Una década en América latina
* Carlos Fara. Los ‘80 en la región fue la llamada "década perdida", debido al fuerte estancamiento económico, lo cual empezó con la crisis de la deuda externa disparada por México. Pero a su vez significó también el regreso de la democracia a casi todos los países.
Los ‘80 en la región fue la llamada "década perdida", debido al fuerte estancamiento económico, lo cual empezó con la crisis de la deuda externa disparada por México. Pero a su vez significó también el regreso de la democracia a casi todos los países. La década terminó mal: desde el Caracazo venezolano frente un terrible plan de ajuste, hasta las hiperinflaciones de Argentina y Perú.
Los ‘90 comenzaron bajo el signo de la caída del Muro de Berlín, la desintegración del bloque soviético y la globalización, y sucesivas reformas pro mercado que lograron estabilizar las economías, atraer flujos de inversiones externas que favorecieron a los gobiernos de turno. Los éxitos de dichas transformaciones llevaron a que sus ejecutores concitaran el favor popular como le sucedió a Menem, Fujimori, Cardoso o Salinas de Gortari. La región estaba de fiesta, privatizando y consumiendo.
La primera señal de alerta vino una vez más de México con la "crisis del tequila" que desnudó lo endeble de algunas situaciones que parecían sólidas. Esto dio inicio a una segunda parte de los ‘90, ya no tan favorables a nivel internacional, en donde las sociedades se volvieron más críticas de los efectos de las reformas que habían aplaudido en su momento, y de las consecuencias de la globalización. La década iba a terminar con los azotes de las crisis de Brasil, Asia y Rusia, prólogos de la situación terminal que vivió la Argentina en 2001.
De esta manera se llegó a la primera década del nuevo siglo: con reformas neoliberales en crisis, sistemas de partidos que se desintegran como fruto de fragmentaciones sociales profundas, y un imaginario fuertemente crítico del nuevo esquema económico internacional. Ya se había producido el germen de lo que sería un nuevo espacio político en la región: la alternativa bolivariana de la mano de Chávez, que llegó en 1998. Luego lo seguirían Evo Morales, Rafael Correa y el regreso de Daniel Ortega.
A partir de eso se marcarían tres bloques político-ideológicos bien definidos: el de la izquierda nacionalista, expresada en el "socialismo del siglo XXI" recién mencionada; el bloque socialdemócrata con Lula, la Concertación Chilena y el Frente Amplio uruguayo como puntales, y el bloque minoritario de centro derecha, aislado en Uribe y el PAN en México.
Esta década que termina significó un corrimiento del péndulo hacia la izquierda, con sus distintas variantes. Dicho movimiento se produjo en el marco de uno de los mejores momentos de la historia para los exportadores de commodities, desde petróleo hasta la soja, con la locomotora China / Asia funcionando a pleno, demandando energía y alimentos. Al punto que la región sufrió relativamente menos la crisis económica mundial de 2009. Latinoamérica se puede jactar de superávits fiscales y comerciales, sin los clásicos estrangulamientos de cuenta corriente, desentendiéndose de los dictados del FMI, y algunos accediendo al investment grade. Es otro mundo. Sin embargo, los déficits institucionales, sociales y educativos permanecen, y la desigualdad y la violencia están entre las mayores del planeta.
A partir del triunfo de Lobo en Honduras, de Martinelli en Panamá y de Piñera en Chile, algunos empezaron a vislumbrar que la derecha regresaba, de la mano de empresarios volcados a la política. La eventualidad de un triunfo de Serra en Brasil, más la continuidad de la línea de Uribe en Colombia prometía una tendencia en ese sentido. Sin embargo, la onda se truncó. En los últimos dos años, el supuesto corrimiento a la derecha es contradicho por las victorias de Evo Morales, Mujica y Laura Chinchilla.
Los países de menor población no ayudan a marcar la mainstream ideológica. Por otra parte, las sociedades latinoamericanas parecen haber quedado suficientemente escaldadas de las transformaciones de los ‘90, como para querer volver al Estado del laissez faire. Si a esto se le suma que las predicciones económicas internacionales auguran una continuidad del empuje asiático más altos precios de los commodities, la lógica es que siga habiendo recursos suficientes para sostener políticas redistributivas. Avatar, la película más taquillera de la historia es la preferida de Evo Morales. Trata sobre la resistencia nativa de un planeta a que una multinacional explote por la fuerza un recurso natural de su hábitat que consideran sagrado. Todo un signo.