DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Una coalición en el laberinto

La coalición armada por las Naciones Unidas para contener la matanza de libios que exigen el fin del régimen de Kadhafi exhibe más contradicciones que firmeza política.

Es indiscutible: se trataba de detener en Libia las masacres de manifestantes desarmados que, en la estela de Túnez y Egipto, reclamaban mejores condiciones de vida, libertad y el fin de la brutal dictadura de Muamar Kadhafi, que se arrastra desde hace más de cuatro décadas. Los demandantes obtuvieron como toda respuesta el bombardeo por la aviación y la cacería por francotiradores y por agentes de los temibles servicios de seguridad. La sangría debía ser contenida y el único recurso era la acción armada, también el único lenguaje que entiende Kadhafi cuando debe dialogar con sus opositores.
La respuesta de la comunidad internacional fue inmediata, pero su rapidez puso al desnudo las enormes contradicciones existentes en la coalición convocada por las Naciones Unidas. Es verdad que no contaban con demasiado tiempo para acordar posiciones, pero no lo es menos que las urgencias políticas y económicas ponen todavía en riesgo las vidas que se defienden.
Los aviones de guerra de la urgente alianza destruyeron la fuerza aérea libia y dejaron en escombros ardientes muchos blindados leales. Pero, a pesar de esa demostración de poderío bélico, apuntalado además por una flota que bloquea con eficiencia todos los puertos, la situación de Kadhafi no se ha deteriorado al extremo.
Mientras los rebeldes retienen Bengazi, están siendo dominados en Ajdabiya (a 150 kilómetros de Bengazi) y los tanques de Kadhafi patrullan las calles del puerto de Misurata y no pueden ser atacados porque los bombardeos de la coalición golpearían posiciones civiles. Y Trípoli, capital del país, sigue también en manos de Kadhafi, que, a diferencia de lo que sucede con los rebeldes, puede reponer sus bajas contratando a mercenarios que llegan desde el vecino Chad.
Libia es para los Estados Unidos, la Unión Europea y la Liga Árabe algo peor que un laberinto. Porque su propia alianza también lo es. Estados Unidos deja el liderazgo para escapar de un tercer incendio, luego del fracaso en Irak y la anunciada retirada de Afganistán; desde Alemania, Angela Merkel introdujo más confusión al retirar imprevistamente sus contingentes y dejar en su reemplazo frases vacías que no convencen a nadie, porque se tiene claro que priorizó sus intereses políticos; en Italia, el presidente Giorgio Napolitano, firme sostenedor de la coalición, ha desplazado virtualmente de la conducción de las políticas de exterior y de defensa al impresentable primer ministro Silvio Berlusconi, quien no oculta sus esperanzas de que Kadhafi, su amigo y socio, retenga el poder.
Los únicos países europeos que parecen tener claro lo que debe hacerse son Gran Bretaña, Francia y España: si la misión es sólo humanitaria, el dictador volverá a sus violentas andadas. Él es el objetivo político excluyente, pero la falta de un discurso y de una acción únicos favorece por ahora la reacción de Khadafi.