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Una revolución en el cine

*Por Mario Diament. Una revolución silenciosa está teniendo lugar en la industria cinematográfica y sus efectos pueden transformar para siempre la relación del público con el cine.

Una revolución silenciosa está teniendo lugar en la industria cinematográfica y sus efectos pueden transformar para siempre la relación del público con el cine.

Las primeras etapas de esta revolución, que comenzaron a mediados de la década del 70, son familiares. El cine pasó de la exclusividad de las salas de proyección al uso privado, primero con la televisión y los canales de cable y luego con la invención del videotape, el láserdisk y finalmente el dvd.

Los nuevos formatos no solo posibilitaron la adquisición personal de películas sino que dieron nacimiento, primero a los pequeños videoclubs barriales y más tarde a los gigantes del negocio de alquiler, como Blockbuster Video.

A lo largo de todo este proceso de transformación, la industria del cine fue acomodándose y balanceando su ecuación económica. El ingreso que se perdía por la gradual caída en el número de espectadores en las salas tradicionales, se compensaba con los derechos de emisión para televisión, las ventas de VHS o dvd y la franquicia de alquiler. Por otra parte, los estudios seguían lanzando al mercado producciones monumentales, como Titanic, Piratas del Caribe o Avatar, que solo podían disfrutarse plenamente en la dimensión que ofrecía una sala cinematográfica.

En medio de este proceso de permanente cambio, la aparición de Netflix en los Estados Unidos, con su eficiente sistema de alquiler de películas a través del correo, si bien llamó la atención por su innovación y su magnitud, no pareció alarmar a nadie, con excepción de aquellas empresas con las que competía directamente.

Netflix fue fundada en 1997 en Scotts Valley, California, por Reed Hastings, y Marc Randolph, quienes habían creado anteriormente una compañía de software. La idea se le ocurrió a Hastings, indignado porque la empresa donde alquilaba sus películas le cobró una multa por devolver tardíamente una copia del film Apolo 13.

Lo novedoso del concepto de Netflix era que el cliente pagase una suscripción mensual por la cual podía recibir un constante flujo de películas que preseleccionaba en una lista (entre una y cuatro, según la suscripción.) Gracias al eficaz funcionamiento del correo, el tiempo que transcurría entre devolver una película y recibir la siguiente no pasaba de tres días. No había gastos de franqueo ni multas.

Netflix inició su sistema de suscripciones en diciembre de 1999. En la actualidad, maneja un catálogo de 100.000 títulos y una clientela que supera los diez y seis millones de suscriptores. Diariamente, un millón de películas se movilizan a través del correo y Netflix paga anualmente más de 500.000 millones de dólares por este tráfico.

Muchos analistas consideraban que Netflix estaba destinada a seguir los pasos de Blockbuster, quien en septiembre último se presentó en convocatoria de acreedores. El negocio del alquiler de películas, afirmaban, estaba condenado por la rápida transformación de la tecnología.

Pero Hastings, el CEO de Netflix, un graduado de la Universidad de Stanford que empezó su carrera vendiendo aspiradoras de puerta en puerta, tenía otra visión. Mientras la operación tradicional de Netflix se multiplicaba, Hastings comenzó a invertir enormes recursos en desarrollar una plataforma de streaming, la tecnología que permiter distribuir audio o video por internet tan tiempo real.

Desde mediados del 2007, Netflix comenzó a ofrecer a sus suscriptores, sin cargo, acceso a películas por streaming que podían verse en las pantallas de las computadoras. El razonamiento detrás de esta política era habituar a un mercado fundamentalmente joven,que desarrolla la mayoría de sus actividades en su laptop, a ver películas por este medio.

El lunes, la empresa produjo un salto mayúsculo: anunció un nuevo servicio ilimitado por streaming, que incluye películas y programas de televisión, por u$s 7,99 mensuales.

Si se tiene en cuenta que el servicio mínimo de la televisión por cable, en canales como HBO y Cinemax, es de alrededor de u$s 40 y que el servicio de Netflix puede verse si necesidad de una conexión por cable, es fácil imaginar los temblores que el anuncio produjo, no solo en la industria del cine, sino también en la de la televisión por cable y por antena parabólica.

Con el cine moviéndose cada vez más hacia la digitalización y una creciente tendencia a ver películas en casa, los estudios esperan ahora que la producción de películas en 3D retenga al público en las salas. Pero el 3D requiere todavía el uso de anteojos especiales y es inevitable que la novedad se acabe pronto.

De ahí en más, es posible que el cine se convierta en una función más de la computadora o del teléfono celular.