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Una política industrial ausente explica las trabas a importados

En la Argentina, alrededor del 70 % del proceso productivo depende de la importación.

Semejante porcentaje revela varias cosas a la vez, empezando por la más obvia: l a fuerte subordinación de la actividad interna a factores externos .

Suena a evidente, también, que esto pasa por la ausencia de producción nacional. O, en términos de especialistas, que es el resultado de una estructura industrial poco integrada, con eslabones vacíos que, inevitablemente, deben ser llenados por bienes de afuera.

Según el último informe del INDEC, en los primeros once meses del año pasado se importaron maquinarias y equipos por US$ 13.236 millones; insumos diversos por 20.166 millones y piezas y accesorios por 13.307 millones.

Todo emerge bajo la forma de un déficit en el intercambio comercial industrial que, en 2011, andará por los 25.000 millones de dólares . Y será récord.

Pese a algunos avances aislados, cuesta acoplar ese saldo al pregón oficial sobre "la reindustrialización con matriz diversificada" y a la mentada política de sustitución de importaciones. Los dos latiguillos repiquetearon, sin pausa y sin efecto , durante los casi nueve años que acumula el modelo kirchnerista.

Sobre el universo entero de las compras al exterior operará el férreo régimen de control que acaba de montar el Gobierno. Como no podía ser de otra manera, es un trabajo a la medida de Guillermo Moreno , el funcionario multipropósito que también acaparó la administración de cada movimiento cambiario, de ciertas operaciones financieras y de las negociaciones comerciales internacionales. Con venia presidencial, acaba de tomar atribuciones que pertenecían al Ministerio de Industria, a la Cancillería y al Banco Central, añadidas a las que hace tiempo copó en Economía.

A partir del 1° de febrero nadie podrá abrir una carta de crédito o realizar un pedido sin autorización previa de Beatriz Paglieri, la flamante secretaria de Comercio Exterior . Que es como decir de Moreno. Para que se entienda mejor: desde 2007 y hasta fines del año pasado, Moreno había puesto el índice de precios del INDEC al mando de Paglieri.

La movida sobre el comercio exterior había empezado a notarse antes, en octubre y ostensiblemente en noviembre. Importaciones de insumos y bienes terminados que crecían al 30 % pasaron a subir 9 %, 3 % o apenas 2 %. Ya funcionaba el 1 a 1 de Moreno -"te dejo importar por un dólar si exportás por otro, lo que sea"- y la demora compulsiva en los pagos a proveedores.

Parece que ahora el tándem seguirá al pie de la letra la consigna que Cristina Kirchner planteó ante varios empresarios: "No importar ni un clavo" .

Pero así apliquen un filtro muy riguroso, debiera suponerse que muchas importaciones no serán paradas. Sencillamente, porque algo así pondría en riesgo procesos productivos enteros, la actividad económica misma y, de seguido, los empleos .

Un ejemplo clarito es el de la industria automotriz . En 2011, la compra de autopartes externas sumó nada menos que US$ 10.800 millones, tanto como para explicar por qué entre el 70 y el 80 % de cada vehículo fabricado aquí está integrado por componentes traídos de afuera.

Otro caso semejante aparece en el sector energético . El año pasado fueron necesarias importaciones por arriba de US$ 9.000 millones y van para bastante más de 10.000 millones en 2012: gas natural y licuado, gasoil, fuel y hasta electricidad, todo imprescindible para tapar un agujero enorme y sostener la economía .

Pasándole por encima al ministro De Vido, Moreno ya mete mano en Planificación. Pero el brazo no le alcanza como para dar vuelta la incesante caída en la producción de gas y petróleo: éso, que es la base del problema, sigue sin ser corregido .

Un fenómeno también notorio ancla en el Sur, en l a electrónica de Tierra del Fuego . Sólo unos pocos insumos de relevancia menor son fabricados aquí, el resto viene del exterior. La serie sigue con los insumos del agro, la maquinaria agrícola, el calzado deportivo, las motocicletas y con cuanto uno quiera rastrear.

Ningún país produce todo lo que precisa, ni es capaz de hacerlo. Eso ya se sabe, pero salta a la vista la falta de una política industrial que impulse una sustitución selectiva de importaciones o cree un entramado de bienes intermedios propios.

"Incrementar la eficiencia de los procesos de control de las operaciones", dice uno de los considerandos de la medida conocida esta semana. "Proteger trabajo argentino", es el argumento de Paglieri para justificar un filtro bien estrecho.

Pantallas. La verdad verdadera está en la urgencia de reforzar el superávit comercial , o sea, la principal fuente de divisas con que contará el Gobierno: US$ 10.000 millones, 12.000 millones si fuera posible, es la meta de Moreno para este año. Aún mayor a los 9.500 millones proyectados por el Banco Central.

Ese camino conduce a la también evidente necesidad de preservar reservas escasas . O, lo que es lo mismo, evitar que se repita el cuadro de 2011, cuando los activos del BCRA cayeron US$ 5.800 millones.

Y si estos meses los controles cambiarios impresionan, ni vale la pena imaginar cómo serán a lo largo de 2012. En la parte que le toca, el apuro por frenar las importaciones deja al descubierto las deficiencias estructurales de la economía.

Tanto movimiento acelerado, incluida la quita de subsidios, es un muestrario del cuadro de situación al que se llegó .