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Una incondicional hermandad

*Por Juan Manuel Trenado. El momento del alivio definitivo para Scola, con la copa, y Ginóbili.

Para dos deportistas de tanto brillo, las presentaciones mediáticas, la valoración de sus logros y la permanente comparación entre uno y otro puede ser un desafío para la convivencia. No importa cuáles, pero pasa en varios deportes. Hemos visto estrellas que se mezclan en batallas de egos que terminan afectándolos a ellos y al seleccionado.

Conociendo todo esto, hay que decir que no podía tener mejor suerte el básquetbol argentino. Emanuel Ginóbili y Luis Scola, los dos mejores jugadores de la historia de nuestro país, dos figuras con salarios multimillonarios, son amigos y comparten habitación en la concentración. Uno fue tres veces campeón de la NBA y este año volvió a ser All Star, y el otro fue el goleador del último Mundial de Turquía y de este Preolímpico. Son personajes tan fuera de lo común que hasta les suena ilógico que les pregunten si no puede haber celos en su relación: "No concibo la posibilidad de estar compitiendo con él", le dijo Manu hace un mes a la revista Básquet Plus.

Cada uno sabe qué necesita del otro y sólo así lograron vivir en un clima perfecto. Se abrazaron apenas terminó la final. Scola se emocionó y quedó al borde del llanto mientras escuchaba el agradecimiento de su compañero al oído.

No hace mucho, Manu dijo: "La selección puede ganar sin mí, pero no sé si puede hacerlo sin Scola. Es más importante que yo para la selección". Y anoche, cuando el presentador de la premiación en el Polideportivo estaba por anunciar el premio para el mejor jugador del torneo, Ginóbili fue de los primeros en gritar de cara a la gente para contagiar al estadio: "¡Scola, Scola!". Un poquito después, Scola comentaría: "Hay jugadores que mejoran con el tiempo. Por ejemplo, Manu cada año juega mejor. Tiene 34 años y, a mi modo de ver, el de esta última temporada fue el mejor Manu de todos".

Manu fue elegido por la FIBA como el MVP de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. La votación se dio a conocer un día después de la final. ¿Cómo se enteró Ginóbili? Lo llamó por teléfono Scola, que lo había leído en Internet: "¿Te enteraste? ¡Sos el MVP!", le dijo emocionado.

Hace dos semanas, en una de las recordadas twitcam de Ginóbili, el pivote entró a su habitación y se sorprendió. "Pero ¿qué es esto: mi cuarto o un estudio de grabación?", fue el reclamo. Un poquito antes, mientras a Manu lo cargaban por su progresiva calvicie, alguien le preguntó si él podía cortarle el pelo a su compañero: "Jamás. A él y a Oberto no los toca nadie; sólo profesionales. Scola tiene una cabellera imponente".

También suelen recordar que hablan mucho de sus experiencias como padres. "Scola tiene cuatro, pero no tiene dos juntos como yo, así que intercambiamos información", contó el jugador de los Spurs.

Manu (34) fue decisivo para llegar a los Juegos Olímpicos, pues acertó seis triples seguidos en el segundo tiempo ante Puerto Rico; Scola (31) fue vital todo el torneo y metió 32 tantos en la final con Brasil. Por continuidad y porque tiene tres años menos, Luifa ya lo sucedió a su amigo como líder del equipo. O al menos eso es lo que se puede ver desde afuera.

Para ellos, no tiene la menor importancia quién está primero y quién segundo. Siguen juntos, como cuando empezaron en un seleccionado Sub 21 en 1997. Con un solo objetivo en común, siempre hermanados.

SCOLA DIXIT

"Pensé que no iba a ser un torneo especial, que iba a ser uno más. Lo dije antes de empezar. Hoy siento que gran parte de nuestro triunfo fue por jugar en casa. Esto hubiera sido difícil de sobrellevar si no jugábamos acá. Pensé que no iba a sentir presión, pero la sentí".

"Cada año que pasa me voy poniendo más viejo, más melancólico. Supongo que eso influye en que lo disfrute al nivel de otras cosas, como si fuera un Juego Olímpico. Me cuesta más llegar a un torneo, prepararme, lleva una carga física y mental muy pesada y va progresando cada año que pasa. Todo eso, hace que al ganar sienta una liberación más grande que otros años".

"Estamos en la elite a pesar de sumar años. Los jugadores de este equipo siguen teniendo nivel para estar en este lugar. Tenemos suerte de que se ha dado un grupo que puede perdurar porque todos arrancamos muy jóvenes".

"Si tengo que jugar cien torneos quiero jugar los cien en casa. Es una gran ventaja. Eventualmente, en un momento puntual, se te puede transformar en una carga. En algún momento nos afectó. En las semifinales (con Puerto Rico) se nos ponen a dos puntos, queda poco por jugar y se hace un silencio en todo el estadio. Vos por dentro decís: 'me quedo afuera'.

Pero en la final, cuando ellos (Brasil) estuvieron seis arriba, la gente explotó y se revirtió la situación".