Un gremio poderoso y privilegiado
Más de la mitad de los porteños les propinan un desprecio inocultable, pero deben resignarse no a convivir con ellos sino a ser sus rehenes; casi todos los gremios los envidian porque hacen gala de unos privilegios que todos sueñan y sólo unos pocos poseen; y el justicialismo -es decir, el kirchnerismo de hoy- se vio forzado a entregarle la mayor cuota de poder político en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, porque, en esas fronteras, conforman la entidad sindical económicamente más influyente.
Se trata del gremio que nuclea a los trabajadores de edificios, el SUTERH. Si bien abarca a los "porteros" de todo el país, es en la metrópoli que gobierna Mauricio Macri donde, por lógica, más afiliados tienen y, por lo tanto, donde mayores ingresos percibe. El secretario general del sindicato es Víctor Santa María, un "veterano" dirigente de 45 años, que además es presidente del Congreso Metropolitano del PJ porteño. Lo de "veterano" es por los meteóricos ascensos que tuvo en su carrera sindical y política. Si bien está al frente del Sindicato Único de Trabajadores de Edificios desde 2005 -a diferencia de muchos de sus pares que registran décadas-, integró la comisión directiva ya en 1989, cuando apenas contaba con 22 años. Eso se explica porque comenzó a gobernar el gremio junto a su padre, José Francisco "Pepe" Santa María, quien le heredó el gremio a Víctor y él quedó a cargo de la obra social. Un enroque que demuestra, una vez más, la vigencia de la cultura nepótica en la política argentina.
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Víctor Santa María es considerado, tal vez, el máximo custodio del poder K en la Capital. Aunque los últimos resultados electorales no hablan bien de esa estrategia, el kirchnerismo reconoce el poder donde está. Es que el SUTERH representa, además, un auténtico mediático-cultural: maneja una radio AM (la 750, ubicada entre Radio Mitre y Radio Diez, adjudicada por la Presidenta al consorcio impulsado por el gremialista), el centro Cultural Caras y Caretas, sobre la calle Venezuela, donde también está ubicado un polideportivo y la Escuela de Artes y Oficios; la Fundación Octubre, en Callao y Perón, donde está la nueva radio; una quinta en Moreno, de 56 hectáreas; hoteles en el Partido de la Costa y una maternidad. El sindicato también controla la ART Interacción, así como antes manejaba la AFJP Previsol. Pero hay más aún: el sindicato adquirió hace un par de años un predio en la calle Sarmiento, donde proyectan construir una universidad, para la que ya tienen la habilitación de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau), un trámite que suele ser más que engorroso para otros. Por otra parte, financió películas -Gaby, la Montonera , sobre la vida de la dirigente Norma Arrostito-, documentales y edita la revista mensual Caras y Careta , de la que Santa María es editor general. Por todo ello, en el sindicalismo argentino dicen que el jefe de los porteros es un "gordo", pero bien "cool". Quizás se refieran, entre otras cosas, a sus habituales viajes a Francia a presenciar el festival de cine de Cannes y a sus conocidas tertulias con el historiador Felipe Pigna y el periodista Eduardo Aliverti.
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Pero, por qué razón los porteros no gozan de la simpatía de al menos 7 de cada 10 porteños. Es que los "encargados" -como prefiere denominar Santa María- de los edificios viven prácticamente gratis. Por una ley, ocupan departamentos de más de tres ambientes en las propiedades horizontales y no pagan luz, ni agua, ni gas, ni cocheras, ni tasas e impuestos inmobiliarios y, en muchos casos, ni siquiera la televisión por cable o satelital. De todo eso se hacen cargo los propietarios o inquilinos de las propiedades, a través de las expensas, que en promedio arrancan a partir de los $1.000 mensuales. Si un consorcista quiere comprar el diario, agua mineral o cualquier otro "lujo" que deban entregarle en la puerta de su departamento, tienen que arreglar previamente con el portero, o éste lo hace directamente con el canillita o el enviado con el pedido.
Porque nadie puede entrar a un departamento sin pasar antes por la puerta del encargado. Además de no pagar por ningún servicio ni impuesto, el portero recibe el sueldo de manos de los administradores de los edificios -que no son dueños, sino empleados-, los que a su vez lo obtienen de las expensas comunes. Sueldos que, por otro lado, se aumentan discrecionalmente dos, tres o más veces en el año, en porcentajes irracionales. Total, como hay contraparte con quien negociar, el sindicato manda el incremento y se paga sin chistar. Volviendo a la política, un dato que revela la influencia del sindicato en el Gobierno fue la elección porteña, donde el búnker de Daniel Filmus y Carlos Tomada funcionó en la sede del SUTERH. Allí se montó el centro de operaciones y allí también se dio la conferencia de prensa donde Filmus reconoció la derrota.