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Un nuevo espacio de centroizquierda

La candidatura presidencial de Hermes Binner, encabezando un nuevo espacio de centroizquierda, ha dado lugar a especulaciones vinculadas con las próximas elecciones generales.

Los analistas políticos no se ponen de acuerdo acerca de si esa candidatura restará considerables votos a Cristina o si el principal perjudicado será Alfonsín. De esta manera se pierde de vista lo fundamental: el significativo aporte que para la reconstrucción del sistema de partidos políticos tiene el paso dado por Binner.

Es una opinión compartida que la crisis del 2001 destruyó no sólo las bases de la economía sino también el sistema de partidos políticos argentinos. Como la salud de los partidos políticos determina la salud de la democracia, a partir de aquella crisis nuestro sistema democrático experimentó fuertes alteraciones. Desde entonces, los partidos no han podido recuperarse, a excepción del privilegiado "partido del presidente", es decir la construcción política peculiar que nuestro sistema presidencialista permite alrededor de la figura del ocasional jefe del Estado.

Pero las coaliciones oportunistas construidas alrededor del liderazgo presidencial son notoriamente frágiles, puesto que su futuro depende de conservar el bastón presidencial, que es la llave que abre la caja de los presupuestos públicos con el que se engrasa la maquinaria partidista. El peso de esta realidad la conocen en su intimidad aquellos seguidores recalcitrantes del actual gobierno que abren todas las mañanas las páginas de los periódicos con el temor irreprimible de encontrar la infausta noticia del "renunciamiento" que pondría fin a los sueños de eternidad del proyecto.

El único modo de reconstruir los partidos políticos es, como lo acaba de hacer Binner, echándolos a rodar en la oposición, asumiendo el riesgo de no obtener todos los votos deseados en las primeras confrontaciones electorales. Sólo las travesías en el desierto prueban la solidez de las convicciones, permiten erradicar a los que se acercan a la política por oportunismo y consiguen que en la competencia por los liderazgos predominen los mejores.

La reconstrucción de nuestro sistema de partidos políticos permitirá que se refuerce el canal principal articulador de las demandas sociales al poder político. Es justamente la ausencia de instituciones representativas como los partidos políticos lo que impide que se lleve a cabo la función mediadora entre los ciudadanos y el Estado. La debilidad de las instituciones partidarias favorece luego la acción de "salvadores nacionales" que perpetúan los vicios del populismo.

La presencia de un nuevo espacio de centroizquierda, que permitirá nuclear a los sectores ideológicamente afines que provienen de los partidos tradicionales –como es el caso de Margarita Stolbizer–, es un progreso en la necesaria modernización de nuestro sistema de partidos. De igual modo, debe verse con simétrica simpatía la coalición amplia que en el polo de centro (o centroderecha) persigue construir Ricardo Alfonsín, rompiendo con viejos estereotipos de nuestra cultura política tradicional.

La presencia de un gestor eficaz de conducta intachable como Hermes Binner provocará sin duda daños en el actual conglomerado gubernamental. Los intelectuales oficialistas que, como Mario Toer, proclamaban hace sólo un par de años en "Página 12" que "la realidad es muy testaruda y, para bien o para mal, a la izquierda de los K no hay nadie" han perdido el monopolio del espacio "progresista". Y el hecho se produce en un momento delicado, donde el escándalo alrededor de la Fundación que preside Hebe de Bonafini deja al descubierto los riesgos de las políticas de cooptar voluntades utilizando inescrupulosamente los recursos públicos.

Ahora bien. Con independencia de la repercusión electoral más inmediata, lo cierto es que la candidatura de Binner favorece una clarificación ideológica de trascendencia histórica para Argentina. Finalmente se podrá conformar un partido socialdemócrata al estilo europeo, que respetuoso de las instituciones haga una apuesta fuerte por la mejora de la equidad social. Es curioso que en momentos en que la socialdemocracia europea ha perdido o está a punto de perder casi todas sus posiciones de poder resurja con fuerza en América Latina. Paradoja sólo aparente porque lo que emerge aquí no es un nuevo paradigma sino la concreción de un proceso de modernización que ya se ha iniciado en Brasil, Chile y Uruguay y que en Europa concluyó hace tiempo.