Un retrato anticipado de la polarización
*Por Mariano Grondona. En uno de sus relatos de suspenso más famosos, Eran diez indiecitos ("Ten Little Indians"), la escritora Agatha Christie contó la historia de diez personas que, habiendo sido invitadas a un castillo aislado por un misterioso anfitrión, van siendo asesinadas una por una hasta que llega el sorprendente final.
¿Nos servirá este relato como una metáfora apropiada de lo que hoy sucede en la Argentina?
Cuando se lanzó la campaña electoral presidencial que culminará el 23 de octubre, la "anfitriona" Cristina Kirchner tenía encerrados en su castillo a once "indiecitos": los radicales Alfonsín, Sanz y Cobos; los peronistas federales Rodríguez Saá, Duhalde, Das Neves y Solá; Macri por Pro, Pino Solanas por Proyecto Sur y Elisa Carrió por la Coalición Cívica. Si bien los votos de todos ellos sumaban en el papel el 60 por ciento del total contra el 40 por ciento de Cristina, era evidente que en el caso de que concurrieran cada uno por su cuenta a las urnas serían batidos fácilmente, uno por uno, por la candidata presidencial. Había, sin duda, demasiados "indiecitos". En las últimas semanas, sin embargo, varios de ellos han sido "asesinados" de modo tal que, al igual que en la novela de Agatha Christie, cuantos menos invitados queden, más se acercará el final.
El rasgo dominante de la campaña electoral ha sido, en este sentido, la espectacular reducción del número de los candidatos opositores. De los tres precandidatos radicales queda sólo uno: Ricardo Alfonsín. De los cuatro precandidatos federales quedan dos: Alberto Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde. Dos de los tres precandidatos ni radicales ni federales, Macri y Solanas, se han "bajado" a la Capital, dejándola sola a Carrió en esta categoría. De los once "indiecitos" originales apenas sobreviven, por ahora, cuatro.
El factor que ha precipitado esta drástica "reducción" son las encuestas. El país cuenta con doce encuestadores principales. Nueve de ellos han sido contratados por el Gobierno. Pero así como Aristóteles publicaba dos tipos de escritos, unos llamados exotéricos, destinados al público, y otros llamados esotéricos , sólo para sus discípulos, varios de nuestros encuestadores envían dos tipos de informes, unos para el público y otros para sus clientes. Los informes para los clientes, que les llegan de una manera o de la otra a los precandidatos, son los que han desalentado a algunos de ellos, induciéndolos a abandonar la escena. Estos informes son los que han venido "matando" a los "indiecitos", dejando nada más que un puñado de sobrevivientes.
¿Ahora, Alfonsín?
La reducción del número de los candidatos opositores es, en el fondo, un proceso racional . Cristina, de obtener el 45 por ciento de los votos, ganaría en la primera vuelta cualesquiera que fueran los votos del segundo candidato. Si obtuviera entre el 40 y el 44 por ciento de los votos, también ganaría en la primera vuelta si el segundo candidato no lograra por su parte entre el 30 y el 34 por ciento, diez puntos menos. Si no llegara al 40 por ciento del total, Cristina tendría que ir a una segunda vuelta contra el segundo candidato, con prescindencia de los votos que éste reuniera.
Estas son las reglas de nuestro sistema electoral, consagradas en la reforma constitucional de 1994. Lo cual quiere decir, en buen romance, que sólo si se unieran en un solo haz los opositores no llevarían las de perder. Por eso, la reducción de las candidaturas opositoras que ocurre ante nuestros ojos es un proceso "racional". Hoy por hoy, Ricardo Alfonsín encabeza las candidaturas opositoras. Cuando su padre era candidato presidencial, allá por 1983, se impuso el lema Ahora, Alfonsín. Esta consigna, que en su momento acompañó a Raúl a la victoria, ¿podría beneficiar esta vez a su hijo? La respuesta a esta pregunta podría ser positiva únicamente si Ricardo consiguiera sumar a otros candidatos del "no radicalismo".
En estos momentos hay intensas tratativas entre Alfonsín, de un lado, y el "no radicalismo", del otro, para concretar esta suma. Ricardo está tratando de enrolar a Francisco de Narváez, por lo pronto, como su candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. A su propuesta presidencial podría sumarse, además, la eventual candidatura de otro peronista federal, digamos Roberto Lavagna, a la vicepresidencia. Aunque todavía parece difícil, podría restablecerse, en fin, el pacto Unión Pro de 2009 entre Mauricio Macri y Narváez, tanto en provincia de Buenos Aires como en la Capital. A condición de que los candidatos opositores no cayeran en la mezquindad de los egoísmos inconducentes, una fórmula que de algún modo incluyera a Alfonsín, el peronismo federal y el macrismo, pondría en riesgo al triunfalismo "cristinista".
Si esta perspectiva es posible "a la derecha" de Ricardo, ¿qué tendría que hacer éste con aquellos que militan a su "izquierda" como el socialismo de Santa Fe? ¿Podría pensarse en tal caso en una candidatura presidencial de Ricardo junto a dos vicepresidentes potenciales que, debajo de él, compitieran entre ellos, de un lado alguien como Lavagna y del otro lado alguien como Hermes Binner? No está prohibido pensarlo.
¿Y los votantes?
Más allá de las tácticas que elaboran los candidatos, ¿cuáles serán las preferencias de los votantes? Podríamos dividirlos, en principio, en tres tercios. El primero de ellos está integrado por los cristinistas. Al segundo concurren los antikirchneristas. En el tercero se alinean los vacilantes. El estado de ánimo que embarga a los cristinistas, alineados detrás de la consigna según la cual "Cristina ya ganó", es el entusiasmo. A los antikirchneristas los mueve, en cambio, la preocupación, porque creen que el 23 de octubre no estará simplemente en juego la opción entre dos candidatos institucionalmente homogéneos sino otra opción, mucho más grave, entre dos sistemas de convivencia, la república de un lado y el despotismo del otro, ya que temen que Cristina, de vencer, en el calor de su presunta victoria lanzaría de inmediato la propuesta de una reforma constitucional destinada a perpetuarla, algo parecido a lo que intentó Carlos Menem después de su triunfo electoral de 1993. Si bien la astucia de Cristina ha logrado disimular en estos meses el apetito voraz del kirchnerismo que su marido no ocultaba, insinuando incluso que podría no presentarse en octubre, la oposición más firme la ve como una representante cautelosa del chavismo, que podría manifestar su verdadera vocación de poder no bien el pueblo le otorgara un nuevo mandato. Sin generar los anticuerpos republicanos que suscitaba Néstor, según esta visión, la sutil Cristina es más peligrosa aún que él para la democracia porque ha sabido adormecer las prevenciones que despertaba su marido.
Entre los "duros" de una y otra tendencia, mientras tanto, al tercer sector "vacilante" de la sociedad lo tienta un conformismo capaz de apoyarse en esta reflexión: si las cosas, desde lo económico, van razonablemente bien, ¿a qué cambiar? Si bien es cierto que los argentinos se dividirán en octubre entre los "entusiastas", los "preocupados" y los "vacilantes tentados por el conformismo", lo que es incierto es la proporción que alcanzará en el recuento final cada uno de estos tres sectores. Quizás el cristinismo dé un paso en falso que alarme incluso a los conformistas, pero quizá, también, la política del "adormecimiento" que practica Cristina continúe hasta el final. Todo dependerá de la capacidad operativa que demuestren los contendientes, aunque la última palabra, como corresponde, la tendrá el pueblo.