Javier Milei ha obtenido el mejor resultado en una elección singular como son las Paso. Esta irrupción no lo convierte todavía en una corriente perdurable en la política argentina. Para que eso ocurra debería ganar las elecciones generales. Podría alcanzar el objetivo si obtiene arriba de 40 puntos con una diferencia de 10 sobre alguno de sus rivales. También quedaría consagrado con 45 puntos. Si estas variantes le resultan adversas, debería ganar un balotaje, o sea alcanzar arriba de 50 puntos. La superación de estos obstáculos revelaría que ha hundido raíces en el marco de una crisis de conjunto excepcional. Todavía le faltaría imponer una salida a esta crisis, en especial cuando exhibe un programa que ataca puntos fuertes del régimen político actual. La máscara libertaria del personaje esconde a un fascista con todos las letras, pero el fascismo es algo cualitativamente diferente – es un movimiento reaccionario de masas que tiene por base a sectores marginales o marginalizados por la crisis. La clase obrera no ha entrado en acción en esta crisis – Milei necesitaría que esta apatía política se mantenga en el tiempo. De lo contrario, no duraría mucho en el gobierno.
La “Crisis de representación”, en crisis
La aparición de personajes como Milei se ha transformado en una tendencia internacional; los partidos históricos se han disuelto en el camino. La politología argentina lo ha descripto como el producto de “una crisis de representación”. Bajo la apariencia de una categoría política, el planteo es una simple redundancia: si los representados no eligen a sus ‘representantes’ establecidos, se desprende “una crisis de representación”. La caracterización es frontalmente vulgar. Lo demuestra el caso de Italia, donde este fenómeno se ha producido a repetición. Comenzó con Berlusconi, un magnate corrupto que creó su propio partido. Los tres grandes partidos italianos -la democracia cristiana, el socialista y el comunista- desaparecieron de escena. Duró un tiempo prolongado hasta que, surgido de “una crisis de representación”, fue volteado por su propia “crisis de representación”. Luego de varios accidentes políticos, como el ‘ascenso’ del “leguista” Umberto Bossi y, después, de Mateo Salvini, que sufrieron sus propias “crisis de representación”, apareció el Movimiento Cinco Estrellas. El M5E nació de una subasta de candidaturas organizada por su inspirador, Beppe Grillo, un comediante exitoso. Juntó votos desde las Recoletas a las Villa Lugano de Italia. La crisis financiera de 2007/8 lo dejó en estado vegetativo – perdió su legitimidad ‘representativa’. Italia es gobernada ahora por una Milei en polleras, Giorgia Meloni, a la cabeza de un partido en miniatura de la derecha italiana. Como la fragmentación política italiana es muy fuerte, el Parlamento italiano, donde nacen y mueren los gobiernos, es una colección de fuerzas en crisis representativas.
En definitiva, ocurre una crisis de gobernabilidad capitalista en todo el mundo. Los “cisnes negros” paridos por esta crisis histórica en acto han sido el norteamericano Donald Trump, el inglés Boris Johnson o el brasileño Jair Bolsonaro. Emannuel Macron es otro hijo de “la crisis de representación”, pues se fue del gobierno socialista, donde ocupaba el ministerio de Economía, y seleccionó, también por Internet, junto a sus gatos (los perros de Milei) una lista que lo llevó al gobierno. Ahora no tiene mayoría parlamentaria, o sea que enfrenta “una crisis de representación”, ‘acompañada’ por la rebelión de ‘los chalecos amarillos’ -la pequeña burguesía arruinada de la Recoleta y Lugano de Francia- y, este año, por las manifestaciones de masas y huelgas obreras, en defensa del sistema previsional. Francia vive un ambiente de sublevación que acabará con el gobierno que emergió de la supuesta “crisis de representación”.
