe ser gestionado cuidadosamente. ¿Qué quiere decir esto? Fundamentalmente, que basado en la experiencia histórica debe saberse que los booms son seguidos por fuertes caídas, y que en promedio estas se compensan. Por lo tanto, hay que ser bíblico: hay que prepararse cuando las vacas están gordas, para cuando las vacas están flacas. Lamentablemente, y no siguiendo el relato bíblico, creemos que las vacas gordas se mantendrán para siempre y que no hay vacas flacas. Y nos dedicamos a gastar hasta que nos golpea la realidad.
Y esa es nuestra historia. El primer shock que puedo recordar fue la gran caída en precios a principios de la década de los cincuenta, que llevo a una crisis, que cortó los beneficios que la sociedad recibía, y que era percibido como una contribución de las políticas económicas del peronismo inicial. Más allá de los temas de justicia e inclusión, en realidad, se habían distribuido ganancias temporarias de postguerra, sin guardar para los tiempos difíciles.
Hubo muchos incidentes similares, con periodos de boom, que se consideraban efecto de las políticas y sin preocupación por el futuro, y después seguidos por las duras realidades, con ajuste. Tuvimos que pasar el invierno, sufrir el Rodrigazo, y pasar por la crisis de 2001-02, ajustes, entre otras, donde se culpa a los gobiernos y desde 1956 al FMI por ser arbitrarios y antipopulares. Entre ellos, Perón en los 50s y 70s, Frondizi en los 50s al igual que Alfonsín, Menem, De la Rúa, y Duhalde.
Pero si observamos este siglo, nuevamente se da la tragedia. Los precios internacionales suben enormemente, y se aprovecha el “default” a partir de 2002. El presidente Kirchner mal o bien decide que hay que guardar para las vacas flacas y se aumenta el ahorro nacional (es decir que cuidan de no gastar en el hoy sino en mañana). Se habla de políticas económicas chinas, cuando en realidad lo que hay es el consumo chino. Los precios siguen subiendo, pero ya en el gobierno de la Sra. Fernández nos gastamos todo, y seguimos en ese ritmo cuando llegan las vacas flacas en 2013-14. Nuevamente no cuidamos el mañana y vivimos el hoy. Finalmente, nuevamente la verdad nos alcanza y, con o sin ayuda del Fondo eventualmente Macri debe empujar el ajuste después de una pausa, en que se pasa de no pagar deuda a tomarla, aun con mejores políticas.
Y nuevamente caemos en los ataques a los que llamamos antipopulares, y neo-liberales. Pero los precios internacionales siguen flojos, no hay dinero para tomar prestado y el nuevo gobierno, a pesar de su retórica no podrá crear vacas gordas. Porque la realidad es que somos un país empobrecido y no en los últimos cuatro años. Hemos querido vivir mejor de lo que podemos y como país creemos que es nuestro derecho adquirido, y no el resultado del trabajo y la inversión, que la sabiduría de siglos debió enseñarnos, y que a nivel personal tratamos de cumplir. Y los precios internacionales siguen subiendo y bajando.
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