Un "no" a tanto "politiquear"
*Por Roberto F. Bertossi. Grande y discreto, desde la alta literatura y solidaridad, Sabato fue un soldado gigante de la condición humana, de la democracia, escribiendo y pintando una realidad sin concesiones.
Ernesto Sabato, quien frecuentaba como pocos un sentimiento de patria, la visualizó y nos la dejó por escrito: "La degradación de los tribunales y el descreimiento en la Justicia provocan la sensación de que la democracia es un sistema incapaz de investigar y condenar a los culpables, como si resultara un caldo de cultivo favorable a la corrupción, cuando, en realidad, lo que ocurre es que en ningún otro sistema es posible denunciarla" ( La resistencia , página 101, editorial Seix Barral, junio de 2000).
¿Cómo evaluar, explicar y proyectarnos entonces en el seno de esta patria que nos duele, de una democracia adolescente y con la inaudita impotencia de nuestra Corte Suprema de Justicia, con una República que cruje?
Cierta "aristocracia corrupta", con su "politiquear" incesante, es la que viene mutilando el erario público, privando a la ciudadanía que conforma los segmentos sociales más vulnerables de una razonable satisfacción de sus necesidades básicas: nutrición, salud, educación, trabajo, servicios esenciales, vivienda digna, seguridad, jubilaciones y pensiones decorosas.
Ante todo eso, Sabato sentenció: "Si nos cruzamos de brazos, seremos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa". Y añadió: "Los hombres necesitan que nuestra voz se sume a los reclamos de todos los excluidos, perjudicados y empobrecidos".
Él detestaba la resignación que pregonan los conformistas harto satisfechos, ya que no son suyas –ni de sus familias y amigos– las injustas privaciones que generan tanta pobreza e indigencia.
Resistir. Sabato no sólo se interrogaba sobre cómo se había llegado a esta crisis de valores tan genuinos, atemporales y otrora insignes de la vida social, sino que nos propuso restaurarlos desde nuestro propio e intransferible quehacer, sea en el seno de nuestros hogares de todas las clases sociales, desde instituciones públicas más creíbles, más eficientes, desde todas las instituciones religiosas, desde los movimientos académicos y culturales, desde los sindicatos, desde todos los sectores, de manera mancomunada.
Al respecto, nos convocó a resistir: "... Hacer resurgir, hasta con vehemencia, un modo de convivir democrático, de pensar patriótico que respete hasta las más hondas diferencias, ya que la democracia es la sociedad en la cual no sólo es posible sino exigido el ser persona".
De modo coherente, señalaba: "Frágil y falible, hoy en día ningún otro sistema ha probado otorgar al hombre más justicia social y libertad que la precaria democracia en que vivimos. La democracia no sólo permite la diversidad, sino que debiera estimularla y requerirla".
El lema de Sabato fue "resistir"; su inquietud mayor, ¿cómo encarnar esa palabra?
Grande y discreto, desde la alta literatura y solidaridad, fue un soldado gigante de la condición humana, de la democracia, de la República, de la patria; viviendo, diciendo, escribiendo y pintando una realidad sin concesiones ni fisuras, verdad y verdades que ayer, hoy y siempre interpelarán a todos, que no son clientelares, que no tienen remedio.
Y cuando consumaba su existencia, participando de su última entrevista, expresó sabiamente que, habiendo dicho y escrito lo suyo, correspondía llamarse a silencio, retirándose a su casa modesta, elegida entre la quietud y la simplicidad de un barrio sencillo en la localidad bonaerense de Santos Lugares.