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Un nuevo crimen: la portación de apellido

* Por Emilio J. Cárdenas. El mundo progresista está reconociendo, en distintas partes del globo, la existencia de un nuevo crimen al que podríamos llamar, siguiendo una designación ya popularizada entre nosotros, como el de portación de apellido, castigado duramente, con toda suerte de desgracias y disgustos. Incluyendo la cárcel, como acaba de ocurrir en China.

En efecto, el gobierno chino (como era de esperar) no sólo no liberó al Premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo para permitirle concurrir a aceptar en la ciudad de Oslo, en Noruega, la enorme distinción que le fuera acertadamente otorgada por su coraje y convicciones, sino que: inventó un premio (Confucio) y ceremonia paralelo (al que su desconocido beneficiario ni siquiera concurrió a recibirlo); intimidó a otros países, para que no asistieran a la ceremonia de entrega del premio; protestó vehementemente por el otorgamiento del Nobel, de mil maneras; e impidió a los hermanos del galardonado viajar a Oslo en su lugar; sino que, además, puso presa a su esposa, Liu Xia, en su domicilio.

¿Cuál fue su delito? ¿Sólo el de llevar el apellido de su marido? ¿Ser su esposa, entonces? ¿Creer en él? ¿Compartir sus ideas? Ud. elije, lector. Ese es el nuevo delito creado por los progresistas: el de portación de apellido, por el que, por ejemplo, hoy una joven mujer está presa en su domicilio, en la periferia de Beijing, situación que vive desde el mes de octubre pasado, sin plazo alguno previsto para que cese. Hasta que a las autoridades se les de la gana. Y sin razones, obviamente. Lo mismo sucedió con otros disidentes, también detenidos en sus respectivos domicilios, por relación o amistad con Liu Xiaobo. Increíble, pero real. Hay, además, quienes la sacaron algo más barato, desde que sólo fueron obligados a alejarse temporalmente de Beijing.

A salir entonces de los lugares que solían frecuentar, o sea de la cercanía de los medios y de las eventuales candilejas, que es lo que parece preocupar a las autoridades locales. Para que no se note siquiera que están y existen. El delito de portación de apellido tiene también entusiastas y adherentes en nuestro país. Los medios que no controla el gobierno -que son cada vez menos- han advertido que los ascensos de los militares devienen en algún momento imposibles si el militar que de pronto es candidato a recibirlos porque le corresponden por mérito, conducta, y dedicación a lo largo de lo que creía era una buena carrera sucede que tiene el mismo apellido de algún militar retirado que pudo haber actuado en la década del 70, haya sido, o no, bien o mal, acusado de haber él mismo cometido algún exceso. Si vivió entonces y tenía uniforme, bolilla negra para sus familiares y herederos.

De no creer. Portación de apellido una vez más, evidentemente. Lo que es monstruoso. Porque es todo lo contrario a la vigencia y respeto de las libertades individuales y de los derechos humanos, categoría que algunos reservan tan sólo para los amigos, cuando debiera ser naturalmente una de alcance absolutamente universal. Respecto de ella, no cabe aquello de los hijos y los entenados.

Pero algunos prefieren disimularlo o ignorarlo. Por conveniencia quizás, pero por autoritarismo también, lo que no puede silenciarse. Los romanos en su momento decían cogitationis poenam nemo patitur, o sea nadie es castigado por lo que piensa. No siempre es así, sabemos, en un mundo que cree haber evolucionado en la buena dirección, la de la civilización. Hay quienes son castigados por lo que se supone pensaron sus padres.

Es peor, porque según queda visto que a algunos se los castiga aún antes de que piensen, esto es por si acaso piensan, o porque, peor, se supone por anticipado lo que quizás puedan llegar a pensar. Una barbaridad. Ha aparecido un crimen nuevo y aberrante, justo cuando creíamos que el delito innominatum ya no existía.