Una aerolínea en emergencia
*Por Ricardo Roa. Uno puede llamar como quiera a lo que está pasando en Aerolíneas Argentinas. Ser más o menos duro con la actual gestión. Pero los resultados desastrosos de la compañía, las marchas y contramarchas y los conflictos igualmente interminables hablan por sí mismos.
Hace cuatro años se celebró como un avance democrático que los controladores pasaran de la Fuerza Aérea al ámbito civil. Ayer regresaron a la jurisdicción militar. Con la misma lógica de entonces, se puede decir ahora que esta decisión es un retroceso de la democracia.
En el mismo recorrido, el jefe de los pilotos, Pérez Tamayo, descendió de aviador preferido de la Presidenta a cabecilla de un club de vagos y privilegiados.
Y Cirielli, el líder de los técnicos, hizo un viaje peor: en tiempos de Kirchner fue el subsecretario de Política Aerocomercial y hoy Cristina quiere quitarle la personería a su gremio.
El argumento para esta sanción extrema es que no acató la conciliación obligatoria. Pero el conflicto se disparó con los controladores, que no tienen sindicato . Cirielli intenta incorporarlos al suyo y Tomada tiene el trámite frenado. Pese a todo, el castigo le apunta directamente a él.
Una paradoja más: técnicos y pilotos habían sido aliados estratégicos del Gobierno en la pelea contra Marsans, el grupo español dueño de Aerolíneas. A tres años y medio, la estatización no fue completada: hay un juicio pendiente aquí y una demanda en el CIADI por US$ 1.200 millones.
El Gobierno ya puso más de US$ 2.200 millones.
La compañía da enormes pérdidas en un mercado regional donde el resto gana.
Y la explicación de que el déficit es por trayectos sociales no rentables hace agua: representan sólo el 5% de todos los servicios.
Se puede llamar como uno quiera, pero la impericia salta por todas partes.
Por si algo faltaba, hay una interna entre De Vido y los jóvenes de La Cámpora que administran la empresa. Y los pasajeros son, todo el tiempo, rehenes de este descontrol.