El Milei más destacado del planeta no es, sin embargo, ninguno de los arriba nombrados. Es el ex comediante ucraniano Volodomyr Zelensky, que saltó de la televisión al gobierno, pero, a diferencia de Palito Ortega, sin partido propio, sólo con el apoyo del oligarca local Íhor Kolomoiski. Zelensky se niega a realizar las elecciones el año que viene, cuando una parte creciente de la juventud ‘coimea’ a los reclutadores para evitar ir a la guerra que financia la Otan. Zelensky no habla de dolarizar a Ucrania, sino de sustituir la gryvna por el euro, cuando reciba la aprobación de la Unión Europea y la Otan.
Política bajo el capitalismo declinante
La “representación política” es un fenómeno de las revoluciones burguesas y se ha desarrollado durante el ascenso del capitalismo. Es también el período de formación de los partidos históricos de la clase capitalista. La “crisis de representación” adviene cuando el capitalismo alcanza la madurez e ingresa en la etapa histórica de su declinación. Lo mismo ocurre con sus partidos. La “crisis de representación” no es un fenómeno singular ni inédito – es una tendencia de conjunto. Por eso no puede ser remediada sin la sustitución del estado capitalista por un estado obrero en transición al socialismo. A alguien se le ha ocurrido, además, que la ventaja de Milei en las Paso constituye “un cambio de época”, cuando es exactamente lo contrario: una resistencia reaccionaria a cambiar, precisamente, de época. Milei es una concentración excepcional de las miserias del capital, que actúa bajo la presión de pulsiones regresivas.
El ‘caso’ Milei es una manifestación de una tendencia internacional de la burguesía a imponer salidas políticas pro-fascistas, por medio de políticos desclasados, que atacan a la “casta”. Todos los fenómenos fascistizanes atribuyen a “la corrupción de la política”, lo que es producto, fundamentalmente, de la decadencia y el derrumbe del capitalismo. La agitación política de Milei apunta a los sectores sociales más arruinados por la crisis capitalista. Esto no significa, como dice una columnista del Cronista, que Milei represente a una “nueva clase social”, en una pretendida analogía entre la clase obrera que surgió a partir de la década del 30 del siglo pasado y Perón. La población arruinada y los sectores que operan en mercados marginales no son una clase social. Representan una desintegración de las clases sociales en presencia; por eso pueden quedar sujetas, al menos por un tiempo breve, a una demagogia política. En cuanto a los obreros que votaron por Milei, tendrán que revisar sus opciones cuando se ponga en práctica el programa de Milei.
“Siganme, que los voy a dolarizar”
En los últimos días han aparecido engendros ‘teóricos’ improvisados para justificar los hechos consumados. Estos planteos pronostican ahora un porvenir exitoso para los libertarios, sin considerar la transitoriedad que han mostrado en la totalidad de los países donde han ensayado su política. El programa de Milei representa los intereses del capital financiero internacional. Lo que promete para los sectores ‘excluidos’ es convertir en excluida a toda la clase obrera, liquidando sus conquistas y derechos. Varios analistas señalan un “Interior sublevado”, incluidas Córdoba y Santa Fe, donde LLA obtuvo un promedio de votos muy superios a Caba y Provincia; es la expresión de una quiebra irremediable del federalismo, bajo la dirección de las oligarquías locales. A través del sistema impositivo, las provincias se han convertido en víctimas preferenciales de la deuda pública. La Pandemia es parte integral de este derrumbe; ha quebrado socialmente a nunerosos sectores populares, mientras los subsidios estatales se orientaron en un 90% a capitales de la industria y los bancos, y fueron financiados a tasas de interés enormes en la forma de Leliqs.
La dolarización es una variante de la convertibilidad de Cavallo, que estalló como una bomba nuclear hace dos décadas. Mientras asegura que quiere eliminar la banca central, adhiere, mediante la dolarización a la de Estados Unidos. La Reserva Federal es la que ha emitido la mayor cantidad de moneda durante las últimas crisis – de 900 mil millones a 4 y medio de billones de dólares, mediante la compra de títulos del gobierno norteamericano y sus organismos hipotecarios. La banca internacional ha creado mecanismos de emisión monetaria extraordinarios – la llamada “banca en las sombras”, que evade la regulación estatal del sistema financiero. La dolarización no resolvería el déficit de comercio de Argentina con China, declarado rival por EEUU, mediante el freno a las importaciones de ese país. Estados Unidos no es comprador de las exportaciones argentinas y, en varios casos (biocombustibles), las ha prohibido. Una dolarización triangularía el comercio argentino a favor de China. Los dólares de Estados Unidos financiarían las compras a China. Cualquier impugnación al comercio con China sublevaría al agronegocio.
