Una advertencia para la campaña nacional
*Por Rubén Rabanal. La contundencia del resultado de Mauricio Macri ayer en la Capital Federal no deja lugar a dudas, y la insistencia de Daniel Filmus y el Gobierno en pasar a una segunda vuelta parece un empecinamiento no muy razonado.
Pero quien triunfó ayer no tiene un candidato presidencial definido y hasta llegó a afirmar en medio del fragor de la campaña que algunos de sus votos podrían ir al oficialismo nacional el próximo 23 de octubre. El juego electoral de ayer parece una rutina de castigo doble al Gobierno: premio a Macri y advertencia a Cristina de Kirchner de no perpetuarse en excesos.
Nadie en la clase política puede hacerse el distraído en este punto. La elección que se vivió ayer en la Capital Federal muestra un ensayo de lo que puede venir en otros distritos, como en Córdoba o Santa Fe.
Pero en cualquier caso el análisis no puede ser lineal. La Capital, siempre antiperonista, le fijó ayer un límite al kirchnerismo pero que puede no ser definitivo.
Podría llamarse, de alguna forma, la fuerza de la boleta corta. Los seguidores de Macri y de alguna manera otros porteños no kirchneristas eligieron ayer el camino de castigar a la Casa Rosada en la Ciudad, ante la certeza de que no podrán hacerlo en la elección nacional, donde la oposición no brinda aún opciones para ganarle a Cristina de Kirchner.
De hecho, el propio macrismo reconoce que algunos votos que fueron para su fuerza en la Capital Federal podrían ir a la boleta de la Presidente en la elección nacional. Ese es entonces el panorama que deberá enfrentar la Casa Rosada: el apoyo a gobiernos locales en su contra, aun cuando el resultado en la elección nacional pueda estar asegurado.
Esta situación tiene distintos orígenes. No puede ser sólo el antiperonismo de la Ciudad el que catapultó a Macri a una elección como la de ayer, con la que superó sus mejores performances.
La campaña del kirchnerismo, una vez que Cristina de Kirchner decidió que su candidato era Filmus, no arrancó bien. El autoritarismo peronista en el manejo de las fórmulas y la demora en privilegiar la imagen del candidato no ayudaron, ni siquiera sobre el electorado progresista de la Ciudad.
Son manejos parecidos en el cierre de listas a los que se vivieron en Córdoba, donde el autoritarismo en las negociaciones logró hasta ahora alimentar a José Manuel de la Sota y al propio Luis Juez.
Los problemas para el Gobierno, más allá de los méritos propios de la gestión macrista, no parecen estar en su candidato sino en la nacionalización de un turno electoral que está mostrando por anticipado algunas enseñanzas.
Se temía a la primaria del 14 de agosto como una encuesta previa a la elección presidencial, pero ese efecto ya comenzó a verse. Por ahora en la Capital Federal con un resultado que parece imposible de revertir en la segunda vuelta, pero es sólo el comienzo de la gira electoral por las ciudades más grandes del país que castigaron al kirchnerismo en cada una de las elecciones anteriores y ahora comenzaron a hacerlo nuevamente.
El problema para la oposición es que los triunfos locales no parece por ahora que puedan transferirse a la elección presidencial.
Como se dijo, parece otro el efecto: un castigo previo para confirmar que, aunque no exista una fuerza opositora que sea clara alternativa al kirchnerismo, tampoco el país está dispuesto a consagrar un tercer período a la familia Kirchner y entregarle al mismo tiempo el control de todas las provincias.