Una mala fotocopia de los 70
* Por Ricardo Roa. El 24 de marzo no brotó por generación espontánea. Llegó precedido de una fragilidad institucional tan profunda que parecía a punto de romperse cada día.
Y de una violencia que era casi un sinónimo de la política: la lucha armada era aceptada por muchos como una alternativa válida. Había atentados y muertes cotidianas provocados por los grupos guerrilleros y la banda parapolicial de la Triple A. El golpe no puede ser entendido sin entender esa crisis .
Vino después el terror como política de Estado y la huida hacia adelante que los militares imaginaron con Malvinas. La guerra se perdió por goleada. Y en el largo paréntesis de hibernación cívica hubo de todo : los que sufrieron y los que no se enteraron. También quienes sabían y miraron hacia el costado por miedo. Los que apoyaron y aún los que sacaron provecho.
Es el día de la memoria (ver: Sin Cristina y con marchas hoy se recuerda el golpe del 76) y honrar la memoria no es decir cualquier cosa sobre lo que ocurrió sino contarlo tal y como ocurrió. Leer los años 70 sólo como una epopeya de militantes que deben ser exaltados contra los genocidas es tan distorsivo como calificarlos de lo contrario.
En algún punto es borrar la memoria mientras se vocifera que la recuperan. Pero el Gobierno encontró en la manipulación de los derechos humanos un combustible político. Y para algunos ni siquiera importa que los Kirchner hayan sido militantes imperceptibles: recién se interesaron por el tema cuando llegaron al poder.
La memoria de la dictadura, que es para cualquier persona honesta la memoria del horror , debe pensarse y repensarse, como la del tiempo que la precedió. Rescatar toda la complejidad de esos años terribles para entender qué nos pasó como sociedad. Mirar atrás no para quedarse en los 70 sino para no repetir sus errores.