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Un viejo clásico: UIA y CGT

*Por Edgardo Alfano. Los sindicalistas y empresarios se están reacomodando lo más pronto posible a la realidad política que se abrirá a partir del 23 de octubre.

Ellos ya están hablando y trabajando con un horizonte de cuatro años más de "cristinismo" pero con la prioridad de saber cómo van a encarar los primeros meses del año próximo, cuando tengan que sentarse a negociar aumentos de salarios.

El resultado de las primarias del 14 de agosto le aclaró el panorama a Hugo Moyano aunque también le planteó algunos interrogantes que aún no pudo resolver. Está seguro de que Cristina Kirchner seguirá gobernando, pero con una cuota mayor de poder político propio, por lo que no tiene ninguna factura que pagar a políticos o sindicalistas que adhirieron al proyecto kirchnerista desde 2003.

Y que esto le va a jugar en contra a la hora de plantear alguna pulseada con La Rosada.
Pero también cree que la inflación creciente y la crisis internacional harán que la presidenta necesite más que nunca de su figura para seguir domesticando a un sindicalismo que, cuando puede, levanta su dedo para reclamar al gobierno.

Y en ese gremialismo aparecen dirigentes que pensaban en un resultado electoral diferente y en un debilitamiento de Moyano, para intentar dar un golpe de timón en la CGT, a fin de año, meses antes del fin del mandato del camionero que, por otra parte, seguirá mandando en su gremio por otro período más.

Quizás los "gordos" de la CGT (Lescano, Cavalieri, West Ocampo), la UOM, Luis Barrionuevo, los duhaldistas (Venegas, Quintana) o los independientes (Martínez, Rodríguez, ), deban esperar que corra el tiempo para saber donde están parados Moyano y sus gremios amigos. Mientras tanto, desensillaron hasta que aclare.

Hay varios reclamos que comparten los distintos bloques de la CGT y no tienen respuesta.

Uno es el eterno pedido para que el gobierno cancele con mayores ganas y mayores fondos la enorme deuda que tiene con las obras sociales sindicales. Una herramienta de poder enorme que tiene Cristina (como la tuvo Néstor) para pegarle donde más le duele a los gremios y tener domesticados a sus dirigentes.
No es poca plata. Son unos

$ 9 mil millones que une a los sindicalistas sin importar sus alineamientos políticos.

Por ahora, no pasa de una amenaza la idea de ir a los tribunales contra el Estado. Es más lo que pueden perder que lo que tienen para ganar. Después de todo, el gobierno paga la cuenta de cada día para no seguir aumentando la deuda. Y, algo es algo. Millones son millones y peor es nada.

El Fondo Solidario de Redistribución es una vaca que siempre da leche a las obras sociales y la tienen que cuidar.

La estrategia del gobierno este año consistió en pagar en cuotas de unos $ 250 millones, cerca de mil millones, para achicar una deuda que no será zanjada en su totalidad en corto tiempo.
Otra de las preocupaciones de los gremios es el impuesto a las ganancias porque las modificaciones del mínimo no imponible no sirven para aliviar la carga impositiva de uno de los impuestos más injustos al trabajador, el impuesto al sueldo, cuando en la Argentina no está gravada la renta financiera.

Hay trabajadores que todavía están cobrando los aumentos pactados en cuotas por sus gremios con los empresarios.

Esta acumulación hace que, a medida que pasan los meses (para los sueldos alcanzados por Ganancias), los descuentos sean mayores. Y la presión impositiva será mayor cuando se sume el medio aguinaldo de diciembre. Pero, por ahora, ni Moyano ni su hombre en el Congreso, Héctor Recalde, son optimistas en que el gobierno haga un anuncio de un alivio en Ganancias antes del 23 de octubre. Y menos después, aunque no dan por cerrado el tema. "Esto no es un problema político, es un problema de caja", admitió a El Cronista un hombre de Moyano.

Sin embargo, el tema de fondo es la negociación salarial para todo el 2012. Se trata de una discusión donde los gremios, en su totalidad, no aceptan que les pongan techos, aunque no les molesta las sugerencias del gobierno, como viene ocurriendo en los últimos años.
Si, en definitiva, el ministerio de Trabajo homologa los aumentos que se firman con las cámaras empresarias en "armonía". Y están muy, muy lejos del costo de vida que mide el Indec y que con tanta militancia defienden sus principales funcionarios, Ana María Edwin y Norberto Itzcovich, siguiendo los pasos de Guillermo Moreno.

Hugo, Pablo y Facundo Moyano seguirán pensando que la inflación real es la de los supermercados y no la del Indec, por más que esto le moleste a Itzcovich.

Y en base a esos aumentos se sentarán a negociar con los empresarios.
Del lado patronal la estrategia es opuesta a la de los sindicatos. Como lo fue siempre.
Si los gremios quieren aumentos superiores al 25%, el sector patronal se parará en un techo del 17 o 18% y el gobierno buscará un equilibrio, sobre todo entre los más poderosos.

De todas formas hay algo que suma desconfianza en Moyano, a la que ya tiene sobre el gobierno nacional, a la hora de ver limitados los reclamos de los trabajadores. Se trata del curioso acercamiento del titular de la UIA, José ignacio de Mendiguren, al gobierno.

Los que conocen uno y otro lado del mostrador, admiten que, en su momento, los Kirchner no simpatizaron con De Mendiguren, que había pasado por el gobierno de Eduardo Duhalde. Y al empresario textil no le caía muy bien el matrimonio. Pero todo fue cambiando con el paso del tiempo, por necesidades mutuas. Se puede hablar de los coletazos de la crisis internacional, la relación con Brasil, las exportaciones e importaciones y mucho más.

Y hoy, también por necesidades temporales, De Mendiguren lleva a la UIA a una corta distancia del gobierno, aunque hay cosas que los empresarios no pueden aceptar. De Mendiguren se sumó a las críticas de Cristina Kirchner al FMI, pero al mismo tiempo reclamó una mayor transparencia al Indec.

Es ese acercamiento entre industriales y gobierno es el que mira con atención Moyano, porque sabe que en el complejo ajedrez que juega con Cristina Kirchner hay piezas que se mueven a sus espaldas.