Un nuevo escenario para menos actores
Por Carlos Sacchetto* Dificultades y expectativas del oficialismo y la oposición, en un momento político en que las tendencias prevén una polarización electoral, con muchos menos candidatos de los previstos.
La decisión de Mauricio Macri de resignar su candidatura a la presidencia de la Nación e intentar una reelección en el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires era tan previsible que no sorprendió ni a los menos atentos. Aun así, no fue una buena noticia para el kirchnerismo. En la Casa Rosada se entusiasmaban imaginando la construcción de un escenario nacional polarizado entre la centroderecha representada por Macri, y la centroizquierda encabezada por Cristina Fernández como bandera del progresismo peronista. Ese tablero ya no podrá ser.
Las razones argumentadas para preferir a Macri como rival principal eran atendibles. El líder de PRO no dispone de una aceitada estructura nacional que lo respalde y el conocimiento de su figura es proporcional a las distancias que alejan las luces de la Capital Federal del interior del país. En el terreno ideológico, el Gobierno considera conveniente que los límites estén bien marcados, que cuanto más antagónicos sean los perfiles, mejor. "Por contraste, Macri nos facilitaba un discurso más popular", lamentó uno de los estrategas del kirchnerismo.
Las motivaciones
Siempre y cuando la Presidenta acepte postularse a la reelección, en el oficialismo creen que hasta puede ganar en primera vuelta. Sin embargo, las encuestas más favorables encargadas por el propio Gobierno todavía dejan algunos márgenes de duda.
Hay, como siempre, una enorme masa de votantes independientes, integrada por aquellos que no tienen lazos de fidelidad ni compromisos ideológicos con ninguna de las fuerzas políticas. Son hombres y mujeres que deciden su voto por razones de conveniencia o temores personales, basados en si les está yendo mal o bien, o si alientan o no expectativas de futuro ligadas a lo que haga o deje de hacer el Gobierno. En ellos juegan también simpatías o antipatías no demasiado fundamentadas y hasta intuiciones de último momento.
El sueño de la manipulación desde los aparatos políticos o desde los medios de comunicación -que abunda en el imaginario de los dirigentes- es relativo. Hay muchos otros factores que deciden una elección y hay también una polarización más temida que la que normalmente enfrenta a dos candidatos. Varias veces los argentinos de distinto pensamiento han votado "en contra de", y no "a favor de", como una manera de cerrar algunos caminos y posibilitar otros. ¿O alguien cree que eran todos radicales los que en 1983 votaron a Raúl Alfonsín, o eran todos peronistas los que votaron masivamente a Carlos Menem en los '90?
Todo indica que en la elección presidencial vamos a tener un escenario muy limitado. La idea de que la sociedad se dividía en tercios se va desdibujando y cada vez más se insinúa una tendencia a la polarización ya mencionada. Con las deserciones de los radicales Julio Cobos y Ernesto Sanz, luego la de Pino Solanas y ahora la de Macri, la franja opositora por el momento sólo ha quedado transitada por Ricardo Alfonsín, Eduardo Duhalde y Elisa Carrió como los referentes más importantes.
Paz social
La validez de las alianzas que se construyan determinará el grado de fortaleza con que se le hará frente al oficialismo. Pero también el Gobierno aparece con dificultades para mantener en armonía la alianza que lo sostiene. Ninguno de los problemas que se han venido manifestando entre el kirchnerismo no peronista, el peronismo tradicional y el sindicalismo moyanista, ha sido solucionado. Por el contrario, hay nuevos síntomas de descomposición.
La diferencia entre los problemas de la oposición y del oficialismo no es menor. Mientras los primeros se juntan o se dividen para pelear una elección, el segundo tiene que conservar el poder y, además, gobernar. La Presidenta, mejor que nadie, ha comprendido que el período que va de aquí a las elecciones no puede estar ganado por la conflictividad social. Terminar esta etapa con paz social y sin grandes cambios en la situación actual sería un factor fundamental para el triunfo.
¿Hay alguien en condiciones de alterar esa quietud? En el Gobierno creen que grupos de la ultra izquierda podrían generar episodios de violencia o alentar ocupaciones de viviendas o terrenos con fuerte exposición mediática. No descartan tampoco sabotajes en medios de transporte ni alguna acción delictiva de sectores que han sido marginados de las fuerzas policiales. Pero la principal preocupación pasa nada menos que por lo que puede hacer su aliado Hugo Moyano.
Previsora, la Presidenta auspicia el "diálogo social" entre gremios y empresarios, pero la puja salarial es fuente permanente de litigiosidad. Los sindicatos tienen la movilización como arma disponible, y no solamente para situaciones de índole gremial. La presión política de Moyano en reclamo de cargos y lugares en las listas electorales no decae y casi todos los recursos pueden ser válidos para ejercerla.
En el Gobierno por ahora esperan, pero atentos y con expedientes judiciales en las manos.