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Una revelación que pone en apuros a la Presidente

*Por Carlos Pagni. Al aludir al director de Reunión Interior de la Secretaría de Inteligencia (SI), Fernando Pocino, como el espía que le habría garantizado impunidad, Sergio Schoklender apuntó al núcleo más opaco del poder.

No sólo ofreció una ilustración aceptable de lo que todo el mundo sabe: la enorme influencia del aparato de inteligencia sobre la Justicia , sobre todo la del fuero federal.

También señaló, sin nombrarlo, a un engranaje principal de la maquinaria kirchnerista: a través de Pocino se realizan persecuciones sobre blancos políticos y periodísticos y se cursan instrucciones hacia el sistema de seguridad, de defensa y, sobre todo, hacia la prensa pública y privada que trabaja para el Gobierno.

La relación de Pocino con las Madres de Plaza de Mayo no necesita ser probada. LA NACION la detectó el 24 de julio pasado, en un video de TN que lo mostraba coordinando un desalojo de albañiles del programa Sueños Compartidos.

Pero Pocino, la persona sugerida por Schoklender, es más que un agente al servicio de Hebe de Bonafini. Desde 2003 se ufana de ser el hombre de Cristina Kirchner en la estructura profesional de la SI. Es verosímil: la conoció por el ex vocero Miguel Núñez, cuando ella era senadora y él espiaba en el Congreso. Confiado en ese vínculo, Pocino apuesta a reemplazar al subsecretario de Inteligencia, Francisco Larcher, en el próximo gobierno.

La Presidenta no es la única madrina de este agente. También integra el entorno de Nilda Garré. Ambos se conocieron durante la gestión de Fernando de la Rúa. Garré era viceministra del Interior y Pocino la ilustraba sobre el caso AMIA. El trato se hizo familiar cuando el asesor se puso de novio con la hija de la jefa.

Convertida en ministra de Defensa del kirchnerismo, Garré le debe a Pocino haber conocido al general César Milani, que llegó a la subjefatura del Ejército después de comandar el área de Inteligencia. Allí reemplazó al general Osvaldo Montero, exonerado por Garré cuando se descubrió su conjura con Aníbal Fernández para capturar la cartera castrense. Siempre se sospechó que las pruebas las aportó Pocino. Curioso: según Schoklender, Pocino ahora obedece a Fernández, que sería el encargado de orientar al juez Norberto Oyarbide en este caso.

Milani y Pocino montaron una buena sociedad. A ellos se les atribuyen las listas de militares acusados de "portación de apellido" sobre las que Garré realizó sus purgas en las Fuerzas Armadas. Pocino acompañó a su madrina a Seguridad, donde su primera prestación fue informar sobre las tomas del parque Indoamericano.

UNA TRAMA PARADÓJICA

Pocino presume de cierto izquierdismo, que le llegó por la vía de su hermano, un periodista que trabajó a las órdenes de Jorge Lanata. La trama es paradójica: fue Lanata quien identificó al espía señalado por Schoklender como el responsable de las operaciones que Página 12, su antiguo diario, había montado contra el diputado Juan José Alvarez para dañar a Roberto Lavagna.

De aquel lazo familiar Pocino heredó varios contactos en la prensa que en los últimos años puso al servicio del kirchnerismo, hasta convertirse en el túnel más activo entre la inteligencia oficial y el periodismo gráfico y audiovisual adicto al Gobierno.

El agente de las insinuaciones de Schoklender ingresó a lo que entonces se llamaba SIDE por su condición de afiliado radical. Su avalista ante la administración de Raúl Alfonsín fue un reconocido balbinista del Socorro, "la veinte". Con las alzas y bajas de la interna, Pocino se mimetizó con la Junta Coordinadora. Pero la declinación radical lo encuentra fuera del partido: se desafilió durante el kirchnerismo.

La revelación de Schoklender, ayer, pone en apuros a la Presidenta y a uno de sus colaboradores más cercanos, Héctor Icazuriaga, el secretario de Inteligencia. En principio, deberán justificar si Pocino envió el mensaje que se le atribuye. De ser así, ¿quién le dio la orden para hacerlo? ¿Fue Fernández? ¿O es Pocino, en persona, quien tiene colonizada a la Justicia?

Además de estas incógnitas, deberían despejar otro problema. El agente de inteligencia al que aludió Schoklender apareció en un video; el semanario Perfil lo retrató en Pinamar en el verano de 2007, y se sabe que de él dependía el espía Hugo Alvarez, acusado de avisarle al dirigente de la AMIA Sergio Burstein que el comisario Jorge "Fino" Palacios le había intervenido el teléfono.

En síntesis: la Presidenta y el secretario de Inteligencia deberían explicar por qué tienen a alguien tan incompetente en un área crucial para la seguridad nacional. ¿Hay que recordarles que el país sufrió dos atentados terroristas? Porque el vicio de Pocino no es sólo su vocación por aceitar los mecanismos autoritarios del poder. También tiene otro defecto, que acaso haya que agradecerle: cuando lo mandan a espiar, siempre toca el timbre.