La detenida le partió un palo de golf en la cabeza a Silvia Lo’Presti y, después, sacó otro y le siguió pegando hasta que un vecino empezó a filmar, lo que provocó que detuviera la golpiza. El voluntarioso fiscal la acusa del delito de homicidio en grado de tentativa, un poco mucho para lo que arrojó la pericia médica.
Para el investigador, en principio, López intentó asesinar a Lo’Presti la tarde del 19 de noviembre, y no lo hizo porque apareció un vecino que, mientras filmaba, detuvo la agresión. La acusada estaba acompañada por Mariano Girini, dueño de la farmacia Golf de esta ciudad.
Se tomó la decisión de detenerla después de recibir la declaración testimonial de la víctima el jueves, y de revisar las pruebas y certificados médicos. Lo’Presti presentó lesiones leves, pero, según estudios neurológicos que están en curso, le habrían quedado secuelas psicológicas y traumáticas. Según el mismo acusador, los golpes que recibió fueron todos en zonas vitales: la cabeza, el cuello y los hombros. La agresora cesó su ataque porque intervino un vecino que empezó a filmar. De no haber estado este hombre, podría haber continuado con la agresión, quién sabe hasta matarla.
El delito tiene una pena de entre 8 y 25 años de prisión, excepto que se llegue a un acuerdo mediante juicio abreviado, lo que podría reducir las penas. Se especula que la defensa de la acusada apele para que la imputación vuelva a ser por lesiones, cuya pena es de un año de prisión en suspenso.
Para el fiscal, la agresora estaba buscando algo más que lesionar: quería matar. Una fuente judicial explicó que el delito de homicidio en grado de tentativa requiere que alguien cese por razones ajenas a su voluntad, y eso fue lo que habría ocurrido en este caso. La intervención del vecino fue determinante para que la agredida salvara su vida.
A partir de la declaración de la víctima, todos quedaron sorprendidos con el ensañamiento. “Era una mujer grande, quedó noqueada, no sé qué le pasó por la cabeza a la agresora”, me contó alguien que vio el expediente. El hombre que la acompañaba no pegó ni amagó con pegar, pero participó de los insultos, que fueron los siguientes: “Vayan a tomar mate al conurbano, esto no es Ostende”, le habrían gritado López y Girini a Lo’Presti y su amiga.
Ostende es una localidad dentro del municipio de Pinamar, donde vive la mayoría de los trabajadores de la ciudad, especialmente los obreros de las construcciones de las casas en las zonas de clase alta del balneario. En otros tiempos, allí tenía su casa de descanso el expresidente Arturo Frondizi.
Pinamar es un pueblo chico, y durante el año vive poca gente. Todos se conocen. Los vecinos cuentan que la agresora, López, siempre está pegada al farmacéutico Girini. “Siempre está a la sombra de él”, dicen. Él suele tener actitudes violentas, “medio agresivas” en general con vecinos y trabajadores de la ciudad, aunque no tiene antecedentes penales. En la chismografía local, el padre de Girini, fundador de la farmacia Golf, era conocido por “decir obscenidades a las cajeras del supermercado”. De tal padre, tal hijo.
Un amigo que suele ir al club me contó que “el motivo principal es que se calentaron porque estaban caminando por el campo de golf, porque entorpecían la práctica del deporte, lo cual es desmesurado también”.
En definitiva, el lío se armó porque a la agresora le molestaba que las mujeres ajenas al club estuvieran ahí. Ni siquiera interrumpieron el juego. La idea era que pasaran los jugadores, siguieran jugando y las visitantes permanecieran al costado tomando mate.
Desmesurada fue la reacción para un episodio que se podía arreglar hablando o comunicando a las autoridades del campo la presencia de personas no autorizadas. Pero, evidentemente, el odio de clase y los discursos de odio le dieron a la furiosa golfista la ocasión para mostrar que “los argentinos de bien” se imponen por medios violentos.
Cabe una reflexión: para evitar problemas, piense antes de cometer una locura.
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