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Una política agresiva, en tiempos de falta de dólares

Por Marcelo Bonelli* El Gobierno padece una severa crisis de financiamiento y esto explica la desesperación que muestra por reunir una masa monetaria que le permita oxigenar sus cuentas.

La Argentina necesita como mínimo unos 7.000 millones de dólares adicionales para financiar este año los desequilibrios externos de su economía.

Esta necesidad ocultada de fondos –y no otro motivo– es lo que obliga a la Casa Rosada a tener avidez por apropiarse de billetes verdes . La agresiva política para ahorrar dólares también se debe a que el faltante puede alcanzar la friolera de 10.000 millones de dólares , si el Gobierno no logra achicar el déficit energético.

Esta es la conclusión que existe en las principales entidades empresarias para explicar el giro que tuvo la política económica en las últimas semanas. Esa conclusión se puede resumir así: hay una crisis no declarada pero evidente en el sector externo .

En el poderoso Grupo de los 6 sostienen que la estrategia tienen un sesgo ya definido: mayor intervencionismo de la Casa Rosada en la actividad privada.

Sostienen que ese rumbo se afirmó con las dos últimas decisiones: el avance sobre el BCRA y la ofensiva sobre YPF.

La estrategia también incluyó apoderarse y tener a disposición las reservas del Banco Central, como un eventual reaseguro para hacer pagos y enfrentar cualquier futura corrida cambiaria.

Este es el principal objetivo de la reforma en la Carta Orgánica del BCRA, así como cubrir el desajuste en pesos que tiene el sector público , que sería de unos 40.000 millones de pesos.
Para mejorar ambas "cajas" se lleva adelante la reforma monetaria, cambiando un precepto histórico de Néstor Kirchner: sólo utilizar dólares de libre disponibilidad para evitar incertidumbre cambiaria.

Las iniciativas ya generaron tensiones: el precio del dólar comenzó a escalar para las empresas. Ayer toco los 5 pesos y la brecha con el oficial llego al incómodo 14%. La cotización es seguida por el secretario de Comercio, a quien le salió un competidor inesperado: Axel Kicillof.

El viceministro de Economía tiene cada vez más influencia en la Quinta de Olivos; armó en el Palacio de Hacienda un equipo de 50 personas y Cristina Kirchner lo consulta en forma habitual. Moreno recela de Kicillof, porque ya en dos oportunidades el viceministro le torció el brazo. Fueron decisiones que impulsaba Moreno sobre exportaciones residuales de combustible y que Kicillof objeto frente a la Presidenta. Cristina le dio la razón al viceministro, quien había conversado el tema con Carlos Bulgheroni.

Ahora Moreno quiere impedir que Kicillof ocupe en las preferencias de la Presidenta el lugar que tenía Amado Boudou antes del escándalo de la ex-Ciccone.

Moreno acumula enemigos en el Gabinete, los cuales se dedicaron a desacreditar su exótica misión a Angola. Incluso algunos ministros, maliciosamente, la compararon con el viaje de José López Rega a Libia, durante el gobierno de Isabel Perón. El canciller Héctor Timerman fue uno de los más incómodos en la misión oficial. Ahí Moreno acusó a los diplomáticos de "vagos y holgazanes".

La contracara de ese desprolijo viaje a Africa fue la negociación de la Unión Industrial en Brasil. La cúpula fabril encabezada por Ignacio de Mendiguren mantuvo reuniones con los tres ministros clave de Dilma Rousseff. La simultaneidad de ambas misiones no fue una casualidad.

La UIA trató de diferenciarse claramente de Moreno.

Entre ambos existe una creciente tensión, porque el secretario de Comercio sigue hostigando a la central fabril y trabaja para crear una CGE ultra-oficialista.

El canciller brasileño, Antonio Patriota, expresó su preocupación por los arbitrarios cambios en las reglas de juego para las empresas brasileñas en Argentina. En Brasil tuvieron impacto la ofensiva sobre YPF y la improvisación que existe en la Casa Rosada para solucionar el conflicto.

El miércoles, los máximos petroleros de la Argentina trataron el tema en una reunión del Club de Petróleo. Hubo un informe lapidario sobre la inseguridad jurídica que existe sobre toda la industria petrolera.

En Madrid, Repsol decidió llevar adelante un plan de resistencia, como el que ya sostuvo Shell en Argentina. Incluye denuncias en el CIADI y en los tribunales de Manhattan. La línea dura se adoptó después de que fracasaron las negociaciones que encaró Antonio Brufau y que Sebastián Eskenazi comunicara que ya no era interlocutor de Cristina Kirchner. La orden bajó del ministro de Energía e Industria español, José Soria, quien en su secreto viaje a Buenos Aires sólo recibió reprimendas de Kicillof en un hermético encuentro.

Una señal de esa política de resistencia la dio el gobierno de Mariano Rajoy, cuando la Casa Rosada sugirió que Antonio Brufau fuera destituido para abrir una nueva instancia de negociación. La respuesta fue que Brufau continuará en el cargo, hasta que se supere la crisis. Pero no volvería a Buenos Aires y sólo participara vía satélite de las reuniones de directorio.
Brufau amenazó a sus interlocutores con lo siguiente: contar detalles del ingreso del Grupo Eskenazi en YPF, si la Casa Rosada continúa pidiendo su cabeza a Madrid.

Sus gestiones fueron delegadas en su mano derecha, el financista Miguel Martínez que está, desde hace una semana, instalado en las oficinas de YPF. Trabajan con el "paraguas" de las dos –y no una– conversaciones políticas que mantuvieron el rey Juan Carlos y la Presidenta. También habló Rajoy. En la primera de esas comunicaciones, el monarca pidió moderación a la Casa Rosada, porque los ataques hacían tambalear la Bolsa de Madrid en momentos financieros difíciles para España. En la segunda, Juan Carlos fue diplomático, pero advirtió: cualquier ruptura de acuerdos con YPF obligaría a España a pedir la desafiliación de Argentina del Grupo de los 20.