Es un tema a investigar si Techint se encuentra detrás de los planteos de Milei, dado que es la más afectada por la competencia de China. El grupo de Tenaris está detrás de la “relocalización” de inversiones, a EEUU, México, incluso Brasil y, eventualmente, Argentina, que promueve Biden, como alternativa a un repliegue de inversiones en China. En este caso quedaría planteada una fuerte división en la burguesía local, en especial con el capital sojero.
La dolarización supone una devaluación previa del peso de vastas proporciones, en primer lugar para desvalorizar las Leliq, que equivalen a 40 mil millones de dólares. De lo contrario, se deberá confiscar a los depositantes meidante un cambio de moneda desfavorable o reemplazando los depósitos por un Plan Bonex. Emilio Ocampo, el gurú de Milei, ha planteado crear un fondo en el exterior para recibir dólares en préstamo o superávit corriente, contra la garantía de los activos de YPF y el FGS de Anses. Seguramente tiene previsto empeñar tierras fiscales o yacimientos mineros; no por nada Milei insiste en volver a la Argentina rivadaviana.
El candidato evangélico del sionismo
Milei también insiste en que los votantes “eligieron mi programa”, pero solamente en referencia a la ilusión de que la dolarización ponga fin a la inflación. El conjunto del programa, entregado a la Justicia electoral, no ha sido difundido. Ni el remate de activos, ni la derogación del derecho al aborto, ni la privatización integral de la Salud, la Educación y la Previsión Social fue presentado en la publicidad del candidato. Milei se declaró aliado de Estados Unidos e Israel y de reconocer a Jerusalem como capital de ese estado. En el caso de Israel, Milei se alinea con la “casta” de Netanyahu, que enfrenta, en este momento, una fenomenal “crisis de representación”. En este punto, Milei se pone del lado del cristianismo evangélico, como Bolsonaro y Trump – una de las grandes internacionales de la reacción política. Aunque todavía no declaró nada, es la misma posición de Patricia Bullrich – una alfil del sionismo. La singularidad del caso argentino es la coalición potencial entre el macrismo de paladar negro con los libertarios, para emprender una guerra civil contra los intereses fundamentales de los trabajadores y la clase obrera misma. Esta variante política no ha sido considerada por los gurúes de los medios de comunicación. Milei, con los resultados del domingo pasado, se ha convertido en interlocutor del FMI. El Fondo enfrenta la novedad de lidiar con alguien que es más anti-obrero que el FMI mismo.
Qué plantea el fracaso de la devaluación de Massa
El rumor de la renuncia de Massa al ministerio de Economía llevó a Milei a ofrecerse para “asumir el gobierno de inmediato”. Es una parodia de una frase de Lenin, exclamada en una sesión del Soviet, a mediados de 1917. Pero deja al desnudo un costado explosivo de la situación, como la inminencia de una bancarrota. La devaluación del 20% del peso ha fracasado. El dinero que debía entregar el FMI a cambio de esa desvalorización, vuelve a entrar en cuestión. De cualquier modo, se trataría de unos 8 mil millones de dólares en DEG, la pseudo moneda del FMI, que sólo sirve para pagar deudas con el FMI o relacionadas con el FMI. Los Fernández y Massa se encuentran, en este momento, como Cavallo y De la Rúa en medio del corralito. El desenlace electoral podría ser más catastrófico que el que prevén las consultoras. Si se impone la necesidad de un régimen de emergencia económica por 10 o 15 semanas, el FMI se vería obligado a acordar con una Asamblea Legislativa, ya no con Sergio Massa.
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