Una ciudad sin policías
Sin una presencia policial visible en las calles porteñas, será muy difícil combatir el fenómeno de la inseguridad personal.
Uno de los factores más evidentes de la tremenda inseguridad urbana que nos afecta es la llamativa ausencia de la policía en las calles y espacios públicos de la ciudad de Buenos Aires, salvo el caso de la policía municipal y sólo en los barrios en que ella está desplegada.
Efectivamente, la presencia pública de la Policía Federal es casi nula, y esto es fácil de comprobar. Se puede circular durante varios minutos por las calles porteñas sin llegar a ver siquiera un uniformado o un patrullero. Sin embargo, paradójicamente, hay un momento en que sí esa presencia se vuelve altamente notoria y es cuando debe brindar seguridad a los funcionarios públicos, como si ésa fuera su tarea principal.
La situación así descripta supone, entonces, una cesión involuntaria del espacio público a quienes se aprovechan arteramente de él. No sólo a los que ocupan las esquinas de la ciudad, intimidando a los conductores con presuntos servicios informales, no solicitados, o a los que todos los días transforman las calles y plazas de la ciudad en una suerte de basural a cielo abierto, con el consiguiente riesgo sanitario para todos. También a los delincuentes que, ante la falta de presencia policial, pueden moverse con toda libertad, especulando con el hecho de que ni siquiera son observados.
El fenómeno de la inseguridad personal no es, sin embargo, una característica sólo argentina. En otras partes de nuestra región también existe ese gravísimo problema social: en países como Brasil y Venezuela se presenta en niveles alarmantes, y en otros está ya lamentablemente aumentando de manera concreta. Por eso, no es extraño que las autoridades locales tomen medidas concretas para enfrentar esta preocupación creciente.
En Montevideo, por ejemplo, han crecido exponencialmente las rapiñas y los hurtos, que se transformaron en un problema de importancia. Hay nada menos que 32 rapiñas por día y un hurto cada diez minutos. ¿Cuál ha sido la respuesta de las autoridades orientales? Muy simple: más policía en la calle y un notorio incremento del patrullaje. Las comisarías de la ciudad no investigarán más los delitos (tarea que quedará a cargo de unidades especiales), sino que se dedicarán fundamentalmente a las tareas preventivas. De custodia y vigilancia de la sociedad, es decir, las más visibles. Calculan que pronto podrán medirse los resultados.
En Quito, Ecuador, la policía acaba de perder sus funciones administrativas y su responsabilidad por lo que son meros trámites de rutina. De ahora en adelante, se dedicará exclusivamente a sus funciones operativas específicas, entre ellas, el patrullaje constante de la ciudad.
Es evidente que la visibilidad y la presencia policiales deben mejorar en la ciudad de Buenos Aires. La ausencia de la policía es, en sí misma, un poderoso incentivo para delinquir, asumiendo que la impunidad existe, que todo es aparentemente tierra de nadie y que la sociedad no está debidamente protegida.