Un vice en problemas
Un gobierno sin oposición a la vista, que no tiene que preocuparse por los controles externos o por la Justicia, se asemeja a un boxeador que pierde el tiempo peleando con sus compañeros.
Es lo que están haciendo demasiados integrantes del gobierno encabezado por la presidente Cristina Fernández de Kirchner. Al creerse blindados por el 54% de los votos que obtuvo la señora en las elecciones de octubre del año pasado, con contadas excepciones han optado por concentrarse en las reyertas internas, entre ellas la protagonizada por el vicepresidente Amado Boudou por un lado y la jefa del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, por el otro. Según parece, Marcó del Pont cuenta con un aliado coyuntural muy fuerte, Guillermo Moreno, además de miembros de la agrupación La Cámpora que se han propuesto colonizar partes de la administración pública relacionadas con el manejo de la economía, lo que le permitió asestar un golpe a su contrincante al conseguir el relevo de Benigno Vélez, el ya ex gerente general del Banco Central. Asimismo, parecería que Moreno está decidido a marginar al antes poderoso ministro de Planificación Julio De Vido, además, huelga decirlo, del ministro de Economía Hernán Lorenzino, otro funcionario que, como Vélez, después de haberse visto beneficiado por sus vínculos con Boudou está en dificultades a causa de la caída en desgracia de su patrocinador.
Cuando Cristina eligió a Boudou como su compañero de fórmula, quería ahorrarse una repetición de lo que sucedió con "el traidor" Julio Cobos, pero si bien parecería que el vice está resuelto a hacer gala de su lealtad incondicional hacia la figura de la presidenta, ya se las ha arreglado para ocasionarle dolores de cabeza debido a su involucramiento en el caso de la ex Ciccone Calcográfica y por haber impulsado el incremento impactante de las dietas de los legisladores justo cuando el gobierno procuraba convencer a los sindicalistas de la conveniencia de conformarse con aumentos salariales que no serían suficientes como para permitirles recuperar el poder de compra erosionado por la inflación "de supermercado".
Asimismo, parecería que la conducta a veces extravagante de Boudou le ha granjeado la hostilidad de miembros del círculo áulico presidencial. Es de prever, pues, que los adversarios de Boudou, confiados en que Cristina no lo ayudará, seguirán atacándolo, es de suponer con la esperanza de que termine echando la toalla. A esta altura, empero, parece poco probable que Boudou, que en un lapso muy breve se ha erigido en uno de los "emblemáticos" más notorios del gobierno kirchnerista, opte por dar un paso al costado. Aunque Boudou, un personaje de perfil que podría calificarse de menemista, tiene muy poco en común con Cobos, la situación en que se encuentra es muy similar.
Los conflictos que están produciéndose en el seno del gobierno no pueden sino incidir de manera negativa en la gestión económica, lo que sería motivo de preocupación aun cuando no existieran razones para suponer que se haya acercado a su fin un período prolongado de crecimiento vigoroso. Por desgracia, éste dista de ser el caso.
Además de las dificultades provocadas por el intento de Moreno de impedir la entrada de insumos importados, parecería que la sequía nos costará por lo menos 5.000 millones de dólares, lo que haría todavía más sombrío un panorama comercial ya oscurecido por la necesidad de comprar energía en el mercado internacional. Por lo demás, el consumo –auténtico motor del crecimiento en lo que fue un año electoral– está reduciéndose con rapidez mientras que el costo de vida sigue aumentando. Sería por lo tanto mejor que los miembros del gobierno, incluyendo al ex ministro de Economía y actual vicepresidente, optaran por postergar sus disputas internas para concentrarse en hacer frente a una crisis en ciernes que podría agravarse mucho en los meses próximos. De difundirse la impresión de que el gobierno no está en condiciones de obrar con un mínimo de eficacia debido a la propensión de sus integrantes a privilegiar sus propios intereses personales, el capital político envidiable acumulado por Cristina no tardaría en verse afectado, lo que aseguraría que su segundo cuatrienio en el poder resultara decididamente peor, y aun más agitado, que el primero.
Cuando Cristina eligió a Boudou como su compañero de fórmula, quería ahorrarse una repetición de lo que sucedió con "el traidor" Julio Cobos, pero si bien parecería que el vice está resuelto a hacer gala de su lealtad incondicional hacia la figura de la presidenta, ya se las ha arreglado para ocasionarle dolores de cabeza debido a su involucramiento en el caso de la ex Ciccone Calcográfica y por haber impulsado el incremento impactante de las dietas de los legisladores justo cuando el gobierno procuraba convencer a los sindicalistas de la conveniencia de conformarse con aumentos salariales que no serían suficientes como para permitirles recuperar el poder de compra erosionado por la inflación "de supermercado".
Asimismo, parecería que la conducta a veces extravagante de Boudou le ha granjeado la hostilidad de miembros del círculo áulico presidencial. Es de prever, pues, que los adversarios de Boudou, confiados en que Cristina no lo ayudará, seguirán atacándolo, es de suponer con la esperanza de que termine echando la toalla. A esta altura, empero, parece poco probable que Boudou, que en un lapso muy breve se ha erigido en uno de los "emblemáticos" más notorios del gobierno kirchnerista, opte por dar un paso al costado. Aunque Boudou, un personaje de perfil que podría calificarse de menemista, tiene muy poco en común con Cobos, la situación en que se encuentra es muy similar.
Los conflictos que están produciéndose en el seno del gobierno no pueden sino incidir de manera negativa en la gestión económica, lo que sería motivo de preocupación aun cuando no existieran razones para suponer que se haya acercado a su fin un período prolongado de crecimiento vigoroso. Por desgracia, éste dista de ser el caso.
Además de las dificultades provocadas por el intento de Moreno de impedir la entrada de insumos importados, parecería que la sequía nos costará por lo menos 5.000 millones de dólares, lo que haría todavía más sombrío un panorama comercial ya oscurecido por la necesidad de comprar energía en el mercado internacional. Por lo demás, el consumo –auténtico motor del crecimiento en lo que fue un año electoral– está reduciéndose con rapidez mientras que el costo de vida sigue aumentando. Sería por lo tanto mejor que los miembros del gobierno, incluyendo al ex ministro de Economía y actual vicepresidente, optaran por postergar sus disputas internas para concentrarse en hacer frente a una crisis en ciernes que podría agravarse mucho en los meses próximos. De difundirse la impresión de que el gobierno no está en condiciones de obrar con un mínimo de eficacia debido a la propensión de sus integrantes a privilegiar sus propios intereses personales, el capital político envidiable acumulado por Cristina no tardaría en verse afectado, lo que aseguraría que su segundo cuatrienio en el poder resultara decididamente peor, y aun más agitado, que el primero.