Un veredicto que traerá mucho ruido
Una mujer y su hija mataron al padre de 185 puñaladas, éste no se defendió, ellas esperan ser absueltas porque eran violentadas por el hombre. Sin dudas, para resolver un problema sobran cuanto menos 183 puñaladas.
Paola Córdoba, de 38 años, y su hija Milagros, de 18, argumentando violencia de género, decidieron terminar el “calvario” asesinando al hombre de 185 puñaladas. La víctima, Alberto Naiaretti, no opuso resistencia.
La pareja comenzó cuando Paola tenía 15 y Alberto 22, enseguida se fueron a vivir a una casa a medio construir. Con los años tuvieron cuatro hijos, desde 2003 a 2018 la mujer denunció al hombre por malos tratos y violencia, cuanto menos en ocho ocasiones. Los jueces jamás se ocuparon del conflicto. Ante cada denuncia, el hombre se ponía más violento. La mujer pasó todo tipo de humillaciones, desde ser violentamente golpeada a ser explotada sexualmente. Nadie escuchó su calvario. Los malos tratos también se manifestaban en los hijos. Un ser despreciable.
Paola contó con detalle cada uno de los abusos y los jueces jamás la oyeron. A veces decidía irse de la casa, pero regresaba por los hijos. Milagros, la hija que ayudó a su madre en el homicidio, contó que su padre le decía que debía agradecer que no la había violado cuando su madre no estaba. Sin duda los personajes de esta estirpe ofenden la condición humana. Varias veces la joven intentó suicidarse.
Lo más llamativo resulta ser lo que dicen los fiscales. El acusador (el fiscal) no encuentra ninguna causa de justificación que permita deslindar a las imputadas de la responsabilidad que les corresponde, con lo cual piden la condena. Quieren que Paola y Milagros paguen con prisión perpetua. Sigue el pedido del Fiscal: “Alberto Naiaretti, sufrió 185 puñaladas y no se defendió, lo que a las claras de que para nada era una persona con agresividad que pusiera en peligro la vida de su esposa e hijos. La conducta que tuvieron esa noche ambas imputadas no condice con ningún estímulo violento de gravedad suficiente y sostenido en el tiempo efectuado por el damnificado, que la justifique”.
Señor Fiscal, me permito disentir respetuosamente con Usted y le cuento por qué: ¿no es violencia prostituir a una mujer, golpearla de todas las formas posibles, regarla con una manguera desnuda en invierno? Si no lo ve así, le recomiendo visitar al oftalmólogo. Pero hay algo que jamás podrá adquirir: el sentido común, el más elemental de los sentidos, del cual Usted ni vestigios tiene.
¡Ah!, a modo didáctico, le recomiendo repasar y leer las circunstancias extraordinarias de atenuación…
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