Un mismo ideal
Que el mismo día en que se iniciaba el juicio por los fusilamientos de Trelew se haya realizado en la Feria del Libro un encuentro por la reconciliación y la paz tiene un gran valor simbólico.
El mismo día en que se iniciaba en Trelew el juicio por el fusilamiento de 19 presos políticos en la madrugada del 22 de agosto de 1972, en la base naval Almirante Zar, cercana a aquella ciudad, se realizaba en la ciudad de Buenos Aires, en ocasión del cierre de la Feria del Libro, un debate sobre la violencia de la década de 1970 y los caminos que la sociedad argentina debería seguir para consolidar la paz.
En este último encuentro participaron dos ex militares, dos ex guerrilleros y dos familiares directos de la violencia armada de aquella década. Quiso la casualidad que ambos eventos se realizaran el mismo día, aunque en escenarios distintos: uno en un tribunal de justicia, otro en una feria de libros, y quizá en esa coincidencia resida la posibilidad de entendimiento entre los argentinos. No será fácil, porque hacer estricta justicia no es fácil, y porque construir un futuro sin rencores ni odios tampoco lo es.
En Trelew, se investigará la ejecución de 19 guerrilleros que habían huido de la cárcel de Rawson, previa toma armada del establecimiento. La fuga se produjo el 15 de agosto y fue protagonizada por 25 presos, a quienes aguardaba un avión comercial que había sido previamente secuestrado, pero sólo seis de ellos lograron subir al avión: Roberto Mario Santucho, Domingo Mena, Enrique Gorriarán Merlo, Roberto Quieto, Marcos Osatinsky y Fernando Vaca Narvaja. Según la acusación, de los 19 guerrilleros restantes, sólo tres sobrevivieron. Los seis guerrilleros que lograron subir al avión figuraban entre los máximos jefes de las organizaciones armadas, quienes posteriormente ordenaron y ejecutaron varios cientos de asesinatos, de militares y civiles.
De ahí que el reclamo de justicia debe ser para todos, víctimas y victimarios, siempre teniendo en cuenta que no se puede equiparar en términos jurídicos el terrorismo de Estado con el terrorismo de la guerrilla. Las detenciones ilegales, torturas y ejecuciones perpetradas por el Estado –garante de los derechos humanos de cada individuo de la sociedad– son inconmensurablemente más graves que esos mismos hechos cometidos por organizaciones subversivas.
Hoy, el entendimiento y la memoria histórica son un imperativo moral, ya que los argentinos que vivieron aquel tiempo tienen el derecho y el deber de exigir ambas cosas. La estabilidad política conseguida en estos casi 30 años de democracia se ha consolidado gracias a los pasos progresivos dados con los juicios a las juntas militares y a los responsables de los crímenes de la dictadura.
En el camino de la paz, no hay nada tan valioso como la justicia, esa justicia de la que no gozaron quienes fueron detenidos y ejecutados durante la dictadura.
Pero también los gestos son importantes y por eso el debate en la Feria de Libro de Buenos Aires posee un alto valor simbólico.
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En este último encuentro participaron dos ex militares, dos ex guerrilleros y dos familiares directos de la violencia armada de aquella década. Quiso la casualidad que ambos eventos se realizaran el mismo día, aunque en escenarios distintos: uno en un tribunal de justicia, otro en una feria de libros, y quizá en esa coincidencia resida la posibilidad de entendimiento entre los argentinos. No será fácil, porque hacer estricta justicia no es fácil, y porque construir un futuro sin rencores ni odios tampoco lo es.
En Trelew, se investigará la ejecución de 19 guerrilleros que habían huido de la cárcel de Rawson, previa toma armada del establecimiento. La fuga se produjo el 15 de agosto y fue protagonizada por 25 presos, a quienes aguardaba un avión comercial que había sido previamente secuestrado, pero sólo seis de ellos lograron subir al avión: Roberto Mario Santucho, Domingo Mena, Enrique Gorriarán Merlo, Roberto Quieto, Marcos Osatinsky y Fernando Vaca Narvaja. Según la acusación, de los 19 guerrilleros restantes, sólo tres sobrevivieron. Los seis guerrilleros que lograron subir al avión figuraban entre los máximos jefes de las organizaciones armadas, quienes posteriormente ordenaron y ejecutaron varios cientos de asesinatos, de militares y civiles.
De ahí que el reclamo de justicia debe ser para todos, víctimas y victimarios, siempre teniendo en cuenta que no se puede equiparar en términos jurídicos el terrorismo de Estado con el terrorismo de la guerrilla. Las detenciones ilegales, torturas y ejecuciones perpetradas por el Estado –garante de los derechos humanos de cada individuo de la sociedad– son inconmensurablemente más graves que esos mismos hechos cometidos por organizaciones subversivas.
Hoy, el entendimiento y la memoria histórica son un imperativo moral, ya que los argentinos que vivieron aquel tiempo tienen el derecho y el deber de exigir ambas cosas. La estabilidad política conseguida en estos casi 30 años de democracia se ha consolidado gracias a los pasos progresivos dados con los juicios a las juntas militares y a los responsables de los crímenes de la dictadura.
En el camino de la paz, no hay nada tan valioso como la justicia, esa justicia de la que no gozaron quienes fueron detenidos y ejecutados durante la dictadura.
Pero también los gestos son importantes y por eso el debate en la Feria de Libro de Buenos Aires posee un alto valor simbólico.
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