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Una excarcelación en el escenario preelectoral

*Por Mariano Pérez de Eulate. Justo en plena campaña electoral ha nacido una suerte de figura política impensada hace algunos días.

La del "perseguido judicial" Rubén "Pollo" Sobrero, el referente de los ferroviarios que fue espectacularmente detenido el último viernes por los incidentes de mayo pasado en el ferrocarril Sarmiento y liberado ayer, apenas 24 horas después de que el arco sindical amenazara con un paro total de actividades si no se producía la decisión judicial que finalmente se produjo.

La detención de Sobrero había provocado algo impensado: que las varias vertientes sindicales -CGT, CTA, izquierda gremial más dura- coincidieran en una misma posición.
La detención de Sobrero había provocado algo impensado: que las varias vertientes sindicales

-CGT, CTA, izquierda gremial más dura- dejaran diferencias históricas de lado y coincidieran en analizar la medida judicial como una avanzada integral contra el movimiento obrero.

Desde la jefatura de la CGT, Moyano -todavía aliado del Gobierno, aunque cada vez más distante- sacó un ya célebre comunicado cáustico que apuntó a la propia victimización: sólo los sindicalistas van presos, se dijo allí, mientras que otros "poderosos" muy comprometidos siguen en libertad.

La queja estaba orientada a las varias postales que los medios vienen arrojando respecto a los popes sindicales comprometidos con la Justicia y a las dilaciones o "casualidades" que llevan a que ningún funcionario nacional procesado haya siquiera pasado cerca de una prisión.

Ejemplos: el bancario Juan José Zanola está detenido hace más de un año; el duhaldista Gerónimo Venegas padeció la detención y la foto correspondiente por varias horas; el entorno del camionero, dicen, está a un tris de ser noticia de la sección policiales de los diarios por la investigación de la mafia de los remedios que comprometería a la obra social del gremio.

La contracara, el paradigma de lo que los sindicalistas repudian, es el multi procesado ex secretario de Transporte Ricardo Jaime, quien deberá ir a juicio por el presunto delito de aceptar dádivas de los empresarios a los que debía controlar, entre otros cuestionamientos, y sin embargo es uno de los dirigentes que están manejando la campaña del oficialismo en la provincia de Córdoba.

Hasta el mismísimo Luis Barrionuevo, algo así como el enemigo número uno de Moyano en la política sindical, coincidió con el diagnóstico del líder de la CGT respecto a que desde el poder se ha puesto en marcha una suerte de ofensiva antigremial.

DESDE OTRO SECTOR

En la CTA más distanciada del Gobierno, la que conduce Pablo Micheli y donde suelen analizar todos los temas con argumentos más técnicos y menos sanguíneos, hablan de que la detención de Sobrero es parte de un plan para debilitar al sindicalismo. Se explica así: se vienen años en que, para sostener el modelo K, el Gobierno necesita que los gremios estén un poco más débiles y bajen la presión respecto a los aumentos salariales. Esta tesis supone un entendimiento del Gobierno con los sectores empresarios y una marcha atrás de la estrategia inicial del kirchnerismo, que consistió en fortalecer el poder gremial para sumar a los sindicatos como aliados políticos. El asesor jurídico de Micheli, Horacio Meguira, publicó un reciente artículo al respecto.

Incluso la variante más kirchnerista de la CTA, la que responde a Hugo Yasky, también ha dicho que fue un exceso la detención de Sobrero.

INQUIETUD OFICIAL

Volvamos al principio. Anoche en el Gobierno sobrevolaba cierta preocupación por el vuelco que evidenció la causa y la salida épica del delegado ferroviario. En especial porque algunos voceros oficiales como el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, se atrevieron a afirmar públicamente que la detención de Sobrero estaba precedida de elementos sólidos que llevaron al juez Manuel Yalj a tomar la decisión. Justamente lo opuesto de lo que pasó ayer a la tardecita, cuando el magistrado debió soltarlo -aunque sigue procesado- por carecer de pruebas potables para justificar su detención preventiva.

En algunas oficinas de la Rosada creen que ahora la figura del gremialista rubio y de pelo largo -militante político de la Izquierda, que seguramente iniciará un periplo por los medios para contar "su" verdad- podría agigantarse y favorecer la instalación de la idea de que es víctima de una "persecución" pergeñada desde el Poder Ejecutivo, que incluyó cierta presión al juez para que concretara la detención.

En verdad, no creen que esto pueda -ni remotamente- poner en peligro la reelección de Cristina Fernández, quien marcha primera en todos los sondeos que se conocen. Pero acaso no esperaban en el entorno presidencial aquel encolumnamiento gremial detrás de la tesis inicial de Moyano a quien, en verdad, querrían ver afuera de la CGT antes de fin de año.